"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

domingo, 18 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 7




No pensaba en la sala frontal, quería reservarla para el final... pero era la sala ideal, justo detrás de recepción. Patricia estaba entusiasmada, esa sala también la quería para ella y lo sería...
La sala Cielo...
Mantuvimos las puertas acristaladas opacas, colocando únicamente, nubes en blanco, para hacerla parecer, mucho más intima.
Tenerlo claro, era divino, azul cielo y blanco... No tenía ni idea del dibujo de Oscar, y esperé. La espera mereció la pena..

Dos ángeles comiéndose a besos, uno con las alas rotas, el otro... intactas, acariciando las alas desgastadas con una mano, con la otra, acariciando en la entrepierna.

La paredes de un azul cielo, intenso, vibrante, lleno de nubes a la deriva. En el lateral derecho y en letras doradas... Gloria a.
Gloria a:
Gloria a los besos derramados, gloria a los deseos prohibidos...
A los gemidos que entonan canciones, a comerse el aliento...
A las caricias profundas, a cuando una mujer entrega sus pezones y el los saborea...
Gloria a esa mano que baja por la cintura, hasta adentrarse entre tus piernas...
A los momentos en los que cualquier postura en la que te encuentres, significa... entregarse.
Bendito... el momento en que te sientes agua, en que te derramas en la piel de otro.
Dulce dolor, el del calor que quema... justo donde quieres que te coman...
Maravilloso instrumento, aquel con el que tocas melodías llenas de provocación y deseo... tu cuerpo.
Bailamos y me traicionan mis piernas, quieren enredarte entre ellas...
Viajar subida a tu cintura, así llévame donde quieras...
Gloria al deseo, que arrodilla, que traiciona, que asusta...

Daban ganas de arrodillarte ante él, entregarte y dejarte llevar a la deriva, como aquellas nubes.
Y lo hacías, pero en el flutón, a la izquierda de la sala, extendido sobre el suelo, enmoquetado en el mismo tono azul de las paredes. Blando, de pluma de oca, recubierto con un cubrecama de pelo blanco, artificial. Con pequeños cojines, en tonos blancos brillantes, con lentejuelas y cristales en forma de lágrimas, bordados.
Las mismas lágrimas acristaladas que dormían por el suelo, algunas plumas de alas, las acompañaban.
Y velas, enormes velas, blancas, apostadas en grandes platos de cristal.
Al fondo, una bañera de porcelana, con las patas doradas, al estilo celestial: Bañera que llenábamos con sales azahar y jazmín.
El aceite utilizado, de jazmín.

Del techo, colgaban cintas rizadas en color blanco y cadenas doradas que sostenían porta velas de cristal.
Al igual que en el cielo o eso creo yo, no había nada ostentoso.

Mientras Oscar iba dibujando las paredes, a la vez que las paredes se iban llenando de nubes y más nubes. En aquella sala, tuve la misma sensación que años atrás.
En aquel sueño, te vi perfectamente, te sentí, sentado en aquella piedra, de fondo el prado verde. Y yo, tumbada, con la cabeza en tus rodillas, me acariciabas el pelo...
Me llevaste a una habitación llena de luz, tanta luz que dolían los ojos. Fue solo entrar, y me vestido rojo, se elevó por el aire, una corriente de aire desde los pies hasta la cabeza, haciendo que mi pelo volara, me sentí flotando...
Se oía jazz y soul. Alguna canción de Ashanti, R. Kelly, Cristina Aguilera, etc.
El ritual estrella de la sala Cielo… Gloria…
Me pareció el nombre ideal y lo confirmé cuando salían los placientes de la sala.
Este ritual se pagaba por adelantado, por si algún placiente no cumplía, firmando un acuerdo de que en caso de incumplimiento, se suspendía el ritual y no devolvíamos el dinero. Reglas, no podían insultar, decir palabras obscenas, ni introducir nada.
El placiente o placientes, eran recibidos por Selena.
Selena hacía su recibimiento sumergida en el jacuzzi, pedía a los placientes que tomaran asiento, el placiente se sentaba a observar como Selena se bañaba, como con el pelo recogido, frotaba espuma por brazos y cuello, como presionaba la esponja blanca, derramando agua en la boca y sedienta bebía de ella, asomando la lengua provocativamente.
Como elevaba el cuerpo hasta quedarse desnuda, recubierta de espuma y con la piel brillante, por el agua...
Bañaba sus pechos, su estomago, culo, y por último vagina, alargaba el brazo y le pedía al placiente…- Acompáñame. El placiente se desnudaba y adentraba en el jacuzzi con ella, capturado en ese momento, por el gris de los ojos de Selena.
Selena, bañaba con dulzura, con pureza, sin tocar genitales, todo el cuerpo, dejándose manosear y tocar, ahí llegaba el peligro, porque muchos querían sexo ahí mismo, Selena siempre fue firme. No lo consintió jamás.
Una vez secados los cuerpos, se tumbaban en el flutón, Selena colocaba un preservativo, lo hacia con naturalidad y se dejaban llevar por las caricias, ambos, podían acariciarse mutuamente, sin establecer por donde comenzar, incluso podía haber felación... eso dependía de ella. Pero jamás penetración, si frotación, Selena cabalgaba como nadie… sin llegar a ser penetrada.
Describir las caricias de este ritual es imposible, porque no había un patrón, no dependía de una guía, dependía única y exclusivamente, de las sensaciones que se despertaban en aquel instante, del deseo de ambos, puedo asegurar que Selena, no sabía fingir, no tenía por qué hacerlo.
Hubo placientes que la hicieron derretirse, literalmente, en aquel flutón. Al igual que los hubo, muchos menos, que la hicieron levantarse, mucho antes de la hora y pasar olímpicamente de ellos.
Cuando casi pasaba la hora, Selena se levantaba, abría la puerta contigua y de la mano arrastraba a Patricia a la sala, pedían al placiente mantenerse observante y comenzaba el show lésbico, mientras el mismo placiente, se masturbaba.
Entre ellas había una conexión absoluta, incluso sorprendiéndonos a todos, no fingían, se dejaban llevar y disfrutaban ambas, teniendo casi siempre, por no decir siempre… orgasmos.
Se comían las tetas, el culo, se acariciaban y besaban sin límites. Los pechos enormes de Patricia, a Selena la volvían loca… llegaban a tumbarse en el suelo para follarse, porque esa es la palabra… una a la otra.
A veces se excedían en el tiempo, pero no importaba…
Una vez acabado el ritual, salían de la sala por la puerta contigua, desnudas y de la mano.

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