"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

viernes, 23 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 12


El ritual estrella de nuestra sala Infierno… Placer de oro…

Las reglas principales, el respeto al dolor, al ser humano. Se trataba solo de jugar, jugar a ser malos, jugar a dejarse dominar, solo representarlo.

La melodía acompañante… Gótica y tangos, el tango de Roxanne
Se recibían a los placientes, después de su baño, baño al que dirigíamos por una puerta trasera, y al que indicábamos por donde debían salir cuando acabaran… la puerta al infierno.
Los musos, vestidos en cuero negro y metal, ellas con faldas de tul y botas acordonadas bajas, medias de rejilla, rotas, las sumisas con collares de castigo, las amas con látigos en mano. Él con pantalón ajustado, pecho descubierto y capucha de verdugo.
Melody de diablesa, rojo intenso, con mono ajustado, abotonado hasta la cintura, dejando descubiertos sus pechos y aberturas en el culo, dejando ver sus cachetes.
Arrodillada en el flutón, mientras el resto bailaba, besándose, simulando dolor físico al hacerlo.

Cuando el tango de Roxanne finalizaba, Aeneas se dirigía al placiente, ofreciéndole en una mano látigo, en la otra… collar de castigo, ahí, en ese momento justo, el placiente debía decidir escogiendo uno de los dos objetos.

Si escogía látigo...
Sonaba... Santa María- Del buen ayre.


Las sumisas arrodilladas, se desnudaban lentamente, ofreciendo su carne, su piel, para ser torturadas, Aeneas y Aldora… amos, abandonaban la estancia.

Melody nunca dejaba…

Las musas sumisas, Clara y Bernabé, arrodilladas, caminaban hacía el placiente y rogaban tirando de la toalla, extendían por su cuerpo aceite, dejando caer con esponjas… cada una de un lado del placiente, subían y bajaban deslizando el cuerpo, pegando bien la pelvis a su cadera, masajeando en forma de caricias.
Manteniendo la mirada baja, se dirigían al flutón donde Melody seguía arrodillada. Ella ordenaba que le comieran las tetas, una cada una, mientras el placiente podía acompañarlas o simplemente mirar.
Melody se levantaba empujándolas a cada lado, y se dirigía reinante al placiente…- Son tuyas, haz con ellas lo que quieras, menos penetrarlas, eso lo haré yo... al final.
El placiente ya en el flutón, compartía la magia del roce de la piel con ellas, algunos mordían suavemente, otros pellizcaban pezones, las chicas se dejaban dominar, sin dejar de acariciar, sin despegar la piel de su amo momentaneo.

Melody observaba desde arriba, a veces excitándose tanto, que con el mango del látigo rozaba por encima del cuero, su clítoris, hasta correrse.
Otras debía intervenir si el placiente iba más allá y con el mismo mango, levantando la cara del placiente, gritaba un…- No, rotundo.

Cuando acababan el desliz, se retiraban a un lado del flutón, acurrucadas, observantes, Melody sin quitarse los tacones, ni la ropa, masturbaba al placiente, mientras ordenaba a una y a otra…- Tú bésale. Tú dale un pecho…
Y finalizaba en la piel de una de las musas  sumisas, ellas limpiaban sumisamente. Melody se dirigía a la bañera de champan, helada, se desnudaba, y se sumergía en ella, hasta ordenar. Marcharos…

Ya casi en la puerta, ordenaba.-  Quietos. A las musas.- Arrodillaros... y caían lentamente, hasta quedar arrodilladas a cuatro patas.

Salía del champan, sin secarse… se dirigía a ellas, les sujetaba el collar de castigo con cadenas que descolgaba del techo, he introducía los mangos de los látigos en sus vaginas.
Abandonaban la sala, las musas sumisas como fieras totalmente dominadas…
Melody agarraba tras ellas, las cadenas y látigos. Y bajando la cabeza a modo de saludo y aceptación, se despedía del placiente amo.
                            
Si por el contrario elegía ser sumiso… pobre…

Las musas sumisas abandonaban la estancia, de espaldas, con la mirada baja, casi arrodilladas, picaras y sonrientes.


Aeneas, colocaba el collar de castigo, sonaba Eros, de Einaudi.
Mientras la musa ama Aldora… lamía los pezones de Melody, mordía, mirando con odio al placiente…
El amo, desenganchaba una cadena, sujetando al placiente a ella, ordenaba al placiente situado frente la bañera, introdúcete en ella…
Musos amos, de pie, frente a Melody, se desnudaban uno a otro, besándose, acariciándose pechos, caderas, untando aceite uno a otro, hasta que Aldora se arrodillaba, he introducía en su boca el pene erecto.
Melody no dejaba de acariciarse los pechos, levantándose lentamente, dirigiéndose al placiente. Se desnudaba, delante de el, dejando ver a sus cómplices. Hacían el amor, se deslizaban uno a otro.
Se introducía en la bañera, agarraba la cadena sumergida y obligaba a salir al placiente.
Los musos amos, ya encima del flutón, esperaban ansiosos, la llegada, arrastrado por la cadena, del placiente.
Encima de la piel de este y una vez tumbado boca arriba, esparcían aceite sin miramiento, se besaban y acariciaban, obligándole a mantenerse inmóvil y observante. Extendían el aceite por el cuerpo del placiente, sin caricias, con movimientos bruscos, agarrando el pene… tirando de el.
Melody observaba, de pie, frente el, completamente desnuda, retando con la mirada, si eres capaz… muévete.
Cada uno a un lado, colocaban un preservativo al placiente y sujetaban sus brazos para inmovilizarle.
Melody recorría el cuerpo del placiente de pie, hasta situarse en la cabeza, obligaba al placiente a mirar hacia arriba, bajaba lentamente hasta quedarse en cuclillas, dejando su vagina, a escasos centímetros de la boca del placiente.
Se arrodillaba apoyando el peso de su pelvis en el cuello del placiente y comenzaba el desliz de espaldas, desde el cuello del placiente hasta los pies, haciendo rotaciones con el culo, para luego volver a subir, ya de frente y rotando con las tetas.
Restregando mientras gemía, arañando, mordiendo incluso, cada centímetro de piel del placiente. Al llegar al pene, se lo tragaba, pero solo los segundos suficientes que bastaban para torturar al placiente, sin dejarle eyacular.
Una vez terminado el masaje, lo dirigían los tres a la camilla de tortura, lo sujetaban a ella y deslizaban sus cuerpos por la piel del torturado sumiso.
Masturbaban turnándose, parando cuando querían para azotar levemente, con manos o con tiras de castigo.
Aeneas arrodillaba a Aldora, para penetrarla a cuatro patas. Mientras lo hacía, Melody acababa con el sufrimiento del placiente.
Llegado el clímax, todos paraban, desataban al placiente y abandonaban la estancia, señalando la salida… la misma puerta por la que había accedido.


Melody por desgracia, era en el único mundo en el que se sentía segura, en aquella sala infierno y entre nosotros, fuera de las paredes del “SoloAlas”… no tenía vida propia. Aunque si, identidad.

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