"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

sábado, 31 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 20

En la sala Universo, Andrea y Zaira, nos dedicaron una coreografía sin desnudarse, que nos dejó a todos, a mi la primera, con las bocas abiertas... No nos cansamos de aplaudirles.
Bailaron I will survive, de Gloria Gaynor, girando y girando, meticulosamente a la vez, en sus barras de baile. Acabando con un giro, que adivinábamos mortal, colgadas boca abajo, con las melenas extendidas, rozando el suelo. Maravilloso.
En la sala infierno, Aeneas y Aldora, bailaron el Tango de Roxanne, intoxicándonos con la sensualidad y la magia que había entre ellos, con pasos perfectos, pasos de amor y de desamor, de odio, de puro deseo. Con la sensación de que sus almas estaban desgarradas, destinadas a morir, a morirse de ganas el uno por el otro.
Ella con su mirada y sus gestos en el baile, le contaba...
Y la pena me arrastra, he tocado con notas de dolor, las más bellas melodías, sueño con soltarle las manos a la desgarrada noche.
Mientras me mancho de sangre los labios, pronunciando tu nombre, y maldigo, dibujo, digo y desdigo...
Con el alma enferma, con el sueño herido y con el nombre torcido, de angustia, llanto, dolor y rabia, que me coman los diablos...
Y no puedo dejar de retorcerme, dolor...
Ven a quitarme la agonía que provoca el no tenerte, ven a matarme si ya no me amas, no me dejes torturándome en esta guerra... duele.
Que me pesan los pies, que mi espalda se ha encorvado sin tus abrazos, que ya no existen las mañanas, ya no cantan los pájaros, y el aire me duele respirarlo...
Pena, mátame, y piensa que así me liberas... agonía de tu piel, lloro por no poder comerte a besos....
Mi traje es el desgarro, mi maquillaje consumido, es la tragedia, mis zapatos, la carne viva, y mi sonrisa, una lágrima...
Desgarrada....

El a ella...
Prometo:
No dar de mi más de lo necesario, a no ser que... vea en tus ojos gratitud.
No soñarte demasiado, a no ser que... me cumplas algunos de esos sueños.
No ser tan dulce que pueda empalagarte, a no ser que... te vea saborearme a diario.
No regalarte  abrazos cada noche, a no ser que... cada mañana me despiertes rodeado de tus brazos.
Prometo no amarte con toda el alma, a no ser que... te mueras sin mí.
No llorarte las ausencias, a no ser que... vea que no quieres despegarte de mí, ni un segundo.
No mirarte desde abajo, eso nunca, mirémonos a la misma altura.
Prometo que si te vas, algún día, voy a recordarte el resto de mis días, pero sin amargura, sin dolor.
No sentirme encarcelado, por mucho que me ahoguen tus besos, a no ser que... sean forzados.
No hacerte la dama de mis cuentos, sí, la protagonista de mis relatos eróticos.
Prometo...



Fue tan directo, que nos quedamos en silencio, esperando que se mataran a besos el uno al otro.
Del infierno, y por la puerta trasera del baño, pasamos a ver la cristalera del jardín.
El Jardín... mi jardín y mi Neiko, como enseñarles a todos algo que para mí era único. Rogué que se quitaran los zapatos y absoluto silencio al entrar.
Yo iba delante, no podía verles las caras, y no quería hacerlo.
La luces de las velas bordeaban todo el camino, habían colgado del inmenso techo de cristal, algunos farolillos de papel, que parecían flotar en el aire. Al fondo la luna y alguna estrella.
El pequeño estanque iluminado, desde el interior, con los pececillos, era un broche de rubíes, en medio de algo neutro y natural.
El mar de arena casi inapreciable, las pequeñas islas de musgo, oscurecidas...
Y mi Neiko, debajo de uno de los sauces, completamente desnuda, de espaldas. Su piel, más transparente que nunca... en perfecta sintonía con la naturaleza. El dragón tatuado, parecía vivo.
Neiko esa noche, fue la Eva oriental que creó Dios.
No pude evitarlo, me acerqué a ella, acaricié sus alas y besé dulcemente su hombro. Ella permaneció inmóvil, como una figura, es más, creo que los que no lo sabían, salieron de allí... totalmente convencidos de que era... una estatua, una estatua...tatuada.
Ya fuera, les invité a bordear el jardín, por sus cristaleras, lo recorrimos en silencio, maravillados por la belleza de la simplicidad.
Pararnos en seco, frente a Neiko. La mirada baja, el cabello hacía un lado, la perfección de sus pequeños pechos, su estomago plano, su sexo, pequeño, minúsculo, pero nadie mejor que yo, sabia lo divino de su sabor.
Cuando quise darme cuenta, estaba bordeando su contorno, con uno de mis dedos sobre el cristal. Nadie dijo nada, todos miraban inquietados por mi silencio absoluto, por el abandono de mi mirada y de mi alma. Yo estaba flotando en el jardín, junto a los farolillos.

Patricia, notable... en despertarte de los sueños. Toco un par de palmas.- Señores, aun nos queda mucho, continuemos... Gritando tan alto, que caí en picado desde aquel techo.

