Fotografía y maquillaje de Myriam Franco Perez.
Bailar para ti... 25.
Poco a poco, gotita a gotita, mi cuerpo se
normalizó y fui asumiendo las perdidas, aceptándolas y adaptándolas a mi vida
de aquel instante.
A Anastasia, no la perdí del todo, solo su
cuerpo físico. Puedo sentirla en el centro del pecho. Y si quiero verla, solo
tengo que cerrar los ojos y acudir a nuestro amor, aparece y a veces hasta la
oigo olisquear.
A ti, te aparqué en un rincón de mi corazón, con
todo el dolor que produce cerrar la puerta y dejar dentro, todos los
sentimientos.
Si alguien no entiende la frase anterior, es
porque nunca ha cerrado puertas con amor, cualquiera que lo haya vivido, haya
sido él o no, quien dice adiós, sabe perfectamente de lo que hablo.
La impotencia es una constante, esa se te
cierra a las muñecas, impidiéndote actuar para que no haya más dolor.
La esperanza, está brillando intensamente y
lucha contra la realidad, sabiendo que debes matar a esa luz inmensa y cuesta
tanto matarla... está alimentada de ilusiones, de amor, de deseos, de sueños,
de sonrisas y suspiros... Similar a, matarte a ti mismo.
Eso lógicamente, produce rabia y la rabia, lleva
a la culpabilidad de sentirla. Son procesos muy difíciles de controlar, una
batalla cruenta, interna, que mantienes contigo mismo.
Hasta que llega la resignación y te entregas a
ella, desarmado y con las manos en alto.
Aceptar, aprender y avanzar. La verdadera vida.
Pero todo tiene un final, ese proceso también,
el famoso túnel, con la luz al final. Lo vivimos más de una vez y dicen que a
la hora de nuestra muerte, es nuestro último camino.
A veces el proceso dura toda una vida y hay que
retroceder continuamente, para solucionar el problema, porque si no, nunca
tendrás paz interior.
Por eso, calma, no hay que precipitar las
cosas, por muy largo y duro que se nos haga, tenemos que aprender...
Eso no significa que debes anularte, que no
debes ilusionarte con otras cosas, al contrario, cada ilusión nueva, es un
motivo más, para seguir viviendo y la vida, es un regalo, no lo malgastemos.
Eso me lo digo a mi misma, a diario, para no perder la fe.
El verdadero cambio del mundo, anular lo que
está matando a nuestro planeta, comienza desde nuestro interior, de a poquito,
hacia fuera.
No nos sirve de nada gritar injusticias
externas, si cuando nos ocurren en el pecho, no las queremos ni oír.
Cree en ti, en tu poder, en tu fuerza, en tu
belleza interior y hazlo real, día a día, tú sanarás, el mundo sanará.
Yo, escribo, porque a veces solo necesitas
expresarte. Intento matar mi miedo a hablar y hasta ahora, es lo único que he
encontrado para hacerlo.
Por eso debo continuar con mi historia...
Teníamos que montar el espectáculo y yo era la
encargada de elaborar primero un guión, la historia, lógicamente, lo que vive
en ti, es lo primero que aflora. Luego buscaríamos a los personajes de la
historia, en este caso bailarines especiales y por último el proceso comercial
y de marketing, para vendernos y lo mejor para ello, es creer ciegamente en lo
que estás haciendo.
Los vendedores de pócimas mágicas, que no eran
tales, solo duraban como mucho cuatro mercadillos, la gente no es tonta y acaba
reconociendo las mentiras.
Aunque curiosamente a nuestra historia, a la de
la humanidad, durante dos mil y pico años, nos han vendido una pócima mortal,
mintiendo continuamente y seguimos comprándola.
Quizá sea verdad eso de que, nuestro destino
sea, acabar con nosotros mismos...
La historia estaba clara, sexualidad, ya que
era un espectáculo erótico, toque de humor necesario para seguir sonriendo... y
yo, lo necesitaba más que nada en el mundo, y como no, nuestra historia, la que
acababa de vivir, camuflada en el interior. Era inevitable, cualquiera que sea
creativo, sabe que cuando las cosas afectan de verdad, de alguna manera afloran
en el trabajo y los hace reales y auténticos, creíbles, sobre todo, porque lo
son.
