Mi mar... "SoloAlas".
Bailar para ti... 24.
Bajé de allí para besarte directamente, importándome
el mundo, sinceramente... una mierda.
Besarte, comerte la boca, delante de todo el
mundo.
Quería dedicarte mis propios espectáculos
eróticos y como único escenario, tu cuerpo.
Retiraste mi abrazo, apartándome de tu cuerpo
por primera vez, con control y seguridad, no querías demostrar por lo que yo
había luchado, apostado y tú... simplemente disfrutado. Eso creí, puedo
jurarlo.
Así que no había más que decir, no pensaba
mover un dedo más, por algo que no tenía, me había dejado sin... sentido.
La rabia tuve que comérmela con patatas, la frustración
colgármela de serpiente en el cuello y por primera vez te odié.
El odio es el cielo nublado, el día de playa. La
rabia, el paraguas y la venganza, bañarte en el mar, a pesar de caer el
chaparrón del siglo.
Pero la satisfacción por ello, dura muy poco,
no merece la pena para quienes tienen conciencia. Y sobre todas las cosas, yo,
conocí al hombre, persona, amigo y amante. No quería que mi odio, manchara a la
persona que realmente eras, un hombre bueno y, a mis propios sentimientos,
aunque los desteñí, sin poder evitarlo.
Y dije que sí, me marché de allí, dejándome el
corazón, las preguntas en el aire y los porqués pintando calles.
Decir adiós a mis pequeñas, fue todo un drama,
lagrimas silenciosas y controladas, decorando la clase y reflejándose en el
inmenso espejo de la pared.
Cerrar mi casa, mis recuerdos y sobre todo, mi
azotea, sin saber si querría o no, volver.
De ti, no pude despedirme para siempre... así
que me fui de allí, sin decírtelo.
Recuerdo el viaje en el avión, Tenerife, era
nuestro primer destino, había posibilidades de montar el espectáculo allí.
Y nos fuimos los tres... locos y Anastasia, sin
nada en las manos, con los bolsillos repletos de ilusiones y dinero de la venta
de la disco. Sin nada más, ni una sola idea clara, de lo que íbamos a hacer, una
vez más, dejábamos que la inspiración e improvisación, aparecieran en escena.
Con el corazón roto, dejando sumar segundos a
minutos, estos a horas y así, continuar los días, para saber de pronto que uno
de ellos, en aquel momento... demasiado lejano, recuperaba la ilusión, las
ganas y se apagaba el dolor.
Alquilamos un apartamento en la costa de Adeje,
playa de las Américas. Ni siquiera pude apreciar el paisaje, hasta pasados
muchos días. Habíamos decidido que el primer mes lo íbamos a dedicar a
descansar y recopilar ideas, pero Anastasia, no estaba bien. Yo, preocupada por
mi dolor, no me di cuenta de que a Anastasia no le invadía la tristeza como a mí,
si no, una enfermedad. Y se fue, en tres días, no me dio tiempo ni a reaccionar.
No puedo narrarlo, lo siento.
Cuando la muerte actúa, todo lo demás, todas
las lágrimas extras, te avergüenzan y te hacen sentir una injusta. Era irremediable
hundirme en la pena, como yo me vi en aquellos días, arrastrando los pies,
buscando algo, lo que fuera, que pudiera consolar mi dolor. En esos casos,
creedme, vale cualquier cosa, todo es justificable, porque mal no puedes hacer,
no tienes ni energía, ni fuerza, para levantarte, mucho menos para empuñar un
arma...
Menos mal que tuve a Gery y Antón, que me
secaban las lagrimas a besos, no dejaron de abrazarme, ni tan siquiera para
dormir. Era la primera vez en muchos años, que yo sentí el amor de mi viejita,
en otros brazos.
Soñé con ella y con Anastasia, paseando, por el
paseo por el que yo me torturé, durante años.
Cada día me despertaba con una única obsesión,
agarrarme a que la vida no se acaba, que las sentía en mi pecho, que estaban
incluso, más vivas que yo. Y puedo asegurar, que si no llega a ser... que las
sentí de verdad, que aprendí a ver mejor, porque me abrieron más los ojos,
ellas, yo, me hubiera rendido...
El dolor se hace constante, en el pecho, te
duele el alma, de veras y a veces el desconsuelo, se hace tan vital, que
incluso te ahogas.
Los ganadores de esta vida, no son los
triunfadores. Ser triunfador es otra cosa, los verdaderos ganadores, son los
que caen al suelo y sienten la fuerza en sus brazos, el impulso y la necesidad,
de levantarse...
Hay que dejar llorar y si se quiere consolar,
solo abrazar, no pedir que se mueva en el acto, que no se hunda, porque si no,
el proceso se alarga. Todos tenemos nuestros propios tiempos de recuperación,
que sumados a ellos, están las circunstancias y la actitud ante la vida.
Si quieres sacar a alguien del dolor, cuéntale
de lo bello de la vida, canta canciones suaves y baila con esa persona, al
tempo de su música interna.
Y llévala a ver el mar...
"SoloAlas"...
Ciertamente, los ganadores son aquellos que aprenden a levantarse. Saludos, amiga. Siempre leyendo tus trabajos. Estamos en contacto.
ResponderEliminarGracias Isaías,aunque lo mío es solo una opinión personal, creo en todo lo que escribo porque es de verdad lo que siento, un beso.
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