Bailar para ti... 12.
El agua hervía, el mar se convirtió en una
gigantesca bañera de burbujas, incluso hasta las conchas se abrieron de par en
par, para espiarnos desde el fondo y recibir el calor de nuestros cuerpos y
contagiarse con ellos.
Tus pestañas, estaban llenas de motitas de
agua, largas, inmensas, no puedo describir exactamente el color de tus ojos.
Primero porque tengo problemas de visión, no puedo ver bien de cerca, por eso
creo que lo capto todo.
Mezcla de grises y verdes pardos, moteados con
pequeñísimos toques negros, que a la luz del sol, parecían ojos de plata, el
mismo tono que adorna la piel de las sardinas.
Tu sonrisa, tan abierta, tan espontanea. Con
esa boca fresca, sabrosa, que unida a la sal del mar, me sabía al agua de la
latas de aceitunas que tanto me gustan.
Y los besos caminaban solos por la piel, los
cuerpos cada vez se unían más, separados únicamente, por milímetros cúbicos de
agua.
¿ A qué sabía el mar en tu piel?. No lo sé, pero
no podía dejar de lamer. De absorber el agua que te sobraba para sentirte más
cerca de mí.
Alcé mis piernas para subirme a tu cadera, nos
sobraban, mi bikini, tu bañador y las ganas de comernos vivos.
Tanto qué, me acojoné viva, temí por nuestros
corazones, por el ansía de nuestras bocas y por la poca cordura y vergüenza
que, estábamos mostrando a las doce de la mañana en plena playa abarrotada.
Más aun cuando noté tu pene, completamente
erecto y me dieron ganas de hacer hueco entre nuestras prendas e introducir sin
más.
Pero el hombre correcto, el perfecto
controlador, me miró sonriente y me aseguró.- Aquí y así no, nuestra primera
vez, tiene que ser para nosotros solos...
Así que compórtate y baja. Me mirabas tan serio y desencajado, que no
pude más que apiadarme de ti y a su vez, morirme de pena por mi...
Salimos de la mano del mar, volvían a pesarme
los pies, toneladas. Recogimos nuestras ropas y nos sentamos en un pequeño
islote de césped del paseo. Sin poder mirarnos a los ojos.
.- No sé cómo te llamas..., pronuncié al fin.
Había jugado en mi habitación a oscuras a
ponerte nombre y compararlo con tu imagen. No me gustaba ninguno, solo los
nombres como Peter Pan, Cuasimodo de Notredam, Tarzan, Ala Triste y el que
elegí al final para ti, fue Adam. Me reí mucho buscándote nombres.
Nos miramos y no pude quitar mis ojos de ti.-
Juan.
¿ Juan?, ese era el mejor nombre que nadie
podía tener, Juan sin miedo...
.- Termina de contarme tu historia, te rogué,
porque tenía que... salir del mar donde habíamos nadado el amor, de una vez.
Nos tumbamos boca arriba y tu mirada se perdió
en el inmenso cielo azul picante, mientras que la mía danzaba tu figura, tu
imagen.
Estabas atrapado en el cielo, te habías lanzado
en cohete hacía otra galaxia, infinita, dejándome allí, mirando cómo te
adentrabas en el universo de tus pensamientos.
Un hombre normal, con una familia normal, con
una madre encantadora, varios hermanos. Criado y educado en un ambiente católico,
fieles servidores de la religión...
Amante de la buena mesa y cocina, padre de dos
hijos varones, luchador, emprendedor y de ideales políticos de derechas.
No pude evitar reírme, nunca, ni en toda mi
vida, hubiera apostado que iba a enamorarme de alguien así..
Yo, Criss, una mujer anormal, casi sin familia.
Sin religión alguna, había vagado en los libros intentando encontrar la fe en
alguna y opté por crearme la mía propia, basada en lo que me gustaba de unas y
otras.
Sin ideología política, es más la política me aburría
tremendamente. Solo sabía que no me gustaba el egoísmo, odiaba la guerra, las
muertes que producía. No soportaba el abuso de poder, ni las invasiones. Lloré
amargamente leyendo sobre la invasión española en el gran descubrimiento. Nunca
me sentí más avergonzada de pertenecer a un país. Aunque no fue el país quien
invadió, es más, en España hay tantas mezclas de culturas, que exactamente, no
sabemos cuáles son nuestras raíces.
Muchos de los que gritan en nombre del racismo,
pueden estar pisoteando a sus propios antecesores.
Aunque si me tenía que definir, la izquierda
centrada, es mi lado bueno...
Y en esa justa postura, te estaba observando
mientras seguías relatando.
