"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

sábado, 17 de octubre de 2015

"SoloAlas". El arte del erotismo. 5





Al ritual estrella, lo llamábamos... Batalla a besos.

Comenzaba con la entrada de la pareja a la estancia, los acomodábamos en el sofá y con nuestra retirada, se producía la entrada de María, por las cortinas de cristal. Entre sus manos, una bandeja con champan y chocolates.

Vestida de blanco puro, con un minúsculo batín transparente, en seda blanca, sin sujetador y las braguitas a juego. Realzando el moreno de la piel, moreno con brillantina...
Su melena castaña rojiza, en perfecto juego con el rojo de la sala, llena de tirabuzones grandes, entre ellos, pequeñas florecillas blancas, enredadas.
Sus zapatos, sandalias de tacón alto, engarzadas con pequeños cristales y atadas al tobillo.
Perfectamente maquillada, nadie podía jurar su edad. Con una sonrisa, tierna y amigable.
Depositaba sobre la mesita, la bandeja y se presentaba cordialmente. Les explicaba.- Voy a enseñaros a tocaros sin barreras, a descubrir cada detalle del otro, a llenaros con tu piel en su piel y a su piel, con tu piel.
Acogía las manos de ambos, formando un circulo de unión y recitaba...
La voz profunda y serena de María, terminaba por tranquilizarles.

El amor llegará a mí como llegan los pájaros a las mañanas, inundando el cielo, me arrasará la piel y los huesos, me vestirá de dama de noche, con perfume de azahar, y taconeará canciones flamencas para mí. 
El amor llegará montado en notas de música, cabalgando caminos de esperanzas, tejiendo y retejiendo abrazos para mí. 
Palabras que me sabrán a dulce de chocolate, besos a algodón de azúcar y caricias a miel. 
No habrá ni una nota de amargura, no existirá el dolor. El miedo será un mal sueño, olvidado... 
Pienso tocarle las palmas a ese amor, cantarle bajito al oído, agradecerle a diario su visita y amarle con todas mis ganas y fuerzas, hasta quedarme sin aliento, seca... 
Porque la vida me ha enseñado que... o amas con toda tu pasión y tu furia, con todas tus fuerzas, con la ilusión de un niño... o pierdes la batalla.


Y les acompañaba al baño, les daba indicaciones sobre el mismo y salía sonriente susurrando un… no tardéis mucho.
Cuando oía que ya estaban en la estancia, normalmente con las toallas anudadas a la cintura, volvía hacer su reaparición en escena, por la misma cortina de cristal, servía tres copas de champan, brindaban y les indicaba…- Por favor, ¿Quién quiere ser el primero en recibir?, una vez decidido...- Túmbate boca abajo y denudo, en el flutón.
María, se desnudaba a los pies del placiente tendido, he indicaba a su cómplice que hiciera lo mismo. Las ropas caían al suelo, compartía el aceite de romero. Mirando directamente a los ojos, jurándole con ellos, compartir únicamente ese momento.
En muchos casos, las parejas, temían que la musa pudiera gustarle más que ellos mismos, a sus compañeros.
Extendían el aceite de una manera un poco menos provocativa, por sus cuerpos,  luego por el cuerpo del placiente tendido.
Dos pases de presión de arriba abajo, haciendo que sus alas se detuvieran en el culo, dos pases de rotación, en los que los nudillos sirven de relajante y los mismos de fricción…
Llegaba el desliz, se deslizaban con el cuerpo bañado en aceite de romero y se transformaban en cuerpos resbaladizos, cuerpos que debían amarrar al suelo con la presión de los pies. Esos pases a las piernas, culminaban con el roce, la frotación circular, de los pechos, por el culo y el perineo. Sintiendo como el placiente tumbado se encogía de puro placer, para luego extenderse de pura excitación.
Casi bailando y al mismo compás, de las manos, invitaba a arrodillarse al lado contrario de la espalda, en el que ella se situaba, al placiente cómplice. Y así, de frente, entrelazaban los brazos, elevándolos por encima de la espalda.
Bailaban antebrazos y manos en conjunto, en rotaciones abiertas y cerradas, con una sintonía perfecta. Unían sus alas por las manos y haciendo la presión exacta, bajaban del cuello a los pies, masajeando, trabajando y derritiendo, cada músculo, dedicando mayor mimo a la zona del trasero.
María, se disponía encima del placiente  tumbado, de frente al espejo. En él se reflejaba su cuerpo, sentado encima de las caderas, con las piernas arrodilladas y abiertas, sus pechos... sabiéndose observada por ambos, los acariciaba.
Con las manos, dibujaba perfectamente la silueta de unas alas, sobre la espalda, acabando entrelazando sus dedos con los del placiente. Completamente adheridas las pieles. Asentía retirándose a un lado discretamente, para que su secuaz le imitara.
Se tumbaban de lado, manteniéndose entrelazados, los tres, frente al espejo lateral. María siempre atrás y navegaban las manos por aquel oleaje de piel, acabando en el cuello y susurrando dulcemente.- Ahora colócate bocarriba, por favor. Ayudando con un abrazo para conseguir la postura.
Bocarriba, siempre, es mucho más peligroso para las musas. Costaba mantener al placiente alejado, para no introducir en cualquier postura descuidada, eso en el caso de ser hombre. En el caso de ser mujer, las frotaciones en el clítoris, provocaban más de un orgasmo temprano, pero era el riesgo. María, sabía mantener las distancias…
Llegaba la batalla a besos, los placientes se besaban íntimamente, a veces con locura de puro amor, sin importarles la presencia de nadie. Y así, con besos y caricias entre ellos, María llevaba con sus manos, al orgasmo del placiente.
Repetían el ritual con el contrario…
Los últimos minutos eran para los placientes a solas, mientras María, se retiraba. La gran mayoría de las veces, ellos ni lo notaban.
Hasta que María, de nuevo, ya vestida y perfectamente maquillada, reaparecía para agradecerles y sonreírles…
Sus despedidas siempre eran cercanas, no tenía miedo al contacto humano, besaba a ambos, con un beso en los labios, con mucha naturalidad.

Cuando recibíamos a las parejas de vuelta en recepción, me encantaba verlos de las manos, a veces, incluso besándose tímidamente y llenos de amor.

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