"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

sábado, 6 de abril de 2013

Bailar para ti... 2

Imagen extraída de Internet, lo siento, no he podido encontrar el autor.





Bailar para ti... 2.

Mantenerme así, abrazada a ti, con el mundo deambulando a nuestro alrededor y pasar de todo...
Mis jefes, clientes, , pasaron a ser imágenes de cartón y la música House, la  melodía de un abrazo.
Abrazo, que necesité con la piel, pues estaba desnuda y helada. Que rogué con mis manos, estaba hambrienta... era mi única necesidad vital.
Tú calor me envolvió, hasta volverme loca, convertirme en una mujer sin sentido, que ahora quería más, mucho más de ti. Todo... Pero por el momento, me calmaría con mirarte a los ojos y besarte... Idiota, nunca te conformas con tan poco, cuando lo sientes todo con solo un abrazo.
Mis manos, arrastrándose por tu cintura, adentrándose entre nuestros cuerpos, se posaron en tu cara. Mis ojos, en los tuyos, pidiendo permiso para comerte la boca, devorarla, ahogar ese deseo y esas ansías de ti... Mojé mis labios, los miraste sin perder en control.
Siseabas y tarareabas la canción de fondo, contoneando tus hombros y mirando fijamente mis labios, pusiste un dedo en ellos y...
.- Ni se te ocurra empezar algo que, no puedas acabar. No me estabas ordenando, me rogabas no torturarte.
Nuestro primer beso, tímido, corto, leve, un simple roce de labios, bastó para que supiera que, podías despertar... tormentas en mí.
Descarado, pícaro, que con media sonrisa me cantabas toda la canción. Incluso te atreviste a despeinarme, revoloteando mi pelo. Y... besándome la cara, te despegaste de mí, apartando mi cuerpo de tu espacio. Espacio que, yo ya adoraba. Te despediste de mí, jurándome un...- Nos veremos.
Verte alejarte de allí, de mí, arañándote la espalda con mi mirada. Queriendo atrasar los segundos, los minutos, hasta volver a aquel abrazo, que ya parecía tan lejano, mientras alguien te susurra un piropo en el oído, me dejó aturdida y abatida. Esa sensación me acompañó demasiado tiempo para mí.
Días enteros, con sus noches completas, que pasaban lentamente. Sintiendo que, era un día más, sin verte, uno que se sumaba a ese calendario vacío de números y letras, tan vacío como me sentía yo, sin ti.
En una de mis tardes en la playa, casi anocheciendo, era mi día de descanso. Se me había hecho eterno, ya no sabía qué hacer para dejar de pensar en ti. Cada gesto, cada mirada, era una búsqueda... de ti y si no te encontraba, mi recuerdo o mis pensamientos, volvían a ti, una y otra vez.
¿Cómo era posible que hubieras causado ese efecto en mí?, ser capaz de recordar cada detalle, cada gesto, con la misma nitidez con la que lo había vivido.




Canción: Liberanos, de la película el Príncipe de Egipto, Ofra Haza.




