Dos mujeres, pueden
amarse, el mundo tiene que entender, que muchas mujeres se casaban con hombres,
porque si ahora es difícil, imaginaos hace dos décadas. Buscaban hombres
cariñosos, que cubrían su necesidades, buenos, pero no les amaban.
En su interior,
deseaban el cuerpo y el amor de una mujer. Muchas de ellas han tenido hijos,
hijos que han crecido con las dos figuras… paterna y materna, con familias
alrededor, enfrentarse a ello, intentar que sus hijos no sufran, pero amar como
una loca a otra mujer y querer llevar ese amor a oscuras, es un reto al que se
enfrentan a diario.
Y simplemente a veces
pasa de una manera casual, no lo buscan, ni tan siquiera llegan a planteárselo.
Conocen a otra mujer, otra mujer que la seduce, conquista, alaga y mantienen un
contacto que las dejan confundidas en principio, para reconocer que... se han
enamorado como nunca. A ellas y a cualquiera que anteponga el amor al sexo de
la otra persona, a mi amiga.
Mi amiga, a la que
adoro con toda mi alma, sufrió, padeció, gozó, vivió y disfruto de ese amor.
Teniendo la valentía de acabar con su matrimonio anterior… la persona más
valiente que he conocido, es una Princesa Rosa…
Mi Princesa rosa:
Bella... dulce, tan fresca tu sonrisa...
No tiembles mi amor, que esta dulce sensación se te ha metido en las
venas, y ni tan siquiera entiendes como y porqué...
Tú que buscabas a tu príncipe azul, le colocaste rímel en las pestañas,
tacón de aguja y el color rosa en la mirada.
Tú que querías oír una voz grave gimiéndote en las noches de pasión,
oyes susurros dulces y melodía suave.
A tu príncipe le han nacido alas, y unas piernas largas llenas de
curvas, curvas que terminan en deseo prohibido, hasta ahora...
A tu príncipe, le gusta ser madre, amiga, amante, le mueve la ternura,
las caricias, las lagrimas de emoción y entiende lo que es luchar por ser
mujer.
En este baile, tu y tu princesa rosa, lleváis el mismo tacón de
cristal, una calabaza por carroza, y se os enredan las faldas del vestido al
abrazaros, aun así llegáis mucho más cerca, lo hacéis mucho más intensamente, y
no os estorban vuestros pechos...
En este baile hay dos Princesas Rosas...
En
honor a ella, al respeto y admiración que le tengo, al amor absoluto como amiga…
No podía faltar en el “SoloAlas”… la sala Rosa…
Ella
tenía que participar, pertenecer al equipo, trabajar con nosotras, porque
quise, porque era idónea y porque quería arrancarle la fregona de las manos.
Mi
princesa, fue quien decidió entre las candidatas, a la musa de la sala Rosa. Yo
estaba segura de que acertaría. De ella emana erotismo, por cada uno de los
poros de su piel.
Después
de unas cuantas candidatas, muy poquitas, porque era imprescindible que fueran
como ella, que desearan, se excitaran y volvieran locas por el cuerpo de una
mujer. Escogió a Anna.
Rubia
espectacular, de enormes ojos azules, alta, esbelta y con la piel inmaculada.
Anna era nuestra mascota rusa, la queremos y cuidamos, sobre todo, porque no
tiene a nadie en España, salió de su país porque su familia no aceptó su
condición sexual. Aun en estos tiempos, aunque parezca increíble… hay gente
así.
Escogió la sala,
coincidí con ella en la elección. Entramos en ella, le recordé su viaje a
París. A pesar de la oscuridad que habitaba en aquella sala, solo estábamos
utilizando un flexo portátil.
No había nada, paredes
paneleadas en el color natural del aislante del sonido, el suelo cementado,
gris y una necesidad enorme de pintarle flores rosas, llenarlas de color.
Decidimos el color del
suelo y paredes, rosa pastel. Y nos fuimos de compras, dejando a los
trabajadores, maquillar aquella sala.
En el mismo centro de
Marbella, la mayoría de tiendas en las que estuvimos, muebles de diseño,
preciosos, de extrema calidad, pero caros y fríos. No nos decían nada, no nos
contaban la historia de su amor. No nos recordaba a ningún cuento de princesas.
Y un poco desanimadas,
decidimos tomarnos un té, en una pequeña tetería. La encontramos de casualidad,
al doblar una esquina y cansadas de tanto caminar sin éxito.
Entramos y nos miramos
encantadas, el estilo de aquella joyita, era el que habíamos estado buscando
durante horas. Nos tomamos el té, observando cada detalle de la decoración, el
tapizado de las sillas. Nos transportaba al siglo XVII, al rococó, lo
cortesano, pero adaptado a nuestra época.
Emocionadas ya sabíamos
lo que queríamos, cuál era el nombre del estilo, solo faltaba sentarnos frente
el ordenador y comprar lo necesario.
Y entramos de nuevo en
aquella sala, alumbrada con flexos, sin saber que dibujo había realizado Oscar,
para la sala...
Frases en morado de la
pared...
Tú
que buscabas a tu príncipe azul, le colocaste rímel en las pestañas, tacón de
aguja y el color rosa en la mirada.
Tú
que querías oír una voz grave gimiéndote en las noches de pasión, oyes susurros
dulces y melodía suave.
Para que os hagáis una
idea, la sala Rosa… era la sala neo rococó, con muebles del estilo, tallas de
cuerpos desnudos, con rosas suaves y tonos malvas.
