"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

lunes, 15 de abril de 2013

Bailar para ti... 12 y 13.

Hoy dos capítulos... espero que os gusten. Gracias a todos los que me leéis, besos.



                                       

Bailar para ti... 12.

El agua hervía, el mar se convirtió en una gigantesca bañera de burbujas, incluso hasta las conchas se abrieron de par en par, para espiarnos desde el fondo y recibir el calor de nuestros cuerpos y contagiarse con ellos.
Tus pestañas, estaban llenas de motitas de agua, largas, inmensas, no puedo describir exactamente el color de tus ojos. Primero porque tengo problemas de visión, no puedo ver bien de cerca, por eso creo que lo capto todo.
Mezcla de grises y verdes pardos, moteados con pequeñísimos toques negros, que a la luz del sol, parecían ojos de plata, el mismo tono que adorna la piel de las sardinas.
Tu sonrisa, tan abierta, tan espontanea. Con esa boca fresca, sabrosa, que unida a la sal del mar, me sabía al agua de la latas de aceitunas que tanto me gustan.
Y los besos caminaban solos por la piel, los cuerpos cada vez se unían más, separados únicamente, por milímetros cúbicos de agua.
¿ A qué sabía el mar en tu piel?. No lo sé, pero no podía dejar de lamer. De absorber el agua que te sobraba para sentirte más cerca de mí.
Alcé mis piernas para subirme a tu cadera, nos sobraban, mi bikini, tu bañador y las ganas de comernos vivos.
Tanto qué, me acojoné viva, temí por nuestros corazones, por el ansía de nuestras bocas y por la poca cordura y vergüenza que, estábamos mostrando a las doce de la mañana en plena playa abarrotada.
Más aun cuando noté tu pene, completamente erecto y me dieron ganas de hacer hueco entre nuestras prendas e introducir sin más.
Pero el hombre correcto, el perfecto controlador, me miró sonriente y me aseguró.- Aquí y así no, nuestra primera vez, tiene que ser para nosotros solos...  Así que compórtate y baja. Me mirabas tan serio y desencajado, que no pude más que apiadarme de ti y a su vez, morirme de pena por mi...
Salimos de la mano del mar, volvían a pesarme los pies, toneladas. Recogimos nuestras ropas y nos sentamos en un pequeño islote de césped del paseo. Sin poder mirarnos a los ojos.
.- No sé cómo te llamas..., pronuncié al fin.
Había jugado en mi habitación a oscuras a ponerte nombre y compararlo con tu imagen. No me gustaba ninguno, solo los nombres como Peter Pan, Cuasimodo de Notredam, Tarzan, Ala Triste y el que elegí al final para ti, fue Adam. Me reí mucho buscándote nombres.
Nos miramos y no pude quitar mis ojos de ti.- Juan.
¿ Juan?, ese era el mejor nombre que nadie podía tener, Juan sin miedo...
.- Termina de contarme tu historia, te rogué, porque tenía que... salir del mar donde habíamos nadado el amor, de una vez.
Nos tumbamos boca arriba y tu mirada se perdió en el inmenso cielo azul picante, mientras que la mía danzaba tu figura, tu imagen.
Estabas atrapado en el cielo, te habías lanzado en cohete hacía otra galaxia, infinita, dejándome allí, mirando cómo te adentrabas en el universo de tus pensamientos.
Un hombre normal, con una familia normal, con una madre encantadora, varios hermanos. Criado y educado en un ambiente católico, fieles servidores de la religión...
Amante de la buena mesa y cocina, padre de dos hijos varones, luchador, emprendedor y de ideales políticos de derechas.
No pude evitar reírme, nunca, ni en toda mi vida, hubiera apostado que iba a enamorarme de alguien así..
Yo, Criss, una mujer anormal, casi sin familia. Sin religión alguna, había vagado en los libros intentando encontrar la fe en alguna y opté por crearme la mía propia, basada en lo que me gustaba de unas y otras.
Sin ideología política, es más la política me aburría tremendamente. Solo sabía que no me gustaba el egoísmo, odiaba la guerra, las muertes que producía. No soportaba el abuso de poder, ni las invasiones. Lloré amargamente leyendo sobre la invasión española en el gran descubrimiento. Nunca me sentí más avergonzada de pertenecer a un país. Aunque no fue el país quien invadió, es más, en España hay tantas mezclas de culturas, que exactamente, no sabemos cuáles son nuestras raíces.
Muchos de los que gritan en nombre del racismo, pueden estar pisoteando a sus propios antecesores.
Aunque si me tenía que definir, la izquierda centrada, es mi lado bueno...
Y en esa justa postura, te estaba observando mientras seguías relatando.
.- Me casé porque era lo que estipulaba la sociedad. Sobre todo cuando llevas años de noviazgo. No puedo decir que no estuviera enamorado, la amaba, la amo. Pero me falta algo, no puedo encontrarlo en ella, ni tan siquiera puedo encontrarlo en mi.
Igual que todos, siempre nos falta algo y nos fijamos demasiado en ese algo, lo que nos sobra, como nos sobra, no le damos el valor correspondiente y hasta momentos antes de la muerte, nos sobra vida... Incluso tras ella, nadie puede certificar que aun no nos siga sobrando.
Tocaba marcharse de allí y eso hicimos, esta vez me dejaste en el portal de mi casa...
"SoloAlas"...




