Nos faltaban salas,
ideas las teníamos todas, pero los metros del “SoloAlas”, a pesar de ser
inmenso, eran limitados…
Patricia y yo teníamos
las cosas muy claras, si nos habíamos metido en aquel lío, si habíamos
apostado, era para hacerlo bien, para dar el toque único y especial que ningún lugar del mundo tuviera, pero incluso
llegamos más allá, llegamos al cielo y ahora debíamos adentrarnos en el
infierno.
¿Sabíais que en el
infierno, existe un sótano?. Es un lugar tan oscuro y profundo, que cuando te
adentras en él, desaparece el miedo, para dejar paso a tu tortura consciente.
Llegas a acariciar las sombras a sumergirte en ese fondo, para exprimirte y
llorarte.
El sado, merece todos
mis respetos, las personas que lo practican suelen hacerlo por morbo, muchas de
ellas porque creen merecer un castigo, otras porque el dolor dulce o el poder
les excita. La mayoría de las personas, no tienen ni idea del respeto enorme
que existe entre quienes lo practican y disfrutan, rozan el dolor sin herir o
someterse a él, sabiendo diferenciar el placer, de la vida cotidiana.
Los términos, sadista y
masoquista, en el “SoloAlas” estaban prohibidos. Para nosotros eran... amos y
sumisos.
Ya teníamos nuestro
cielo, queríamos un pequeño infierno, un infierno en el que el castigo era el
placer, infierno en el que la tortura era un orgasmo tras otro, hasta perder
casi la conciencia….
La Sala infierno…
El color reinante en el
sado, todo el mundo sabe cual es… negro. Imaginamos el infierno, con ríos de
lavas, el fuego y las cadenas, los lamentos y las almas pérdidas, sufriendo.
Nuestro pequeño
infierno, era un lugar lleno de magia, en el que las llamas eran oro, las
cadenas jamás presionaban hasta hacerte sangrar, los ríos eran de champan, y las almas danzaban gimiendo, suspirando,
incluso gritando por puro placer…
Paredes en negro,
paredes que lloraban oro, lágrimas doradas que nacían en una y otra parte y morían
en el suelo. Un suelo tapizado en negro profundo. Del techo colgaban finas
cadenas del mismo dorado, cadenas que eran usadas para los rituales.
En la pared central… un
ángel apiadándose del demonio, podías
percibir el amor y el dolor en los ojos de ambos.
Bajo el dibujo central,
nuestra camilla de las torturas, una camilla colocada verticalmente, en la que
se situaba, encadenando de manos y pies a los placientes o alguna de nuestras
musas sumisas.
Una petición en oro, en
el lateral izquierdo, una petición que parecía bailar las letras.
Me
parece mentira...
Que
tus ojos sepan mirarme así... sensual
Me
parece increíble que tu boca sepa a miel y a mi piel
Y
sé bailarte a oscuras, en mi habitación sin que estés
Ven
a mí y cállame la boca con tus besos
Ven
a mí y tápame las ganas con tus brazos
Pisa
mi verdad y demuéstrame que el amor existe
Que
las historias tienen finales felices, dulce...
Que
dentro de mí balancees tu cuerpo así
Ven
aquí y cúrame las heridas a mordiscos suaves
Ven
aquí y cruza mi piel para quedarte en mi alma
Me
parece tan irreal que me hagas tocar las estrellas
Arrástrame
por el cielo, hazme volar el sobre el mar
Apuñala
mis miedos y derrótalos con caricias
Ven
aquí y quédate a dormir dentro de mí
Ven
a mí y mátame de amor
Demuéstrame
que se puede torturar con la lengua y...tortúrame
Acompáñame
a descubrir el infierno a besos... debajo de mis sabanas
Llévame
al limite de la locura empujando suave, una... dos y mil veces
Ven
a mí y encadéname a tu cuerpo
Mientras
me penetras y sacúdete la rabia conmigo
Ven
a mí, seduce, muerde y párteme en dos
Róbame
el corazón y los sueños húmedos
Llora
tu dolor sobre mis pechos... que yo lameré tus lágrimas
Acerca
tus caderas a las mías, y baila mi sexo...
Ven
aquí...
El
mobiliario era escaso. Futón en oro, espejos de fondo amarillento, que
imitaban las siluetas de llamas…
Sofá
tapizado en un exquisito terciopelo naranja fuerte y como mesa central, una
plataforma de cuero negro, de forma ovalada.
Una
bañera de porcelana en el mismo tono del sofá, de medianas dimensiones. Bañera
colmada de champan.
Pequeñas
pepitas doradas, esparcidas por el suelo…
Olor
a incienso afrutado y al aceite utilizado… aceite de cítricos.
En
una de las esquinas de la sala, una escalera de bajada, la bajada al sótano del
infierno...
En
principio era un pequeño sótano del edificio, de apenas unos treinta metros.
Quise que perteneciera a la sala Infierno, no se decoró, no le dimos luz, solo
la que se colaba por la abertura del techo a la sala, no había muebles, solo un
sofá que apenas se podía adivinar. Ni siquiera sabía para que lo utilizaríamos,
pero allí estaba... El sótano del infierno.
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