Y nos llevó a la sala Kasmijá...
Abrió las puertas y entró aplaudiendo, contagiando alegría a la vez que llamaba a las musas para que hicieran su entrada.
Entraron en la sala, inundándola de color y calor, de chillidos y silbidos, imitando a los gritos de batallas en pleno desierto, moviendo caderas y pechos, a la vez que invitaban al aplauso.
Animados todos, bailamos con ellas, agarrados a sus velos, intentando imitar aquellos movimientos imposibles de caderas y vientre.
Fue tan divertido, que nos animamos y reímos, unos con otros y unos de otros.
La chicas tenían en sus dedos crótalos, unos pequeños platillos de bronce, que tintinearon, haciéndolos sonar para anunciar la entrada de Eli.
Parando en mitad de la sala, formando un camino de velos y tules de colores vivos.
Eli, hizo su entrada, bailando las caderas. Beledi, sensual, lento, sutil.
En sus ojos la tristeza, todos teníamos a alguien allí, Eli... no.
Mi reacción.- Parad la música.
Salí corriendo a su lado, la abracé, le cogí la mano.- Tu siempre con, mamá.
Y sonrió tan abiertamente que nos enamoró a todos, bailó como nunca. Riendo, con la mirada al cielo. Mientras su cuello y su cuerpo se ondeaban, elevaba las alas para volver a bajarlas, dibujando flores en el aire, con los dedos.  
Se acercaba a todos, invitando provocadora, para luego rechazarlos con golpes de caderas.
Fue tan mágico, estuvimos tan cerca del Cairo, del desierto, que creo que todos nos sentimos protagonistas de la mil y una noches...
Mi princesa, mi amiga a mi lado...
Habíamos pactado que ella descubriría su sala, aun sabiendo que muchos de los suyos, aun no lo sabían... Que sería... descubrirse ella y a su princesa, aun así, tuvo todo el valor del mundo. Lo hizo.
Lo hizo dedicando unas palabras en la puerta, antes de abrir, agradeciendo el amor de su niña. Pidiendo perdón sin tener porque hacerlo, porque ella era tan bella, es tan bella, por dentro y por fuera, que quien no la quiera por eso, es un miserable. Quien no la entienda ahora, entenderá con el tiempo. Porque el amor no tiene sexo.
El amor se siente o no, nace de una simple mirada, nace de la calidad y de la calidez...
Mi niña, pasó el momento más duro, mirando los ojos de su madre, no pude evitar llorar. La quiero tanto que no quiero verla sufrir, ni un poquito.
Su madre la consoló, se llevó un dedo a los labios, haciendo el gesto del silencio.- No tienes que explicarme nada, te quiero y nada más.
Dio media vuelta y con ambas manos, abrió la puerta de golpe, nos invitó al dulce rosa... a la belleza de las flores, con aroma a fresas, el aire se mascaba con sabor a pastel.
Y las notas que salían de aquel piano...
La pianista tocaba una de mis canciones favoritas... - Ves, de Sin bandera.
Sorprendentemente, cantaban Anna y su hermana pequeña... Luda.
Había viajado a España para estar con su hermana, unos días. Ella no la había abandonado.
Y aquellas voces, esa canción en la voz de dos mujeres con acento ruso, preciosas.
Llevaban unos vestidos palabras de honor, largos, llenos de capas de tul, abombados, arrastraban por el suelo, en rosa chicle. Y el suelo estaba lleno de pétalos de rosas.
Anna me pareció más alta, más bella y como dice la canción... puedo hacerte temblar cuando escuchas mi voz... todos temblamos.


