"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

viernes, 12 de abril de 2013

Bailar para ti... 9.

Dibujo e imagen de Luis Royo.









Bailar para ti... 9.


.- La primera vez, que te vi, cruzabas por el paso de peatones hacia la playa, corrías...
La música de mi coche estaba a tope, tu llevabas los cascos de música puestos y me fijé en tus piernas, me dije... guauuu. Luego continué riéndome, estaba claro que necesitaba sexo...
Esa confesión simple, sin ninguna intención, era tan sincera, que me recordaste a un niño pidiendo agua.
La suave brisa, te acariciaba a la vez que mis ojos.
Continuaste, como tratando de explicarte, yo no necesitaba explicaciones, pero si me las regalabas, las dudas no navegarían en mi dichosa cabecita.
.- Hubieron más veces, muchas, casi todos los días. Cuando yo me dirigía al trabajo, te pillaba o corriendo por el paseo o parada embelesada mirando el mar. Incluso llegue a saludarte alguna vez con la mano o con alguna sonrisa, desde el coche, jajaja, tu no podías verme claro, estabas tan metida en tu mundo, que incluso pensé que eras ciega.
No podía creerme que hubieras estado tan cerca de mí y yo, no notarlo, en ese momento, hipnotizada con el movimientos de tus labios y el sonido de tu voz, me parecía... imposible.
.- Uno de los días, en los que había tenido una guerra en casa. Salí dando un portazo, enfadado con el mundo, sin entender ni a mi mujer, ni a la distancia que se había interpuesto entre nosotros, silencios y más silencios, para luego un día, bañarlos con gritos y reproches.
Dato que se me hincó en el centro del pecho, oír aquello, no eras libre... no lo eras.
Me sentí la atleta que se prepara durante años para la olimpiada de su vida y cuando llega, sufre una lesión, obligándola a ver la carrera... desde las gradas.
.- Iba como un demonio, echaba humo, incluso golpeé el volante al parar en el semáforo. Y miré hacia el mar, estabas allí, castigándote con el agua helada, creo que era febrero, quise unirme a ti y te juro que me faltó lo mínimo para hacerlo, incluso aparqué cerca.
Me miraste de frente, en tus ojos, reflejabas la agonía, el dolor y la incertidumbre.
No quería oír más, solo besarte, abrazarte y lo siento, soy una puñetera impulsiva, no atiendo a la razón, no me paro en las normas, no me se frenar, cuando mi corazón cabalga más rápido que la propia vida...
Y eso hice, me arrodillé acercándome a ti, te acogí entre mis brazos y busqué tus besos. Lo hice con la intención de acallar nuestras tormentas internas. Con la esperanza de que nuestros besos, nos hicieran olvidar quiénes éramos, tú y yo, por separado, para convertirnos en quienes éramos juntos.
La dulzura de la noche, se convirtió en la actriz secundaria de la escena... El cielo, el mar, la arena, en el decorado del escenario. El sonido de las olas, en la banda sonora. Nuestros besos, los verdaderos protagonistas de la historia...
Una batalla a besos.

"Os voy a contar un cuento, una historia breve, que trata de unas pocas horas, en cualquier playa del mundo, con música de fondo, con calor y dolor en la entrepierna, con mucha dulzura, mucha más de la que se podría resistir, con sabor... si, sabor a sus besos...
No importan los protagonistas, no importa el tiempo, ni sus circunstancias, no importa cómo llegaron hasta ahí, pero si importa la sensación, lo que sintieron... como pueden derretirse dos cuerpos, con el simple fuego de sus besos.
Ellos decidieron que lo que pensara el mundo les importaba un bledo... querían descubrirse y comenzaron a hacerlo. Ella se rindió sin remedio, aun sabiendo que no debía, aun sabiendo que estaba muerta de miedo...
Abrió su boca, busco su lengua y perdió su guerra... ni siquiera pidió tregua, tuvo que ser él quien parara las flechas, el que controlara las tropas, el que dirigiera la táctica... porque ella cayó al primer ataque a besos.
Pero como una Juana de arcos cualquiera, levantó su cuerpo, extendió sus alas, y aun sabiendo que había perdido, desplegó sus armas...
Justo en ese instante, ya no sintió miedo, ya no temía sufrir, ni morir, no temió el dolor, porque estaba demasiado acostumbrada a el... se quitó uno a uno, cada escudo, se desprendió de su armadura y se quedó completamente desnuda.
Retándole, mirándole de frente, sacando valor del mismo sitio en que sentía dolor, arrancándole ilusiones al tiempo...
Firmaron tratado de paz, solo el tiempo suficiente como para morirse de ganas, de luchar otra vez, de lanzarse hasta caer muertos.
Cuando esa batalla se dé, si conocéis el resultado... es que habré sobrevivido al encuentro, si no, quizá es que me costó demasiado el riesgo..."


Y creedme, estas batallas se dan en todos los rincones del mundo y no hace falta un arma, para herirte profundamente... aunque a veces la herida sea tan hermosa como un tatuaje que te adorne el pecho... o en mi caso, el hombro.
Esto lo escribí a la mañana siguiente del encuentro, puedo jurar que estaba enferma, que me sentía invadida, dichosa, que era más hermosa, más mujer, más inmensa, de lo que había sido hasta ese día, en toda mi vida.
Nos marchamos de allí, borrachos de besos, de pequeñas caricias, completamente inocentes, pero que nos llenaron mucho más que si llegamos a hacernos el amor en plena playa.
Tú me acariciabas en la espalda, por encima de la falda, donde empieza el culo, en la cintura, juro que me he tenido que retener para no tatuarme tu nombre ahí mismo.
Yo acaricié tus hombros, tu pecho, mientras te besaba, incluso hasta bailé con el sonido de las olas, entre tus brazos.
Acercabas mis caderas a las tuyas, tanto, que podía notarte totalmente excitado y enfermar de ganas, rompiéndome en mil pedazos en cada beso.
Me costó la vida, subirme a esa moto, que me dejaras en la puerta de la disco, coger mi coche, arrancarlo y alejarme de ti, sin hacerte el amor esa misma noche.
Estuve días y días, enferma, enferma de verdad, enferma de ganas de ti.

"SoloAlas"...


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