Dejándome
sin palabras, esbozó una pequeña sonrisa pero con aquellos ojos dorados,
tristes, me besó en la cara y se levanto lentamente…
Su
cuerpo… de extremada delgadez, los huesos perfectamente definidos, con unas
piernas que parecían palillos, sin forma alguna sus caderas. Me negué a
descartarla, además en aquel momento ya ni me importaba la Sala infierno… me
importaba aquella pena, aquel dolor que la vida había vuelto a traerme para
mirarlo de frente y darme cuenta de que ya… no le temía, sabía que se podía
salir y decidí demostrárselo, sacarla de aquello.
Se
fue a la ducha, estuvo allí más de una hora, salió envuelta en el albornoz y la
toalla.
Esperábamos
en la salita de la suite, un poco perplejas en silencio, sin ninguna prisa.
Nos
miró y se sentó en un sillón apartado, mientras buscaba fuerzas para comenzar a
hablar.
.-
Me llamo Melody, acabo de perder lo único que tenía…a mi amo, me abandonó. Me
ha dejado sola, en la calle, sin nada ni nadie… emocionada, asustada, continuó
como pudo.- No sé vivir sin el, no quiero vivir sin él. De nuevo... silencios.
Todos
podemos vivir sin alguien, sabemos. El único requisito es descubrirlo. Con lo
único que no puedes vivir, es sin tu vida, sin la esperanza de vivirla, sin la
ilusión de ser feliz e incluso así, mucha gente, sobrevive en vez de vivir,
esperando el día que se cierren sus ojos definitivamente, con resignación,
arrastrando los pies por la vida.
Que
injusto, a mucha gente, muchos, demasiados, se les arrebata la vida o se la
quita una maldita enfermedad, muchos de ellos con muchas ganas de vivir, con
ganas de luchar, agarrándose a los días, a las horas… otros, sin querer y en un
momento de locura, no respetamos eso…
Tiramos
de Melody, porque fue durísimo llevarla, la palabra era tirar, sus pasos eran
demasiado lentos. Intentamos conseguir su documentación, averiguamos donde
había vivido hasta ahora y horrorizados, descubrimos la verdad, no tenía a
nadie en el mundo, ni un solo familiar, ni siquiera sabía cuales eran sus apellidos
reales, criada entre prostitutas, rescatada de aquel antro, por un sádico sin
escrúpulos, que la encerró en el infierno más terrible.
Decidí
enfrentarme a él, con fuerza y seguridad. Con una decisión que a mí misma me
sorprendió.
Vinieron
a mí, la misma rabia que tuve con quince años, cuando me revelé contra los
puñetazos que se llevaba mi amiga Mari,
puñetazos de su ex novio, por haberla abandonado y sin miedo me enfrenté a él,
se la llevo de los pelos, mientras yo gritaba y lloraba. Mis amigos encima de
aquel tractor, sin saber qué hacer. Lloré hasta encontrarla, respaldada por la
policía y fui capaz de escupirle a aquel mierda, que era un cabrón sin escrúpulos.
Mirándole directamente a los ojos.
La
misma que saqué cuando un novio de Patricia, la insultó, la amenazo y le gritó,
hasta provocarle un grave ataque de ansiedad, en mis narices y yo no iba a
permitirlo. No lo permití, aun así se la llevó a urgencias y ella se quedó con
él, a pesar de todo, yo solo pude respetar, menos mal que ya se ha liberado de
aquello.
Yo
fui maltratada, por un cabrón, si cabrón... Carlos, solo tenía catorce años, en
aquellos años, la ruina de mi casa, las desgracias, eran tales, que yo no podía
pedir ayuda, sumar más desgracia a la depresión de mi madre.
Pero
el coraje, la negativa a soportarlo y mi hermana, me ayudaron a alejarlo de mí
por y para siempre. Espero que no sigas siendo el mismo hijo de puta que
eras... Llegó a apagarme un cigarro en los labios y otro en el pecho.
Con
esa misma mala leche que tengo en este instante de recuerdos... Fui.
Un
edificio oscuro, con olor a orines, con tanta mugre que no podías pegarte a las
paredes de aquel ascensor, con luces parpadeantes, agonizantes. Al llegar a la
planta, me acojoné, la luz era gris oscura, las paredes llenas de pintadas, me
agarré fuerte las manos, con pasos
firmes y el dedo tembloroso, pulsé aquel timbre.
Pasaron
segundos, ya me estaba rindiendo, la puerta se abrió. Una mirada asquerosa,
llena de odio, de rencor, de desprecio, el mismísimo diablo… me recibió,
retándome a ser capaz de explicarme.
Solo
dije.- Necesito las cosas de Melody. Su contestación…- Recógelas en el cubo de la
basura, si siguen allí… y cerró la puerta de un portazo, me quedé mirando el
blanco de aquella puerta, inmóvil. Sonreí por la alegría de que aquellos ojos
dorados no iban a ver más la cara de aquel cerdo. Lo juré.
Nuestra
Melody sería nueva, tan nueva, que estrenaría hasta vida…
Y
eso hicimos, la cuidamos, la implicamos, la curamos, contándole todas las
noches un cuento distinto, llenándola de mimos, de abrazos, de ternura.
La
metí en mi casa y en mi “SoloAlas”.
Ese
mismo día, supe, que además de todo lo que había pasado mi Melody, era anoréxica...
No
fuimos a trabajar, nos fuimos directamente a la asociación Adaner, gracias a
ellos, a Rosa, muchas chicas y chicos tienen una guía, una ayuda, un patrón.
Melody estaba ahora también en sus manos. Fue increíble ver lo rápido que fue
recuperándose, como su cuerpo tomaba forma, belleza pura, poco a poco, pero
solo unos kilos de más, ya causaron estragos. Silbaban a su paso.
Sin
darse si quiera cuenta, fue cambiando la tristeza por esperanza, por ilusión.
Una mañana en que Patricia soltó una de sus cosas, Melody explotó a reír a
carcajadas, reímos todos, acabamos llorando de la risa, tanto que yo temí hasta
que me doliera el estomago.
Visitábamos
juntas, todas las salas, todas menos la sala Infierno. Yo no quería
mostrársela, me daba miedo una recaída, intenté convencerla de que cuando
estuviera recuperada completamente, mental y físicamente, trabajara en
cualquier Sala, como una de nuestras musas, bella, dulce y dorada. Cualquiera
menos la Infierno.
Pero
una mañana agitada, en la que estábamos comentando y discutiendo detalles, me di cuenta de que ella no estaba, se había
marchado en silencio y lo supe.
Estaba
allí mismo, acariciando las cadenas, mientras sonreía. Adoro este infierno,
quiero ser una de las musas ama de él…
Me
costó, pero acepte, tan solo por darle la oportunidad y es la mejor… la mejor musa ama, con
diferencia…
El
ritual estrella de nuestra sala Infierno… Placer de oro…
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