Cada madrugada, me despertaba creando. Es la
hora de mi musa y me dejaba llevar por el pecho, por las tripas, por las
lágrimas, por las risas, pero sobre todas las cosas, por el amor... Pues lo
sentía vital, en el pecho y no solo lo sentía por ti, lo sentía por el amigo,
por los niños, el mar, la vida...
Creía en mi y de nuevo, la esperanza renació,
pero por mí, por mi vida. Y mi meta, fui yo, sin dejar de perder mi esencia.
Aunque dudé de mi misma, muchas veces. Temblaba de dudas, tenía que volver una
y otra vez atrás. Revivir y reconocer los motivos por los que había actuado y
en todos vi la misma respuesta, amor.
Lo que yo llamo, acicalar mis alas.
Puesto que son las primeras que sufren, se
dañan, se estropean y a veces hasta se rompen del todo, mima tus alas... eso
hice.
Y nació el espectáculo, el nombre, estaba
claro... El "SoloAlas"...
Bailar para ti... 26. THE END.
Primero porque era un reto, un enfrentamiento
al mundo que, no quiere reconocer el erotismo y la sensualidad, como algo
natural. Es nuestro método de apareamiento, como lo tiene cualquier animal y
además es placentero, produce sensaciones únicas. ¿Por qué no tratarlo con el
respeto y la libertad que se merecía?. Sobre todo respeto, respeto entre
adultos. Siempre con el consentimiento de ambas partes. SIEMPRE.
No a la pederastia, no a las violaciones, no a
los chantajes para conseguir sexo, no a las mentiras para conseguirlo, no a la
prostitución infantil, no al comercio sexual obligado. NO.
Nunca te rindas, no, porque al doblar la
esquina, puede estar la respuesta, puedes tenerla a un paso, o a mil, pero sigue...
Es tú sentido... el propio.
La historia del espectáculo, será para otra
ocasión...
Bailar para mí, es lo que hecho desde entonces.
Bailé y disfruté de la isla. Me enamoré de ella
y con ella, de sus amaneceres, de los acantilados, de sus gentes, de su mar,
recordando en cada instante el mío, de sus pueblos, llorándole al mío. Doce
años...
Durante mucho tiempo, te lloré a ti, por la
perdida. Porque me reconocí a mí misma, que por lo que fuera, ya daba igual.
Había perdido a un gran hombre, que vi, durante
aquellos meses, entregar y entregarse a los demás y a la vida, claramente.
Perdí a un gran amante, que se dio a mí, con la
misma intensidad y fuerza, que lo hice yo.
Perdí al amor, aunque fuera yo sola la que lo
sintiera, me costó mucho rendirme ante la evidencia, no quería verlo.
Al amigo, aquel que me apoyó, consoló, ayudó,
oyó y me abrazó, aunque fuera a escondidas, me abrazó.
Y a la persona, al padre, hermano, hijo, hombre
luchador, agradable, simpático, risueño, que se derretía con sus hijos, que
creía y tenía su propia fe.
Las alas negras, aquellas de las que tú me
hablabas, no eran tan negras créeme, llevaban corazoncitos rojos. Aunque tardé
en verlo.
Lo nuestro duró seis meses, seis días, tardé en
olvidar al hombre, seis semanas, al amante, seis meses, al amor, seis años, al
amigo y harán falta por lo menos seis décadas, para olvidar a la persona.
Ayer paseando por mi pueblo, a mi regreso, te
volví a ver y volví a sentirme orgullosa de ti, tú no me viste...
Paseabas abrazado a tu amor, ella sonreía
abiertamente, me gustó su cara y la tuya... sobre todo. Había niños, guapos y
risueños. Me recordó al instante de tus canciones, esos en los que te
entregabas cantando y sin querer, no pude evitar sonreír abiertamente, incluso
reí.
Si sirve de algo, me perdoné y te perdoné... Te
deseé lo mejor y me lo deseé, desde el corazón, porque ambos, lo merecíamos.
Y me consoló ver tu felicidad. El dolor que
pudimos causarnos, se redujo a nada. Éramos
los únicos que teníamos derecho a ello, tu y yo, nadie más.
The end...
"SoloAlas"...
Eres inmensamente extraordinaria. Solo alguien con tus sentimientos puede expresarlo así. Y aunque pasen seis siglos......tus palabras y tu grandeza permanecera. Mucho más que SoloAlas.
ResponderEliminarGracias.
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