Sacudiendo la cabeza, harta ya de pensar en ti, quise volver a mis recuerdos de la niñez, recordar sonriendo me calmaba.
A pesar de ser un ser solitario, incluso en mi niñez.
Una niña llena de preguntas sin respuestas, de miedos, sin nadie a quien preguntar, sin nadie a quien llamar cuando el miedo se apoderaba de mí. Ver a todos tus compañeros en el colegio con sus padres, en cada fiesta o reunión. De ver en cada actuación del grupo del ballet, a padres y a familiares de las otras niñas, aplaudiendo y sonriendo entusiasmados, sin oír un... qué bien lo has hecho. Yo robaba un poquito de cada uno de ellos, para mí. Soñaba que mi mano, en cada entrada al colegio, estaba sujeta por la de mi padre, que mi madre aplaudía, cada actuación y me besaba, diciéndome lo bien que lo había hecho. Puede que ellos, me estuvieran acompañando, nadie sabe que pasa después de morir, eso me decía cada noche mi viejita...
Mi abuela, tan mayor, tan cansada, tan derruida por la vida, pero aun así, era mi fuerza, mi leona, mi sonrisa tierna, en respuesta a cada lágrima o llanto, que con pena o impotencia, con rabia incluso, me sacudían.
Mi viejita tenía los dedos torcidos, de estrujar fregonas toda su vida, la espalda y el lomo partidos, de arrodillarse fregando. Siempre me decía, jamás te agaches en presencia de otros ojos, porque solo se baja la mirada por dos causas, por pena o por vergüenza, mientras que no sientas eso, la mirada a la misma altura del otro.
Yo era, lo que hoy en día se llama hiperactiva, no solo físicamente, si no también, emocional y mentalmente. Ella, se dio cuenta de que solo dos cosas alimentaban mis ansias y siguió trabajando a pesar de sus tantísimos años, para poder pagarme aquellos únicos deseos que, sin  pronunciarlos, me hacían tan feliz. El baile y los libros.
Se sentía en deuda conmigo, culpable de algo que ella jamás hubiera podido evitar, la muerte de mis padres en accidente de coche. Perder a su único hijo, tan joven y a la mujer que ella había aprendido a adorar, por el amor que mantenía con mi padre, la dejó muerta en vida.
Ella siempre me sonreía diciéndome.- Tú me salvaste la vida, sin ti, yo, aquel día me hubiera rendido.
Agradecida encima a mí, cuando yo era la que le debía la vida a ella, cada gesto, cada abrazo que tuve, cada mirada de amor, venía de ella, en las noches, en la cena y antes de dormir, pero había tanto amor, tanta verdad, que los poquitos años que ella resistió junto a mí, me marcaron para el resto de mis días.
Esa mujer, no tenía estudios, no había tenido la posibilidad ni la oportunidad de ir a la escuela, ni un solo día de su vida. Desde pequeña a ella, lo único que le tocó fue luchar, luchar por sobrevivir y a pesar de quebrar sus huesos en esa lucha, jamás, ni un solo día de su vida, dejó de soñar en que... el mañana sería mejor. Y con su actitud, con sus valores, con su fortaleza, sin dejar que la pisotearan jamás y agradeciendo cada gesto sincero, hizo de mí, una copia de ella.
Ella jamás ordenaba, enseñaba y aconsejaba.
Muchas veces la palabra enseñanza, no es tal, es ordenanza. Realidad pura y dura, que vivimos en todos los colegios y casas de este mundo. Tanto que ya se ha convertido en algo usual, una costumbre, yo ordeno, pero señalo que te estoy enseñando.
Aunque hoy en día pienso, que la que más te enseña, la que más te hace ver lo absurdo de tantas cosas, lo bello de muchas más, lo injusto, lo verdadero, lo coherente, lo que te expande y te contrae, es la vida... para algunos la puta vida, para otros, la bella vida. Para mí, la vida simplemente.
Mi abuela fue mi madre, desde los dos a los doce años, tiempo en que la vida se la llevó, poco, demasiado poco, pero era su mejor descanso, ya estaba bien y con eso me quedé, con eso y con todo lo que me enseñó, sobre todo, el valor y la lucha, las ganas de superarme, llorar, si, llorar e incluso gritar, maldecir, pero siempre asumir, para poder seguir. Lo de perdonar es falso, hay cosas imperdonables, pero esas se rechazan, se tachan, se borran y palante, como decía mi viejita.
Una de las lecciones que me dio y que pasados muchos años he entendido.
Unos críos me subieron la falda y bajaron las bragas, para ridiculizarme ante los demás, que reían divertidos, yo me quise morir en aquel momento, tenía nueve años.
Mi viejita secando mis lágrimas, decía lentamente, enseñar el cuerpo y el alma, no es pecado, pero hay que estar preparados para el ataque, porque te van a atacar, eso puedes jurarlo. El pecado, es el ataque a esa muestra, si es una muestra sin herir, ni dañar a nadie. El que se sienta atacado con tu cuerpo o incluso con tu alma, tiene un grave problema, gravísimo, consigo mismo.
En aquella playa, recordándola, me vinieron lágrimas a los ojos y el recuerdo de llorarla a solas, abrazando mi almohada.
La asistenta, los tutelares de menores, el ayuntamiento y mis vecinas, bueno las de mi viejita... se adoraban entre ellas, se encargaron de mi, fueron mis tutores. Nunca me faltó un plato de comida, ni unos zapatos, ni mis clases de ballet, ya en el conservatorio de Málaga, me sentía tan importante, pensando que yo era buena en el baile y lo era, pero eran mezcla de ambas cosas, pena y reconocimiento.
Aquella lección de vida, hizo de mi... una adolescente silenciosa y soñadora.
"SoloAlas".


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