"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

lunes, 19 de octubre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 8



Dos mujeres, pueden amarse, el mundo tiene que entender, que muchas mujeres se casaban con hombres, porque si ahora es difícil, imaginaos hace dos décadas. Buscaban hombres cariñosos, que cubrían su necesidades, buenos, pero no les amaban.
En su interior, deseaban el cuerpo y el amor de una mujer. Muchas de ellas han tenido hijos, hijos que han crecido con las dos figuras… paterna y materna, con familias alrededor, enfrentarse a ello, intentar que sus hijos no sufran, pero amar como una loca a otra mujer y querer llevar ese amor a oscuras, es un reto al que se enfrentan a diario.
Y simplemente a veces pasa de una manera casual, no lo buscan, ni tan siquiera llegan a planteárselo. Conocen a otra mujer, otra mujer que la seduce, conquista, alaga y mantienen un contacto que las dejan confundidas en principio, para reconocer que... se han enamorado como nunca. A ellas y a cualquiera que anteponga el amor al sexo de la otra persona, a mi amiga.
Mi amiga, a la que adoro con toda mi alma, sufrió, padeció, gozó, vivió y disfruto de ese amor. Teniendo la valentía de acabar con su matrimonio anterior… la persona más valiente que he conocido, es una Princesa Rosa…


Mi Princesa rosa:
Bella... dulce, tan fresca tu sonrisa...
No tiembles mi amor, que esta dulce sensación se te ha metido en las venas, y ni tan siquiera entiendes como y porqué...
Tú que buscabas a tu príncipe azul, le colocaste rímel en las pestañas, tacón de aguja y el color rosa en la mirada.
Tú que querías oír una voz grave gimiéndote en las noches de pasión, oyes susurros dulces y melodía suave.
A tu príncipe le han nacido alas, y unas piernas largas llenas de curvas, curvas que terminan en deseo prohibido, hasta ahora...
A tu príncipe, le gusta ser madre, amiga, amante, le mueve la ternura, las caricias, las lagrimas de emoción y entiende lo que es luchar por ser mujer.
En este baile, tu y tu princesa rosa, lleváis el mismo tacón de cristal, una calabaza por carroza, y se os enredan las faldas del vestido al abrazaros, aun así llegáis mucho más cerca, lo hacéis mucho más intensamente, y no os estorban vuestros pechos...
En este baile hay dos Princesas Rosas...

En honor a ella, al respeto y admiración que le tengo, al amor absoluto como amiga… No podía faltar en el “SoloAlas”… la sala Rosa…

Ella tenía que participar, pertenecer al equipo, trabajar con nosotras, porque quise, porque era idónea y porque quería arrancarle la fregona de las manos.

Mi princesa, fue quien decidió entre las candidatas, a la musa de la sala Rosa. Yo estaba segura de que acertaría. De ella emana erotismo, por cada uno de los poros de su piel.
Después de unas cuantas candidatas, muy poquitas, porque era imprescindible que fueran como ella, que desearan, se excitaran y volvieran locas por el cuerpo de una mujer. Escogió a Anna.
Rubia espectacular, de enormes ojos azules, alta, esbelta y con la piel inmaculada. Anna era nuestra mascota rusa, la queremos y cuidamos, sobre todo, porque no tiene a nadie en España, salió de su país porque su familia no aceptó su condición sexual. Aun en estos tiempos, aunque parezca increíble… hay gente así.

Escogió la sala, coincidí con ella en la elección. Entramos en ella, le recordé su viaje a París. A pesar de la oscuridad que habitaba en aquella sala, solo estábamos utilizando un flexo portátil.
No había nada, paredes paneleadas en el color natural del aislante del sonido, el suelo cementado, gris y una necesidad enorme de pintarle flores rosas, llenarlas de color.
Decidimos el color del suelo y paredes, rosa pastel. Y nos fuimos de compras, dejando a los trabajadores, maquillar aquella sala.
En el mismo centro de Marbella, la mayoría de tiendas en las que estuvimos, muebles de diseño, preciosos, de extrema calidad, pero caros y fríos. No nos decían nada, no nos contaban la historia de su amor. No nos recordaba a ningún cuento de princesas.
Y un poco desanimadas, decidimos tomarnos un té, en una pequeña tetería. La encontramos de casualidad, al doblar una esquina y cansadas de tanto caminar sin éxito.
Entramos y nos miramos encantadas, el estilo de aquella joyita, era el que habíamos estado buscando durante horas. Nos tomamos el té, observando cada detalle de la decoración, el tapizado de las sillas. Nos transportaba al siglo XVII, al rococó, lo cortesano, pero adaptado a nuestra época.
Emocionadas ya sabíamos lo que queríamos, cuál era el nombre del estilo, solo faltaba sentarnos frente el ordenador y comprar lo necesario.
Y entramos de nuevo en aquella sala, alumbrada con flexos, sin saber que dibujo había realizado Oscar, para la sala...

Frases en morado de la pared...
Tú que buscabas a tu príncipe azul, le colocaste rímel en las pestañas, tacón de aguja y el color rosa en la mirada.
Tú que querías oír una voz grave gimiéndote en las noches de pasión, oyes susurros dulces y melodía suave.