viernes, 30 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 19








Con un equipo de dirección que me derretía, tengo que reconocerlo. Nuestro David, director general, no hubiéramos dado un paso sin él. Es el mejor luchador de la vida, que he conocido.
Administración, ya lo sabéis, mi hermana Mariví:
Mi hermana ha sacrificado sus días y su vida por sus hijos, fue madre muy joven, nos regaló a mi Esther. Es inteligente, práctica, cabezota a más no poder, pero con un empeño y un tesón, increíbles.
Ella me enseñó de pequeña, casi todo lo que debía aprender, con una antelación de dos cursos, me ayudó a estudiar a mí y a sus amigas. Es una pena que no tuviera la oportunidad de estudiar una carrera. No os podéis imaginar la capacidad que tiene, lo fácil que resulta hacer las cosas a su lado, tiene soluciones para todo.
Es excelente como madre, una de las mejores hijas, no podía haber tenido ni hubiera querido otra hermana y como persona... chapó.
Ayudada por mi amiga Sara, que se encargaba también de las gestiones externas. Por su presencia y saber estar, una relaciones públicas, única.
Que os puedo decir de mi amiga Sara, compañera de batallas en la adolescencia. Yo he vivido dos épocas de libertad, cuando me supuraban las espinillas, jajajaja y tras mi divorcio. En las dos, ha estado a mi lado, nos queremos como hermanas, su familia y mi familia están unidas por nosotras: Mi Lole, su madre, es un poquito también la mía. No olvidaré en la vida, la madrugada que dormimos abrazadas en el portal de tu edificio, en el escalón, esperando que alguien nos abriera el portal.
Fuerte como un roble, decidida, organizada, educada y con mucho estilo, Sara León Flores, a pesar de criarte, educarte, donde y como se dieron las circunstancias, ole por ti, amiga de mi alma, en mi "SoloAlas" no podías faltar.
Aderezo, maquillaje, música y vestuario. Encargada de que todos estuvieran impecables, de que no fallara nada en cada ritual. Mi sobrina Esther, cuantos días de risas nos ha dado y nos da.
La más digna, emotiva, emocional, ha heredado el arte que llevamos en nuestra genética, andaluza, toreros, bailaoras y poetas. Sincera, integra, verdadera, en ella no hay nada que sea de mentira, no hay nada que se pueda plastificar. Mi niña de mi alma, hoy en día una mujer y que mujer... Los tíos sois idiotas.
Recepción y recibimiento, Patricia, mi Princesa y a veces yo... La atención al placiente, tanto por teléfono, como directamente, debía ser cercana y humana. Ellas llevaban el equipo de recepción y recibidor oculto.
Mi cuñado Pepe y mi hermano Salvi poco después, llevaban todo el equipo de mantenimiento y seguridad. Técnicos de luces y sonidos, vigilantes, etc.
La loca creativa, la madre, la inquieta soñadora... Una servidora. Cristina SoloAlas Sánchez y Moreno, porque mi Moreno, no me lo quita nadie...
Abrimos las puertas, con una fiesta un poco original, invitamos a todos nuestros amigos íntimos, a las personas que no podían faltar, a los nuestros. Arriesgándonos una vez más, a alguna mirada inquisidora... Curiosamente, todas fueron de fascinación.
Me pasé toda la noche llorando de alegría, no podía evitar emocionarme, en cada sala, cuando abríamos las puertas y los musos, nos recibían en sus salas, con copas de champan o algún coctel y algo para picar. Lo que yo no esperaba y eso fue lo que causó mi emoción intensa, es que organizaran sorpresas a mis espaldas. En cada sala, me dejé un suspiro y alguna lágrima, yo y todos los que asistimos al espectáculo.
La fiesta la organizó David, no me dejaron ni protestar por ello...
En recepción y todos vestidos con nuestras mejores galas, fuimos recibidos con el humor y el amor, de una pequeña actuación de dos payasos, mágicos. El poder de una nariz roja...
En esa primera media hora, nos hicieron receptivos, nos adecuaron el corazón a la sonrisa, sin darnos cuenta, nos prepararon para admitir y aceptar, mucho más de los que estábamos dispuestos.
Bromeando con el sexo, haciendo posturas entre ellos, regalándonos magia que salía en forma de palomas blancas, de entre las cinturas elásticas de sus pantalones rojos. Recitando y cantando, cosas mías en tonos burlescos y de risa, alguno exagerando el llanto. eso hacía que nos matáramos de la risa.
Al finalizar, ellos mismos, nos abrieron la puerta de la sala Cielo...
Todavía impactados, pero fue como si se nos sanara el alma. Una sonrisa nos adornó la cara, a todos, al ver aquellos ángeles, dibujados maravillosamente en la pared.
Sonaba una canción de fondo... I Believe I Can Fly.
Selena, apareció con una bandeja de nubes "Golosinas". Con un vestido blanco, largo, del estilo de una Diosa romana, del que nacían unas alas, enormes, preciosas, con plumas y brillantes. Parecía un ángel, lo era, un ángel travieso y pícaro.
Nos sonreía mientras iba ofreciendo de la bandeja.
Yo iba explicando lo que sentía, se me venían mil cosas que decir a la cabeza, sin llegar a exponer correctamente, lo que significaba, lo que ofrecía aquella sala. Decidí callar, al ver a todos mirándome de frente, esperando una actuación.
Y como en cualquier escenario del mundo, dejé de hablar para actuar.
Me acerqué a Selena, acaricié sus alas, la miré a los ojos, mientras retiré la bandeja de sus manos, ella sonrió asintiendo.
Selena, subió la música, utilizó los brazos aleteándolos con dulzura y suavidad, de un lado al otro, ondeantes. Se despojó de las alas, dejó caer el vestido al suelo, con unas braguitas minúsculas blancas y sin vergüenza alguna, con los pechos al aire, fue acariciando nucas, brazos y manos, caras, soplando suavemente. No quedó nadie en aquella sala que no recibiera un gesto erótico de Selena.

Mi madre, sonreía divertida, estaba más entusiasmada que yo, mi "SoloAlas" le encantaba... Y a mí me encantaba ella.

jueves, 29 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 18


A Eli, no la encontramos por casualidad. Nos costó varias semanas, deambulando por clubs nocturnos, donde se ofrecían espectáculos de este tipo, anunciando bailarinas insinuantes, magistrales, pero siempre salíamos de allí con los hombros bajados, no encontrábamos a nuestra Eli.
Alguna podía acercarse, alguna podía parecérsele, pero yo tenía a mi Eli en la cabeza, ya la conocía, ya la intuía, pero no la adivinaba en ninguna mujer de las que vimos. A mi cabeza venia una y otra vez, mi amiga Sofía, aquella que me descubrió este mundo, que me lo enseñó y que me dio la oportunidad, primero de soñarlo, luego de disfrutarlo y por último, hacerlo realidad. No podía ser distinta a ella y porque ella ya había abandonado el mundo de los masajes, si no, se lo habría propuesto.
Eso hizo que ninguna me pareciera bien, que me negara a escoger a cualquiera.
Y cuando casi me había rendido, la vi.
Danzaba en el coro, tras la bailarina estrella, apenas se la veía... Todas sonreían y expresaban sensualidad con su cara, con sus manos, con su contoneo. Eli no, ella se mantenía seria, con la mirada fija, casi con desgana.
El contoneo de su cuerpo era el más visible, sus caderas eran azotes a la realidad y no ofrecía su vientre y sus pechos, regalaba sus alas, derramándolas por el suelo del escenario.
.- Quiero que sea esa rubia.
Patricia que sabía perfectamente lo que buscamos, asintió con la cabeza.- Si nena, es ella.
Al mirarla, me di cuenta de que Patricia tampoco podía despegar los ojos de Eli.
Al terminar la actuación, Patricia se levantó y fue directamente hacía ella, un seguridad le impidió el paso a camerinos  y ella con su desparpajo, sacó un billete de cien euros y le dijo.- Solo será un minuto, guapo.
Lo dejó con la boca abierta, sonriéndole, igual que ella a él y la dejó pasar a buscar directamente a Eli.
Al tenerla de frente, le preguntó el nombre, ella dijo.- Eli. Sin más, sin apellidos. Patricia le entregó una tarjeta, explicándole que queríamos verla al día siguiente, que le interesaría la propuesta.- Solo tienes que decirnos lo que quieras de ti. No preguntaremos más.
Salimos de aquel sitio locas de contentas y directamente a emborracharnos con un par de cervezas, porque no necesitábamos más, en nuestro sofá, para después dormirnos agustito.
Al día siguiente y a primera hora, sin esperar que fuera tan pronto, Eli estaba en la puerta del "SoloAlas".
Aparcamos el coche y la vimos, yo le dije a Patricia.- Abre tú, yo me voy a tomar un café con ella.
Y eso hicimos, apenas un saludo cordial, la invité a pasear hasta la cafetería y lo hicimos en completo silencio.
Me senté frente a ella, le expliqué un poco como era nuestro "SoloAlas" sin entrar en detalles, de que se trataba el trabajo y lo que quería de ella.