.- Me casé porque era lo que estipulaba la
sociedad. Sobre todo cuando llevas años de noviazgo. No puedo decir que no
estuviera enamorado, la amaba, la amo. Pero me falta algo, no puedo encontrarlo
en ella, ni tan siquiera puedo encontrarlo en mi.
Igual que todos, siempre nos falta algo y nos
fijamos demasiado en ese algo, lo que nos sobra, como nos sobra, no le damos el
valor correspondiente y hasta momentos antes de la muerte, nos sobra vida...
Incluso tras ella, nadie puede certificar que aun no nos siga sobrando.
Tocaba marcharse de allí y eso hicimos, esta
vez me dejaste en el portal de mi casa...
"SoloAlas"...
Bailar para ti... 13.
Así que sin ducharme la saqué o lo hacía, o no
subiendo dos palmos del suelo, me hubiera devorado como una hiena a cualquier cadáver
en el desierto. Jajajaja, menudo carácter tenía...
Y estabas todavía allí, parado, dentro del
coche, mirando el volante, luchando como un jabato en tu interior. Barajando
las posibilidades de subir a hacerme el amor como un loco o de arrancar ese
coche y ser el niño bueno, que todos esperaban de ti.
Mi perra me dio la clave, como siempre se
escapó, para buscarse a algún perro que la olfateara y entregarse a él, aunque
estuviera operada, era la perra más perra de todas...
Y yo pensaba ser la perra más perra de la
tierra, para ti y ahora.
Te señalé con el dedo delante del cristal del
coche, ven, ni se te ocurra negarte o me desnudo en mitad de la calle.
Ya estaba bien de aguantar la pasión, ya estaba
bien de matar el deseo, de sacrificar al cuerpo, no pensaba torturarme más, ni
una madrugada más, sin haberte sentido
dentro de mí.
Y me seguiste como alma que llevan los dioses,
abrimos la puerta de mi casa, besándonos, comiéndonos y desnudándonos a la vez.
Directos a la ducha. Te desnudé y me desnudaste a tirones y casi rompimos la
mampara de la bañera, de tu presión a mi cuerpo en ella.
La locura, el grito, las promesas a medias
tintas, pronunciadas mientras nos comíamos los lóbulos de las orejas.
Tu boca se fue directa a mis tetas, son
pequeñas pero te saciaban y me volvían loca tus besos, las ganas de comértelas
que mostrabas y con las ganas que te las comías.
Mi pelvis provocaba el vaivén. Éramos un tren
que arrasaba el baño y lo siento por el mundo, pero yo loca, no pienso, solo
siento. Y te estaba sintiendo dentro de mi piel, de mis huesos, sin llegar aun
a penetrarme.
Tenía las mismas ganas de comerte, que tú,
entero, sin dejarme un trozo de piel, no sé ni cómo entramos en la ducha, ni
siquiera nos enjabonamos, nos bañamos con el chorro de agua helada, nuestras
salivas y nuestros fluidos.
Me presentaste a tu amigo, que fue mi Dios en
las siguientes horas... Tu entero fuiste mi Dios y tú arma mi castigo y
recompensa, sin cesar.
Y me arrodillé ante ti, para saborearte, para
tragar algo que deseaba dentro de mí, en cualquier parte. Y la primera que lo
disfruto fue mi boca, mientras tu cabeza arqueada al cielo, cerraba los ojos y disfrutaba
como un loco el placer de ser lamido con mucho más deseo del que jamás habías
conocido y eso, hoy puedo jurarlo, que luego lo hayas vuelto a sentir no lo sé,
pero hasta ese día, ni a ti, ni a mí, nos habían comido con tanta pasión y ganas.
Y lo demostraste arrodillándote tú, elevando
mis piernas y comiendo con las mismas ganas en mi. Hasta que casi me desmayo y
como buen rescatador, me rescataste del chorro de agua que me ahogaba o lo que
me ahogaba fue el orgasmo... no lo sé.
Me llevaste a mi cama y me arrojaste en ella,
aun mojados, tanto que nuestras pieles resbalaban.
Te miré tumbada y juro que el tiempo se paró,
para sentir cada milésima de segundo mientras que ibas a entrar en mi...
Subiste a la cama de rodillas, mirándome a los
ojos, cubriste mi piel con la manta de tu piel y entraste en mi, despacio,
lentamente, sintiendo ambos como cada hueco en mi, se cubría por completo por
tu pene. Más profundo, más intenso, me llenaste de ti con solo una embestida
suave y lenta, tanto que produjo mi segundo orgasmo, con solo sentirte tan
dentro.
"SoloAlas"...
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