Para que os hagáis una idea, la sala Rosa… era la sala neo rococó, con muebles del estilo, tallas de cuerpos desnudos, con rosas suaves y tonos malvas.
El tapizado del suelo, era solo un tono más oscuro que el rosa de las paredes.
Con una pequeña antesala, recibidor, en el que de frente, te encontrabas un enorme biombo, del mismo estilo neo rococó, con los bordes torneados en madera lacada en malva oscuro y tapizado en terciopelo en malva claro, con grandes flores bordadas en seda rosa.
Justo delante del biombo, pero colocado de espaldas a la entrada, un sillón y sillas laterales, en tonos contrarios al biombo. En el centro una mesita del mismo estilo, lacada completamente en malva, con la piedra central de mármol, en rosa.
Allí se servían las copas de jerez y bandeja de frutas como recibimiento.
Cuando traspasabas el biombo, tus ojos se inundaban del olor y color de la estancia. Olía a perfume fresco de rosas.
Lámparas de pequeños cristales, lámparas colgantes, que rozaban el suelo con aquellos cristales, de las que se desprendían luces danzantes y completamente radiantes.
Bajo la ilustración, un piano rosa, de teclas blancas y doradas, encima del piano, pétalos de rosas moradas y justo en frente de este, una silla dorada, del estilo.
En la sala Rosa, no había flutón, si espejos y una cama con doseles, lacados en malva claro, de la que colgaban sedas de todos los tonos rosas. La cama estaba apoyada en el suelo, no la sujetaban patas. El techo interior de la cama, era un espejo completo.
Cubierta con una colcha y cojines de terciopelo y seda, de un rosa anaranjado, tan claro que rozaba el blanco…
El aceite de los rituales… aceite rosado de fresa, daban ganas de comérselo entero.
Un pequeño palacio… rosa, con toques aquí y allí, flores, candelabros dorados, estatuillas de cuerpos desnudos, en un lateral, un enorme arpa rosa, un dulce…
Así se llamaba el ritual estrella… Dulce.
Patricia o yo, recibíamos a la placiente, en la antesala, le servíamos una copa de jerez, y frutas.
La música de fondo, melodías tocadas con el arpa, jamás imaginé que un arpa pudiera ser tan insinuante…
Al salir nosotras, la aparición detrás del biombo de Anna, vestida con un corsé ajustado de seda rosa y una falda muy cortita, de seda almidonada, con  dos estrechos volantes rizados que hacían que la tela se mantuviera por encima del liguero a juego, con unas piernas enfundadas en medias de rejilla floreada. Piernas tan largas que al observarlas, te mareabas, que apoyaban en el suelo, con los pies, enfundados en unos altísimos tacones, adornados con pequeñas rosetas.
Su extensa melena dorada, semirecogida con pequeños bucles y tirabuzones sueltos.
Se presentaba como una cortesana, charlaban unos minutos. Pasaban juntas y cogidas de los dedos al interior de la sala y la llevaba hasta la puerta del baño. Mientras la placiente, se duchaba, Anna sin braguitas, subía al piano, se tumbaba a esperar a la placiente, con un pétalo de rosa, justo ahí, donde no cubrían las braguitas.
A la entrada de la placiente, Anna indicando que tomara asiento, comenzaba a desnudarse con sutilidad, balanceándose tumbada al ritmo de la música, desanudaba el corsé con maestría, dejando sus pechos al aire, acariciándose. Luego tacones, medias y por último liguero.
Solicitaba ayuda de la placiente para bajar del piano, de la mano…
Desataba la toalla de esta, quedaban completamente desnudas, una frente a otra, así de pie, comenzaban las alas.
Pecho con pecho, caricias, masajes de arriba abajo, de abajo arriba. Mano con mano, dibujaban círculos en el aire…
Llegaba la hora del dosel, tumbada la placiente boca abajo y Anna desplegaba sus alas por completo.
Anna marcaba el rastro de su desliz, con el aliento, seguido de sus pechos y lengua, sin llegar a genitales.
Anna no podía controlar su boca, normalmente se comía el cuello de la placiente, sus pechos y estomago, incluso besaba, dependía de ella si quería utilizar lengua o no…
Recorría los senderos de la piel, con la gallardía de un caballero sin espada, derrotando los miedos, destapando senderos ocultos y nunca imaginados. Mataba sin piedad, dragones que escupían fuego, tragándose ese mismo fuego para derramarlo por aquel dosel. Una Dama valiente, que galopaba sobre pechos, sobre el trasero y después sobre la vagina, de aquel amor de sesenta minutos...
Al finalizar esos sesenta minutos, el resultado era, los orgasmos de ambas, siempre.
Anna guiaba a la placiente al baño y allí se duchaban juntas, con dulzura. Dejaba que la placiente acabara con su ducha, salía de allí, envuelta en toallas.
Tengo que reconocer que utilizamos la sala Rosa, muchas veces para placiente o placientes, porque tenía un encanto especial. Pero eran otras musas, Anna jamás, ella era una mujer para mujeres…únicamente.
Incluso llegamos a celebrar, despedidas de solteros, en las que participaban hasta cinco musas.
Era un dulce de erotismo, en la que a modo de secreto… Yo le hice más de una vez el amor allí. No podía evitarlo, esa sala te envolvía completamente… todas las salas, lo hacían. 

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