"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

jueves, 29 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 18


A Eli, no la encontramos por casualidad. Nos costó varias semanas, deambulando por clubs nocturnos, donde se ofrecían espectáculos de este tipo, anunciando bailarinas insinuantes, magistrales, pero siempre salíamos de allí con los hombros bajados, no encontrábamos a nuestra Eli.
Alguna podía acercarse, alguna podía parecérsele, pero yo tenía a mi Eli en la cabeza, ya la conocía, ya la intuía, pero no la adivinaba en ninguna mujer de las que vimos. A mi cabeza venia una y otra vez, mi amiga Sofía, aquella que me descubrió este mundo, que me lo enseñó y que me dio la oportunidad, primero de soñarlo, luego de disfrutarlo y por último, hacerlo realidad. No podía ser distinta a ella y porque ella ya había abandonado el mundo de los masajes, si no, se lo habría propuesto.
Eso hizo que ninguna me pareciera bien, que me negara a escoger a cualquiera.
Y cuando casi me había rendido, la vi.
Danzaba en el coro, tras la bailarina estrella, apenas se la veía... Todas sonreían y expresaban sensualidad con su cara, con sus manos, con su contoneo. Eli no, ella se mantenía seria, con la mirada fija, casi con desgana.
El contoneo de su cuerpo era el más visible, sus caderas eran azotes a la realidad y no ofrecía su vientre y sus pechos, regalaba sus alas, derramándolas por el suelo del escenario.
.- Quiero que sea esa rubia.
Patricia que sabía perfectamente lo que buscamos, asintió con la cabeza.- Si nena, es ella.
Al mirarla, me di cuenta de que Patricia tampoco podía despegar los ojos de Eli.
Al terminar la actuación, Patricia se levantó y fue directamente hacía ella, un seguridad le impidió el paso a camerinos  y ella con su desparpajo, sacó un billete de cien euros y le dijo.- Solo será un minuto, guapo.
Lo dejó con la boca abierta, sonriéndole, igual que ella a él y la dejó pasar a buscar directamente a Eli.
Al tenerla de frente, le preguntó el nombre, ella dijo.- Eli. Sin más, sin apellidos. Patricia le entregó una tarjeta, explicándole que queríamos verla al día siguiente, que le interesaría la propuesta.- Solo tienes que decirnos lo que quieras de ti. No preguntaremos más.
Salimos de aquel sitio locas de contentas y directamente a emborracharnos con un par de cervezas, porque no necesitábamos más, en nuestro sofá, para después dormirnos agustito.
Al día siguiente y a primera hora, sin esperar que fuera tan pronto, Eli estaba en la puerta del "SoloAlas".
Aparcamos el coche y la vimos, yo le dije a Patricia.- Abre tú, yo me voy a tomar un café con ella.
Y eso hicimos, apenas un saludo cordial, la invité a pasear hasta la cafetería y lo hicimos en completo silencio.
Me senté frente a ella, le expliqué un poco como era nuestro "SoloAlas" sin entrar en detalles, de que se trataba el trabajo y lo que quería de ella.

Como casi todas las musas que habíamos contratado, me dejó perpleja, asegurándome con más intensidad que nunca, que tenía que ser ella. Yo no aceptaría un no, de nuestra Eli.

No hicieron falta palabras, me llevé a mi Eli, al "SoloAlas", le di la mano, agarrándola, fuerte, mientras regresábamos por la calle paseando.
Le enseñé su casa, le presenté a su familia y por primera vez, la vi sonreír...



El "SoloAlas" estaba listo para su inauguración, por el tipo de servicio que ofrecíamos, por los placientes, teníamos que ser muy discretos. A pesar de que mis ganas y mi entusiasmo, quisieran gritarlo a los cuatro vientos. No podía, hubiera espantado a los placientes. Sobre todo porque la gran mayoría serían hombres de negocios, con una posición respetable y casados...
Así que... solo breves anuncios en la red, con la página web del "SoloAlas" y poco más.
No esperábamos una avalancha de clientes, lo primero que expliqué a todos, era lo difícil del comienzo de los nuevos retos. Lo que cuestan las cosas, el valor que hay que darle a cada gesto, a cada mirada. Lo único que pedí fue honestidad, siempre, por mucho miedo que nos diera enfrentarnos a la verdad. Si veía un gesto forzado, si no me transmitían naturalidad, ni a mí, ni a los placientes, no dudaría en sacarlos de aquel barco.
Lo mismo que ofrecí mi mano, para ayudarles, para que acudieran a mi directamente, en cuanto se sintieran atacados, heridos o lastimados, de cualquier forma, sobre todo en su propia dignidad. Y si eso ocurría y el placiente no retrocedía, jamás volvería a poner un pie en nuestro "SoloAlas".

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