Como casi todas las musas que habíamos contratado, me dejó perpleja, asegurándome con más intensidad que nunca, que tenía que ser ella. Yo no aceptaría un no, de nuestra Eli.

No hicieron falta palabras, me llevé a mi Eli, al "SoloAlas", le di la mano, agarrándola, fuerte, mientras regresábamos por la calle paseando.
Le enseñé su casa, le presenté a su familia y por primera vez, la vi sonreír...



El "SoloAlas" estaba listo para su inauguración, por el tipo de servicio que ofrecíamos, por los placientes, teníamos que ser muy discretos. A pesar de que mis ganas y mi entusiasmo, quisieran gritarlo a los cuatro vientos. No podía, hubiera espantado a los placientes. Sobre todo porque la gran mayoría serían hombres de negocios, con una posición respetable y casados...
Así que... solo breves anuncios en la red, con la página web del "SoloAlas" y poco más.
No esperábamos una avalancha de clientes, lo primero que expliqué a todos, era lo difícil del comienzo de los nuevos retos. Lo que cuestan las cosas, el valor que hay que darle a cada gesto, a cada mirada. Lo único que pedí fue honestidad, siempre, por mucho miedo que nos diera enfrentarnos a la verdad. Si veía un gesto forzado, si no me transmitían naturalidad, ni a mí, ni a los placientes, no dudaría en sacarlos de aquel barco.
Lo mismo que ofrecí mi mano, para ayudarles, para que acudieran a mi directamente, en cuanto se sintieran atacados, heridos o lastimados, de cualquier forma, sobre todo en su propia dignidad. Y si eso ocurría y el placiente no retrocedía, jamás volvería a poner un pie en nuestro "SoloAlas".

miércoles, 28 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 17



Que orgullosa me sentía de mi misma, creo que aquella sensación no la había sentido nunca. Mi "Soloalas", nuestro, era una verdadera pasada. Entrar, ver el ambiente que había, que se mascaba en el aire, las sonrisas regaladas por todas partes, el lujo de ser atendido como el mismísimo Dios, un trato exquisito. Un lugar donde  poder ser tu mismo, sin tener que mentir, solo jugar con el erotismo y el deseo.
Nos quedaba una sala, la última, la sala Árabe. En Marbella esta sala no podía faltar y tenía que ser un pequeño oasis con olor a incienso y té.
La sala Kasmijá:  أجنحة: Alas en Árabe...
La sala estaba llena de color, amarillos, azules y morados en todas sus tonalidades.

Al fondo, ilustrada, una bailarina de la danza del vientre:



Una lámpara andalusí gigante, central, de cobre labrado y calado, con cristales de colores, colgaba del techo. De ella nacían grandes tiras de velos, en azules celestes, que colgaban hasta las paredes laterales,  el velo caía deslizado hasta arrastrar por el suelo. Imitando la unión del cielo y el río, que muere en la tierra en forma de cascada.
El agua, estaba representada, con gotitas de cristal brillante, pegadas a los velos y a las paredes.
Esparcidos por el suelo, pétalos de flores y frente al dibujo, un pequeño círculo de cuatro grandes cojines, con una cachimba central.
El ritual estrella... Beledi.
El Beledi es una danza sofisticada y muy sensual, que se baila principalmente en el Cairo.
El placiente ataviado con chilaba, era transportado a oriente, recibido por varias musas que hacían las veces de anfitriones y ofrecían té y dulces típicos y le invitaban a sentarse en el habitáculo, acompañándole.
Las musas usaban como atuendo el bedlah "uniforme", pequeños sujetadores y "caderin "cinturón ajustado a la cadera, adornados con cuentas o monedas" y pantalones estilo harem, de gasa transparente, en colores vivos.
Mientras el placiente tomaba el té, ellas situadas a los lados, le acariciaban y besaban sin desnudarle. Los besos eran superficiales, besaban por encima de la chilaba de seda, acariciaban de la misma manera, no rozaban la piel. Si entrelazaban los dedos del placiente, para mantener sus manos ocupadas... sutilmente.
Alternaban besos y caricias, mezclando bocas y manos, hasta transportar al placiente a ese estado de locura consciente, que solo te ocurre cuando te entregas al destino.
Sonaba el tintineo de unas caderas, provocando la reacción del grupo, parando y dirigiendo la mirada al centro de la sala. En penumbras, rodeada de magia, un aurea sensual... Eli.
Eli, era la musa de los siete velos, espectacular, no solo por su físico, por sus movimientos, por la intensidad de su mirada, por la perfección de sus alas.
Rubia de curvas pronunciadas, con un vientre insinuante, las caderas y el culo para perder el juicio.
Con los dedos finísimos, al chasquearlos, golpeaba con la cadera al lado, con tanta intensidad, que jurabas que había herido al aire.
Y comenzaba a danzar el bedlah, acercándose, contoneándose, con posturas imposibles para el resto de la humanidad.
Ataviada con un sujetador blanco, adornado con cuentas de plata, del que colgaba el símbolo de la fertilidad femenina, hasta casi rozar su ombligo. El caderin, de gasa transparente, en rosa con las mismas cuentas, que tintineaban como pequeños cascabeles... Del que nacían capas de velos, rosas y blancos. A pesar de llevar encima más de veinte velos, por la finísima tela se descubría el entorno de su piel... Descalza. Una serpiente en mitad del oasis.
Iba desprendiéndose uno a uno de sus velos, cada vez más cerca del placiente, a la vez que el resto de las musas iban retirándose... una a una. Sin llegar a darse cuenta... se había quedado solo, solo frente a Eli. Ella con el último velo, le rodeaba el cuello y lo arrastraba hasta su boca. Sin llegar a besarle, se quedaba ahí, parada en el tiempo, mirando directamente el infinito de los ojos del placiente, con la boca entreabierta... en silencio jadeante. Si el placiente intentaba besarle, Eli paraba su boca, con un dedo y siseaba...
Sin dejar de soltarle el cuello, lo llevaba al futón, le pedía que se tumbara, terminaba de desnudarse, en pie y sin dejar de contonearse.
Con ese mismo vaivén de caderas, se arrodillaba, y esparcía el aceite, aceite de almendras dulces...
La serpiente, se retorcía, envolvía, contraía, hasta rodear el cuerpo del placiente, para acabar con su presa por constricción.
Encima del placiente, en posición contraria, con las piernas abiertas, las manos y boca, muy pegadas al pene, retorcía, contraía y exprimía con los dedos, hasta acabar con su presa, derrotándolo con el más placentero de los orgasmos.
Limpiaba dulcemente y desde la misma posición, arrastraba su cuerpo hasta el fin del mundo de aquel futón y se marchaba sin mirarle, recogiendo uno solo de sus velos, y rodeándose el cuello con él.
Las musas acompañantes, se reencontraban con el placiente para llevarle al baño árabe, la habitación contigua.
Allí se bañaban con él, desnudas, esta vez sí acariciaban y besaban piel. Y como la vez anterior, lo abandonaban una a una, hasta dejarle solo y en silencio...

martes, 27 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 16


Fotografía de: Miriam Franco Perez.