                                       


Bailar para ti... 13.


Anastasia, mi perrita, estaba mosqueada, si hubiera podido me hubiera dejado los tobillos como las patas de la silla vieja de madera, que tuve que dejarle para morder de pequeña.
Así que sin ducharme la saqué o lo hacía, o no subiendo dos palmos del suelo, me hubiera devorado como una hiena a cualquier cadáver en el desierto. Jajajaja, menudo carácter tenía...
Y estabas todavía allí, parado, dentro del coche, mirando el volante, luchando como un jabato en tu interior. Barajando las posibilidades de subir a hacerme el amor como un loco o de arrancar ese coche y ser el niño bueno, que todos esperaban de ti.
Mi perra me dio la clave, como siempre se escapó, para buscarse a algún perro que la olfateara y entregarse a él, aunque estuviera operada, era la perra más perra de todas...
Y yo pensaba ser la perra más perra de la tierra, para ti y ahora.
Te señalé con el dedo delante del cristal del coche, ven, ni se te ocurra negarte o me desnudo en mitad de la calle.
Ya estaba bien de aguantar la pasión, ya estaba bien de matar el deseo, de sacrificar al cuerpo, no pensaba torturarme más, ni una madrugada más,  sin haberte sentido dentro de mí.
Y me seguiste como alma que llevan los dioses, abrimos la puerta de mi casa, besándonos, comiéndonos y desnudándonos a la vez. Directos a la ducha. Te desnudé y me desnudaste a tirones y casi rompimos la mampara de la bañera, de tu presión a mi cuerpo en ella.
La locura, el grito, las promesas a medias tintas, pronunciadas mientras nos comíamos los lóbulos de las orejas.
Tu boca se fue directa a mis tetas, son pequeñas pero te saciaban y me volvían loca tus besos, las ganas de comértelas que mostrabas y con las ganas que te las comías.
Mi pelvis provocaba el vaivén. Éramos un tren que arrasaba el baño y lo siento por el mundo, pero yo loca, no pienso, solo siento. Y te estaba sintiendo dentro de mi piel, de mis huesos, sin llegar aun a penetrarme.
Tenía las mismas ganas de comerte, que tú, entero, sin dejarme un trozo de piel, no sé ni cómo entramos en la ducha, ni siquiera nos enjabonamos, nos bañamos con el chorro de agua helada, nuestras salivas y nuestros fluidos.
Me presentaste a tu amigo, que fue mi Dios en las siguientes horas... Tu entero fuiste mi Dios y tú arma mi castigo y recompensa, sin cesar.
Y me arrodillé ante ti, para saborearte, para tragar algo que deseaba dentro de mí, en cualquier parte. Y la primera que lo disfruto fue mi boca, mientras tu cabeza arqueada al cielo, cerraba los ojos y disfrutaba como un loco el placer de ser lamido con mucho más deseo del que jamás habías conocido y eso, hoy puedo jurarlo, que luego lo hayas vuelto a sentir no lo sé, pero hasta ese día, ni a ti, ni a mí, nos habían comido con tanta pasión y ganas.
Y lo demostraste arrodillándote tú, elevando mis piernas y comiendo con las mismas ganas en mi. Hasta que casi me desmayo y como buen rescatador, me rescataste del chorro de agua que me ahogaba o lo que me ahogaba fue el orgasmo... no lo sé.
Me llevaste a mi cama y me arrojaste en ella, aun mojados, tanto que nuestras pieles resbalaban.
Te miré tumbada y juro que el tiempo se paró, para sentir cada milésima de segundo mientras que ibas a entrar en mi...
Subiste a la cama de rodillas, mirándome a los ojos, cubriste mi piel con la manta de tu piel y entraste en mi, despacio, lentamente, sintiendo ambos como cada hueco en mi, se cubría por completo por tu pene. Más profundo, más intenso, me llenaste de ti con solo una embestida suave y lenta, tanto que produjo mi segundo orgasmo, con solo sentirte tan dentro.
"SoloAlas"...


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