"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

lunes, 22 de abril de 2013

Bailar para ti... 21.

MORNING- Leonid Afremov.
afremov.com





Bailar para ti... 21.

Yo hubiera dado mi vida por ti...
La hubiera sacrificado sin dudas, en el aquel instante. Si me pides mis sueños, en aquel momento, te los hubiera dado todos, no me hubiera quedado ni uno, tan solo el de... amarnos.
Cualquier cosa que me hubiera alejado de ti, la hubiera matado... menos a ti.
Te tuve en aquella azotea, mirándome en silencio, embelesado, con la luz de las velas reflejadas en tus ojos.
Con la timidez del niño, que aun habitaba en ti. Temblabas acariciando mi cuerpo, con miedo, con sorpresa y fuiste más tú mismo, que jamás en toda tu vida.
No te avergonzaste de ti, ni mucho menos de mí. No te importó que, el ángel del amor, nuestro ángel, estuviera allí con nosotros aquella noche, espiando desde ese inmenso cielo, nuestras caricias, enseñándonos a explorarnos y acariciándonos a la vez... a ambos.
Y aquella noche, rozando el límite de lo que muchos consideran impuro, fuimos más puros que nunca.
Como el dulce de leche, sabía tu piel...
Mi lengua pionera de mis caricias, paseó tu cuerpo, de arriba abajo y de abajo arriba, parando a deleitarse en tu pene, que me encantaba. Sí, me gustaba comerte, no podía evitarlo, me sabias a gloria.
Y con ganas me tragaba una y otra vez, esa gloria. Si eso es pecado, iré al infierno mil veces, porque mil veces me la tragué, comí y bebí, llena de ganas, tantas, que nunca se saciaban.
Mi cerebro se evaporó, no habían guerras en el mundo, no existía el hambre, ni el dolor de las madres, que pierden a sus hijos. Las palabras... miseria, pena, llanto amargo, angustia, egoísmo, invasión, manipulación y sobre todo, sobre todas, la palabra mentira, desaparecieron del vocabulario mundial, para convertirla en una única palabra, en negrita y subrayada, mayúscula... AMOR.
No sé si fue el aire fresco de la noche o tus manos, pero sentí perfectamente como, cada poro de mi piel se erizaba, lentamente, a tu paso, adormeciendo mis dolores, mis penas. Entregándome lánguidamente y por entera, a la paz, al placer, al olvido de los millones de años que tiene este planeta.
Fuimos Adan y Eva, en el momento en que se hicieron el amor por primera vez.
Tu pecho fue mi néctar y tu cuello, la puerta del cielo, el cielo... tu boca.
Besarte y comerte el aliento, mientras nuestras pieles se entretenían, centímetro con centímetro. Nuestras manos, dedo con dedo. Incluso entre nuestras alas, se acariciaban la una a la otra, confundiéndose, sin saber cuáles eran del uno y del otro. Besarte era morir, morir, morir en paz y con la satisfacción de la plenitud de la vida.
Y hasta mis pechos, florecieron, porque toda mi piel, quería salir a tu encuentro, recibirte antes de adentrarte en mi. Y mis pezones atrevidos, fueron más duros, más punzantes, perfectos en las caricias, la dureza acariciando con infinita ternura... como jamás en mi vida los había sentido.
Me subí a ti, porque no podía frenar a mi cuerpo, no me podía, ni podías dominar.
Y te cabalgué, a la vez que te sentí entrar en mi, lentamente, suave y dulce, con el ritmo perfecto que me marcaba tu cuerpo, sin palabras, sin gestos, solo una mirada intensa a tus ojos.
Una mirada infinita, de esas que no saben, que no pueden mentir, de esas que no conocen el miedo, que son atrevidas hasta morir, la misma que comparte una madre con su hijo, la primera vez que se ven. Esas miradas, son más honestas, que la vida misma.
E hicimos el amor, entregados al destino, rendidos, sonriendo tímidamente al placer de vivir y sabiendo perfectamente que podía finalizar, pero aquella noche, nada ni nadie, en el mundo, en todo el universo, ni siquiera las brujas malas de los cuentos, pueden robárnosla, ni a ti, ni a mí, ni a nuestro ángel testigo, del amor.
Dormimos al raso del cielo, desnudos, abiertos al mundo, con nuestros cuerpos entrelazados para protegernos el uno al otro, hasta que el día nos cegó y despertó.
"SoloAlas"...


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