La parte alta del "SoloAlas", nuestra segunda planta, una zona con acceso restringido. A la que accedías, por una escalera de subida desde el pasillo interno que bordeaba la cristalera del Jardín.
Con la misma amplitud que la parte baja, con varias habitaciones muy amplias y una habitación pequeña, la habitación de los recuerdos que se cuelgan del techo, donde almacenábamos restos de decoración y aderezo.
El ropero...
Un verdadero caos, percheros con ropa colgada que había que ordenar y organizar continuamente, con la ropa llena de etiquetas cogidas con agujas.
Varias lavadoras y secadoras a un lado, con una zona de planchado, en la que siempre habían toallas amontonadas, formaban montículos, daban ganas de abrir los brazos encima de ellos, dejarte caer y tumbarte en ellos. Bueno alguna vez lo hicimos...
Máquinas de coser, cestas con ropa doblada, con letreros... Baño 1, baño 2, kimonos Zen, etc.
Baños y camerinos...
Filas de tocadores donde maquillarse, perfectamente clasificados, con taquilla personal incluida.
Tuvimos que adaptarlo para tener un pequeño gimnasio, un par de máquinas de entrenamiento y un par de barras de baile, allí ensayaban y se entrenaban.
Y un par de baños, con platos de ducha.
La salita...
A veces los musos pasaban alguna hora sin hacer nada, en aquella habitación había colchonetas de descanso, donde dormían o practicaban ejercicio y yoga. Algún sofá donde relajarse y varias mesas donde poder disfrutar con los portátiles. Todo sin orden, en penumbras, solo iluminado con pequeñas lamparillas de pie, que se podían trasladar. Allí el respeto a quien descansa era imprescindible, solo lo rompía el telefonillo de recepción, para avisar de algún improvisto.
El comedor...
La habitación más iluminada, el frontal, era parte de la cristalera de entrada del "SoloAlas". Una única mesa en el centro, inmensa, si podíamos, comíamos o cenábamos todos juntos, o al menos los máximos posibles. Allí discutíamos imprevistos, exponíamos ideas, relatábamos anécdotas, algunas nos hacían escupir la comida de la risa.
La cocina a un lado, microondas, neveras, muebles de almacenamiento de alimentos, cada uno con los nombres etiquetados, regla imprescindible, no coger nada de otro, sin su permiso.
Al otro lado una mesa pequeña, una mesa donde aclarar dudas, donde exponer los miedos, donde zanjar discusiones, no se admitía levantarse de ella, hasta no haber solucionado lo que provocaba que te sentarás e invitaras a otro a hacerlo, allí.
Y allí me senté, nos sentamos, durante tres días seguidos, Andrea y yo, a solas, mirándonos a los ojos, escuchándonos con respeto, con interés, "el verdadero interés".
Andrea: La Morenaza... así la llamaban los placientes.
No pregunté, no me gustan las preguntas, me gusta lo que la gente quiere que sepas de el mismo, sin más. Pueden o no engañarte, pueden incluso adornarse, a mi eso no me importa, me importaba lo que ella quisiera regalarme de sí misma y si no quería regalarme nada, no iba ser yo quién la obligara.
Así que para romper el hielo, comencé yo... Había contado tantas veces la historia de mi vida, que ya estaba un poco harta de hacerlo. Ni de coña le iba a contar la historia de la abandonada...
Le hablé de las sensaciones que estaba teniendo, de lo que estaba disfrutando con nuestro sueño. Lo poco que me importaba que me juzgaran y lo segura que estaba de que los míos me apoyaban en todo, fuera lo que fuera, sabían perfectamente que lo que hiciese, lo haría con el corazón, sin eso, no habría dado ni un paso.
Le conté que cuando vi mis fotos por primera vez, medio desnuda, en la página Web, como musa. Justo el día después de cumplir cuarenta y tres años, se las enseñé a los míos y juro que me dieron ganas de colgarlas en Facebook.
Soñaba con tener aquellas fotos en el salón de casa y mirarlas ya anciana, para ver lo hermosa que se me veía, todavía con esa edad.
Ella reía, que ojos más bonitos, cuanta pureza transmite... Una luz interna la ilumina, estoy segura de ello.
Cuando ella quiso, cuando le surgieron las palabras naturalmente, me habló de lo que ella creía más importante que yo supiera.
.- Desde pequeña mi pasión ha sido bailar... sonreí pensando, una casualidad más... Por desgracia, no todo el mundo triunfa en ese mundo. Estudié Ballet clásico, flamenco y funki... de nuevo sonreí.
.- He trabajado como gogó, como strippers y... ahí, hizo una pequeña parada, parada que borró su sonrisa.
Continuó...-  Me he prostituido, no sé porque lo hice, no sé como llegué hasta ese día, estaba sumida en un mundo de drogas y alcohol, mundo que hace muy poco que intento dejar, aquí creo que seré menos puta...
Mi contestación, todo el mundo se prostituye de alguna manera, en alguna forma, pero tienes razón, aquí somos un poco menos putas, aunque si hay que serlo, lo seremos, seremos las más putas, por lo menos yo...
Eso provocó una carcajada en Andrea...
.- No tienes que preocuparte Andrea, yo he follado por un pequeño gesto de amor, por un plato de comida y palmaditas en los hombros, durante años, con el mismo hombre, bueno yo le amaba... me excusé.- Pero él a mí, hacía mucho que no me hacía el amor... ósea que también he sido puta y de las baratas. Me siento orgullosa de ello.
Continuamos nuestras conversaciones, hasta el tercer día, yo estaba segura de mi Andrea, me enamoré de ella, de su persona, de su valentía, una niña más... La quise y quiero conmigo, en mi "SoloAlas".
La historia de Andrea me conmovió en cuanto a lo que se refería a la dependencia, al valor que estaba mostrando, por querer dejarlas, no probaba ni una sola gota de alcohol.
Eso hizo que en la parte alta del "SoloAlas" prohibiéramos hasta las cervezas, por respeto a ella...

lunes, 26 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 15




Nos quedaban dos salas cerradas por abrir, pero ese día decidí cambiar completamente una de ellas, escuchando reproches y advertencias de mi hermana y Patricia.- Estás como una cabra!!! ya estaba todo listo, la musa escogida, ¿Qué vamos a hacer con todo esto y con la pintura, etc.?
La pintura de Oscar se dejaría, era perfecta, solo había que cambiar el tono de las paredes, la decoración y la musa, cambiarla no, buscar otra más. Porque para la nueva sala, era imprescindible que fueran dos pájaros en el cielo...
.- ¿Y qué tiene que ver el dibujo con dos pájaros en el cielo?, Nena, me estoy cabreando, o me lo cuentas o me piro. Mi patricia amenazaba con irse continuamente, es más, lo hacía, llegaba a la parada del autobús y volvía con los ojos emocionados, preguntaba.- ¿Tu me puedes llevar a Fuengirola?, nena. No podíamos evitar descojonarnos, acabábamos muertas de risa y llamándonos tontas, la una a la otra.
Ese día le dije solo dos cosas que iluminaron su sonrisa.
.- Esta sala es tuya, ponle el nombre que quieras, decórala como se te antoje. Eso sí, hazlo viajando continuamente al momento en que mirabais por el cristal.
Su respuesta.- Uff, voy a estar cachonda muchos días.
A la semana justa, me tapó los ojos, me había prohibido asomar la nariz, recalcando continuamente.- Ni se te ocurra espiar!!
Me llevó a la puerta de entrada y las abrió, me introdujo lentamente, hasta situarme en el centro, volvió a cerrar la puerta, puso la música y me destapó los ojos...
El dibujo seguía allí, en la pared central:
Un universo inmenso, lleno de estrellas y planetas en oro y plata, brillantes, con el fondo en negro intenso.


