Luis Royo, Malefic 20.
Bailar para ti... 23.
Me
saludaron cariñosamente, ósea que bronca no había...
.-
Siéntate Criss. Y eso hice, con toda la tranquilidad del mundo.
La
sensación de estar como en casa, siempre, aunque me regañaran, me acompañaba
con ellos. No sentía miedo, no ocultaba mis pensamientos, ni mi cuerpo, no
media lo que decía y tampoco yo les media a ellos.
Eran
espontáneos, sinceros, habían perdido demasiado en el camino, como para pararse
en esconder nada y eso, es genial.
Siempre,
desde chica, he querido rodearme de gente así, como yo solía decir...
Si
te van a apuñalar, que sea de frente, así tu puedes esquivar la puñalada.
.-
Nos han hecho una propuesta... fantástica, vamos a vender la discoteca. Serio
Antón. Gery, asentía con una media sonrisa y la nariz roja, eso era buena señal...
.-
Vamos a realizar nuestro sueño, montaremos una compañía de espectáculos y
danza, erótica...
Sus
sueños, a mí, siempre me daban envidia sana, por lo locos y espectaculares que
eran para el resto del mundo y lo sensibles y sensuales, para mí... Yo, quería
irme con ellos, lo tuve claro, en el segundo cero.
.-
Te queremos con nosotros... esto lo dijo Gery, mirándome directamente y
abriendo entera su sonrisa, sabía que yo me moría de ganas por decir que sí.-
Pero... tendrás que dejarlo todo, no tendremos hogar fijo, es una decisión difícil,
así que piénsatelo.
Era la primera vez que tenía que frenar a mi lengua
con ellos, quería decir si, si, si, si, pero tenían razón, mis niñas, mi
pueblo, tú. Sobre todo en aquél momento, tú...
Así que les pedí un par de días y bajé a la
disco, a buscarte, me tocaba actuar en cinco minutos, poco podía contarte.
Te encontré apoyado en la columna de la disco,
sonriente. Fue verte y mi corazón decidir que... quería estar contigo. Sonreías
de medio lado, mirándome de arriba a abajo, con unas ganas locas de hacerme el
amor.
Había aprendido perfectamente el lenguaje de
tus ojos. A tu boca, a veces no quería ni oírla, solo, besarla, no sé porqué,
pero más de una vez te callé a besos, para oírte de verdad, con las manos y con
las caricias, ese era nuestro mejor lenguaje, ese y la música, bailarnos...
Me acerqué a ti, apoyé mi frente en la tuya y
cerramos los ojos, bailamos la música lenta que salía de los bafles, sin
tocarnos, solo apoyados por la frente.
Y nuestro ritmo era tan igual, tan perfecto,
tan compacto que, nos acariciamos todo el cuerpo, lentamente, en cada click de
dedos de la melodía, sin rozar nuestras pieles.
En aquel rincón, que parecía oculto, de la
discoteca, demostramos al mundo, que no había sitio para esconder nuestra
pasión, que no hacía falta hacer el amor, directamente, en mitad de la calle,
para demostrarlo, así, con toques suaves de música, se demostraba y se daba por
hecho, que lo nuestro era fuego puro.
Acabó la canción y abrí los ojos, para ver tu
boca respirar, lentamente, parecía que, acababas de descubrir lo que sentías y
te estaba ahogando, te presionaba el pecho y estuviste apuntito, te faltó nada,
para gritarlo en mitad de la disco. Tus ojos me dijeron, te amo... y tu boca...
maldita charlatana...- Sube ahí arriba, te toca, guapa...
Que mosqueo cogí, tanto que, cuando iba directa
a mi posición, no me di cuenta de que ella, nuestra amiga, nos había estado
mirando, aunque, ya en la posición la miré y ella me miraba directamente, con
ojos interrogantes y una mirada sería, preocupada, no me gustó ni un pelo
aquella mirada, siento si fui injusta, pero no me gustó nada, que precisamente
ella, supiera lo nuestro.
Eran las horas de casi el cierre, así que las
canciones eran lentas y sensuales, que dejaban que la gente pudiera tener
conversaciones íntimas, las parejas o posibles amantes, se atrevieran a más,
motivados por la intimidad de la música y los solitarios, miraran mi baile,
para irse a casa suspirando, soñando y recreados con la visión de una mujer que
le hace el amor, a la música.
Y eso hice, el amor, moviendo lentamente el
cuerpo, las caderas y acariciando mi pecho y mi estomago, sin vergüenza alguna,
dejándome llevar por el son.
Mi culo, podía verse por el vuelo de la faldita
corta y lo movía, provocativa, sabiendo qué eso a la canción, le producía
erecciones fantásticas y a mí... sensaciones únicas. Nunca he podido abrir los
ojos en esos momentos de entrega, entrecerrados, a veces cerrados, pero
abiertos completamente, jamás, porque, yo no estaba allí, yo no era la
bailarina de la tarima...
Era la danzarina de un lugar entre el cielo y
la tierra, con los siete velos de la magia, extendiéndolos al aire y regálandolos
sin mirar a quien.
"SoloAlas"...
Fantastica historia.
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