El tapizado del suelo,
era solo un tono más oscuro que el rosa de las paredes.
Con una pequeña
antesala, recibidor, en el que de frente, te encontrabas un enorme biombo, del
mismo estilo neo rococó, con los bordes torneados en madera lacada en malva
oscuro y tapizado en terciopelo en malva claro, con grandes flores bordadas en
seda rosa.
Justo delante del
biombo, pero colocado de espaldas a la entrada, un sillón y sillas laterales,
en tonos contrarios al biombo. En el centro una mesita del mismo estilo, lacada
completamente en malva, con la piedra central de mármol, en rosa.
Allí se servían las
copas de jerez y bandeja de frutas como recibimiento.
Cuando traspasabas el
biombo, tus ojos se inundaban del olor y color de la estancia. Olía a perfume
fresco de rosas.
Lámparas de pequeños
cristales, lámparas colgantes, que rozaban el suelo con aquellos cristales, de
las que se desprendían luces danzantes y completamente radiantes.
Bajo la ilustración, un
piano rosa, de teclas blancas y doradas, encima del piano, pétalos de rosas
moradas y justo en frente de este, una silla dorada, del estilo.
En la sala Rosa, no
había flutón, si espejos y una cama con doseles, lacados en malva claro, de la
que colgaban sedas de todos los tonos rosas. La cama estaba apoyada en el
suelo, no la sujetaban patas. El techo interior de la cama, era un espejo
completo.
Cubierta con una colcha
y cojines de terciopelo y seda, de un rosa anaranjado, tan claro que rozaba el
blanco…
El aceite de los
rituales… aceite rosado de fresa, daban ganas de comérselo entero.
Un pequeño palacio…
rosa, con toques aquí y allí, flores, candelabros dorados, estatuillas de
cuerpos desnudos, en un lateral, un enorme arpa rosa, un dulce…
Así se llamaba el
ritual estrella… Dulce.
Patricia o yo,
recibíamos a la placiente, en la antesala, le servíamos una copa de jerez, y
frutas.
La música de fondo,
melodías tocadas con el arpa, jamás imaginé que un arpa pudiera ser tan
insinuante…
Al salir nosotras, la
aparición detrás del biombo de Anna, vestida con un corsé ajustado de seda rosa
y una falda muy cortita, de seda almidonada, con dos estrechos volantes rizados que hacían que
la tela se mantuviera por encima del liguero a juego, con unas piernas
enfundadas en medias de rejilla floreada. Piernas tan largas que al
observarlas, te mareabas, que apoyaban en el suelo, con los pies, enfundados en
unos altísimos tacones, adornados con pequeñas rosetas.
Su extensa melena
dorada, semirecogida con pequeños bucles y tirabuzones sueltos.
Se presentaba como una
cortesana, charlaban unos minutos. Pasaban juntas y cogidas de los dedos al
interior de la sala y la llevaba hasta la puerta del baño. Mientras la
placiente, se duchaba, Anna sin braguitas, subía al piano, se tumbaba a esperar
a la placiente, con un pétalo de rosa, justo ahí, donde no cubrían las
braguitas.
A la entrada de la
placiente, Anna indicando que tomara asiento, comenzaba a desnudarse con
sutilidad, balanceándose tumbada al ritmo de la música, desanudaba el corsé con
maestría, dejando sus pechos al aire, acariciándose. Luego tacones, medias y
por último liguero.
Solicitaba ayuda de la
placiente para bajar del piano, de la mano…
Desataba la toalla de
esta, quedaban completamente desnudas, una frente a otra, así de pie,
comenzaban las alas.
Pecho con pecho,
caricias, masajes de arriba abajo, de abajo arriba. Mano con mano, dibujaban
círculos en el aire…
Llegaba la hora del
dosel, tumbada la placiente boca abajo y Anna desplegaba sus alas por completo.
Anna marcaba el rastro
de su desliz, con el aliento, seguido de sus pechos y lengua, sin llegar a
genitales.
Anna no podía controlar
su boca, normalmente se comía el cuello de la placiente, sus pechos y estomago,
incluso besaba, dependía de ella si quería utilizar lengua o no…
Recorría los senderos
de la piel, con la gallardía de un caballero sin espada, derrotando los miedos,
destapando senderos ocultos y nunca imaginados. Mataba sin piedad, dragones que
escupían fuego, tragándose ese mismo fuego para derramarlo por aquel dosel. Una
Dama valiente, que galopaba sobre pechos, sobre el trasero y después sobre la
vagina, de aquel amor de sesenta minutos...
Al finalizar esos
sesenta minutos, el resultado era, los orgasmos de ambas, siempre.
Anna guiaba a la
placiente al baño y allí se duchaban juntas, con dulzura. Dejaba que la
placiente acabara con su ducha, salía de allí, envuelta en toallas.
Tengo que reconocer que
utilizamos la sala Rosa, muchas veces para placiente o placientes, porque tenía
un encanto especial. Pero eran otras musas, Anna jamás, ella era una mujer para
mujeres…únicamente.
Incluso llegamos a
celebrar, despedidas de solteros, en las que participaban hasta cinco musas.
Era un dulce de
erotismo, en la que a modo de secreto… Yo le hice más de una vez el amor allí.
No podía evitarlo, esa sala te envolvía completamente… todas las salas, lo hacían.
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