Un único espejo cubría totalmente el techo, al igual que en las paredes laterales. Con el efecto óptico, de estar allí mismo, rodeado de estrellas, de planetas. Oros y platas inundaban la sala.
El suelo era de moqueta color plata, increíble...
La música me envolvió, jazz. Saxo y piano, tan sensual, tan insinuante...
Cuando mis ojos se acostumbraron al maravilloso entorno, volvió la Cris creativa, tenía que reconocerlo, Patricia no pudo hacerlo mejor.
El flutón estaba bajo el dibujo, una colcha plateada. Al tacto te dabas cuenta de que era metal, metal tan finamente trabajado, que parecía seda pura. Como cojines, dos círculos enormes, de plumas pequeñas negras... precioso.
A un lado un altar cubierto con la misma tela de la colcha, de varias alturas, lleno de porta velas de distintos tamaños y formas, en dorados, negros y platas, en representación desordenada, pero solo verlos encendidos... una maravilla.
Dos barras verticales, de baile, separadas la distancia justa para no entorpecerse. Tras las barras al fondo, la puerta de entrada de las musas, simulada de espejo.
Al otro lado, una mesa baja, rectangular, negra, rodeada de pufs del mismo tono.
Sobre la mesa, un regalo... me emocioné, mi primera, bueno mi segunda, porque la primera la destruí, mi novela... Bailar para ti. Publicada e ilustrada, una única pieza de edición, tal cual, sin corregir, con la portada plateada y con una zapatilla de ballet dorada de puntilla, en forma de relieve...
No pude evitar acariciar la portada, lentamente, la mojé con una lágrima. Patricia me apretó fuerte el hombro. La abrí por una hoja cualquiera, intenté leer, pero ya sin gafas era imposible.
Y mis gafas al otro lado...
Patricia me las puso, mirándome, besándome en los labios... -Estás guapísima...
Leí.
Había un sendero entre viejos sauces, era otoño, el camino estaba lleno de hojas caídas, el atardecer se teñía de marrones y el aire, olía a tierra húmeda.
Al final del sendero, un viejo caserío de piedra, yo jamás había estado allí, tenía la sensación de estar perdida, de buscar algo, no sentía miedo, al contrario, estaba maravillada por el paisaje, por la luz del sol, que cayendo, se filtraba de entre las ramas desnudas de los arboles.
Mis ojos completamente abiertos, mientras recorría el sendero, las yemas de mis dedos, paseaban por las cortezas duras y ásperas de los sauces, me encanto la sensación de acariciarlos.
El aire estaba frío, ya se notaba la entrada del invierno,  yo llevaba tan solo un jersey de lana fina y un viejo vaquero, sentí que el frío se colaba por los pequeños agujeritos de mi jersey, haciéndome estremecer. 
Sin querer me abrace, comencé a sentirme un poco mas sola, pero la sensación no me dio miedo, te llevaba en el alma, aunque no te viera, no estabas presente, me sentí acompañada por mis sentimientos. 
Divertida, extraña, sintiéndome un poco especial, mire al cielo, reté a ese Dios, diciéndole, párteme en dos si quieres, pero no lograras arrancar de mí este sentimiento, pecado, he pecado, ¿y qué?, ¿nos hiciste tu imperfectos?, le lance un beso con mis dedos. 
Miré el techo y reté a ese universo. Todo aquello, con tan poco mobiliario, era inmenso.
El nombre que había escogido Patricia para la sala... Universo.
Y el ritual estrella... Bailar para ti.
Para mostrarme el ritual estrella, me dijo.- Nena, yo no sé contártelo, es mejor que lo veas...
Nos sentamos en los pufs, de cara a las barras y pulsó un pequeño mando. Se me abrió la boca de par en par.
.- Coño! ¿Hasta mando a distancia?... jajajaja, no pude evitar reírme.
Se me cerró la boca de golpe. Del techo... con minúsculas aberturas en formas de círculos, inapreciables en el espejo. Se deslizaban, finísimas cadenas de brillantes diminutos, que bajaron hasta colocarse a distintas alturas.
La música se reiniciaba y la puerta de espejo se abrió hacia un lado automáticamente.
Hicieron su entrada, las musas... a Andrea ya la conocía, la habíamos escogido para la sala descartada. La seleccionamos, por su cuerpazo, por su pelo negro largo y sus ojos azules, enormes. Tenía unas tetas de infarto, naturales, bien puestas y grandes. Pero no tenía ni idea de que había sido strippers y sabia bailar la barra.
La otra, pregunte su nombre... Zaira, me pareció increíble la casualidad, mis dos sobrinas pequeñas se llaman igual que ellas, no pude evitar sonreír entusiasmada, eso era una buena señal.
Zaira, era un poco más baja, con el pelo largo, negro también, rizado, tirabuzones y bucles desordenados de una forma original, una melena preciosa.
Sus pechos parecían más pequeños, luego lo comprobé, pero igualmente hermosos, aunque los de Zaira estaban claramente operados.
Iban vestidas con unos monos de media negra, ajustados y transparentes. Una sola pieza, con cortes, arañazos, simulando haber sido desgarradas por una fiera. Maquilladas con lagrimas en brillantes y negro, labios en plata con serpentina. Zapatillas de ballet... doradas.
Ver sus siluetas totalmente definidas, enfundadas, dejando entrever los pezones y el resto del pecado que prometían. Dejaba una sensación de miedo por perder la cordura, adherida al estomago.
Saludaron a modo de bailarinas, en plié. Y Danzaron las barras, en perfecta coordinación, girando, bajando y subiendo a la vez. Hasta quedar de pie, una frente a la otra, posadas en las barras. Mirándose profundamente.
Zaira llevaba  un collar con una pequeña garra, una uña de plata. Arrancando con ambas manos, se acercaba a Andrea, tiraba de la abertura del cuello y rajaba por el centro lentamente, solo un trozo, luego con ambas manos desgarraba aquella media, hasta la altura de las caderas.
Le comía la boca, y luego las tetas. Se arrodillaba justo a la altura de la vagina, enterraba la cara en ella y por encima de la media lamia, con la punta de lengua.
.- ¿El placiente que hace? ¿Donde está en ese momento?, pregunté a Patricia, viendo que yo era incapaz de contenerme, un placiente, mucho menos...
.- ¿Ves las cadenas de brillantes?, asentí.
Y sacó de sus bolsillos, dos esposas separadas, con brillantes engarzados. No hacía falta decir más... Me lo imaginé, de pie, enganchado a esas cadenas, mirándolas, completamente empalmado.
Andrea se mantenía la abertura de piernas, de puntillas, mientras la otra musa, lamía y acariciaba con lengua y dientes. Con las manos, tiraba de las cintas doradas de las zapatillas y acababa de desgarrar el atuendo, dejándolo caer hecho añicos al suelo.
Andrea, alzaba las piernas a la vez, en forma de uve. Ayudándose con la fuerza de los brazos y el apoyo de los hombros de Zaira, bajo el culo. Elevándose hasta rozar las estrellas con las puntas de los dedos. Zaira seguía con la cara enterrada entre sus piernas, ya en pie.
Se separaban solo centímetros, los justos para bajar y mirarse jadeantes al ritmo de la música. Se repetía la maniobra, al contrario.
Ya desnudas, las dos se dirigieron a las cadenas, simularon desatarlas. Entonces Aeneas entró. Completamente desnudo y excitado, Patricia avergonzada se tapo los ojos riendo en bajito. Eso me sacó un poco de la imagen, pero sacudí la cabeza y disfruté del momento.
Cada una de una mano, lo llevaron al flutón y lo invitaron a tumbarse.
Se colocaban delante de él, justo debajo del universo en pie, una frente a la otra, sin dejar de mirase a los ojos. De algunas de las cadenas colgaban estrellas de cristal, que resultaban ser botellitas, con esa forma. Justo al lado de ellas… dos. Sin descolgarlas de las cadenas, las abrieron y dejaron caer el aceite de oro blanco liquido, por sus pechos, acariciando para extenderlo, una a la otra… El resto del aceite lo dejaron caer en forma de lluvia por el cuerpo de Aeneas.
Los masajes normalmente comienzan de pies a cabeza, pero este ritual era al contrario, ambas colocadas a la cabeza de él, arrodilladas, con las piernas entreabiertas, masajeaban un hombro, bajaban los brazos y entrelazaban los dedos, a la vez. Deslizaban sin entorpecerse, la una a la otra, definiendo el terreno de cada una, una mitad perfecta. Como línea imaginaria, el culo. Allí se recreaban con manos, pechos.
El placiente, en este caso Aeneas, tocaba y participaba, pero con la misma regla de siempre, sin introducir.
Bajaban y subían en dirección contraria, besándose entre ellas, tocándose, hasta acabar con esos mismos besos y caricias en los pies.
Eso produjo que Aeneas, se diera la vuelta automáticamente, para verlas de cerca, tocarse y besarse, tan de cerca que sentándose, se unió a ellas. Y formaron un círculo cerrado de caricias, de besos alternados, resultando imposible adentrarte en el, a no ser que, fueras aire…
Y así en círculo, se tumbaron, presionando las dos, el cuerpo de Aeneas, que se unió a sus pieles, confundiéndome, sin saber cuál de ellos era hombre y cuál mujer.
Levantado por las alas de las musas, guiado hasta las cadenas frente nosotras y esposado a ellas, Zaira se arrodillaba y colocando un preservativo, comió, lamió y bebió de su pene.
Andrea volvió a la barra de baile y así desnuda, giró y giró, hasta culminar en el orgasmo de Aeneas.
Desataron y saludaron, saliendo los tres del Universo, dejándome allí completamente invadida, con el pecho lleno de estrellas y los ojos tan negros como el fondo de aquel universo.
Patricia me había regalado mi Universo. Aquel donde los pájaros se hacen el amor, en pleno vuelo, donde bailé para... mi misma. Cuanto tiempo llevaba sin bailar...
Solo he sentido verdadero fuego interno, pasión pura, rabia y desconsuelo e incluso odio o me he permitido sentirlo, escribiendo y bailando.
Aunque con amor, pasión y entrega absoluta he hecho muchas cosas, casi todas, incluso a quien no lo merecía...
Cuando acabó el ritual, yo estaba completamente emocionada, por mi cara, rodaban lágrimas, la belleza me había encogido, sintiéndome una de las estrellas que había plasmadas en aquel maravilloso dibujo ilustrado de la pared.
¿De dónde habían salido aquellas bailarinas?, musas bailarinas, estaba segura de ello, por la perfección de sus movimientos, porque al alzarse no temblaban ni uno solos de sus músculos, flotaban en el aire. Cualquiera que haya bailado o ame el baile, sabe que hacer eso es imposible, si no es con trabajo duro, con horas y horas de ensayos, entrenamientos, años de carrera, de preparación física. Y ellas lo habían hecho...
No iba a quedarme con las dudas, quise saberlo todo de ellas, sus ojos y miradas me invitaron a hacerlo...