“SoloAlas”.
El arte del erotismo.
" Y sigo soñando con ser escritora y escribiendo me
doy cuenta de que simplemente soy... una soñadora."
A veces en la vida, se te para el reloj interno, y pasan
por tus ojos los días, sin apenas darte cuenta, pasa la vida y todos han
envejecido… incluso tu misma.
Un día cualquiera, a cualquier hora, paseas por un lugar
que te trae recuerdos, o ves a alguien que hacía años que no veías, y te das
cuenta… miras tu cuerpo, sus ojos, sus arrugas, donde he estado yo durante todo
este tiempo… ha pasado la vida y yo seguía estancada en aquel momento, parada,
de pie, con las manos llenas de callos por seguir adelante, el alma enorme por
madurar a la fuerza, pero y yo… donde he estado, donde me perdí la vida…
El “SoloAlas” es un sitio especial, es un rincón del mundo,
donde puedes usar eso… las alas, allí… se para el tiempo, por antojo, por
decisión propia, allí el humano es más humano que nunca, la vida es lo que
menos importa… importa sentir. Solo te vistes con las alas, los sueños y sobre
todo… el deseo, que se hace casi realidad, lo controlas tú y lo paras cuando
quieres.
Quizá has estado años llorando, pero allí, las lágrimas se convierten en gemidos… en susurros, en miradas provocativas, llega a ser hasta caramelo líquido, que emana de ti, es vida soñada, es vida parada…
Me costó el miedo, me costó exprimirme entera, surqué los
mares del silencio, aposté por mi misma, aun sabiendo que me quedaba tan poco
por lo que vivir y tanto por lo que luchar.
Mi gran proyecto, mis sueños hechos de una realidad… que
posiblemente solo habitaba en mí.
Tuve que enfrentarme al juicio de muchos, a las críticas de
algunos, pero aun así, con mucha fuerza y ayuda de gente a la que le debo
tanto, el “SoloAlas” abrió sus puertas.
Antes tuve que adentrarme en ese mundo, experimentarlo con
el mayor de los respetos y bebérmelo. Alimentarme de la experiencia de musas,
llevarme los deseos de otros, arrancados y arrastrados por mi piel.
Lo que muchos llaman masajes tantricos o eróticos y yo veía
como un mundo extra dimensional, donde te deslizas al filo de lo prohibido,
juegas, actúas y acaricias, con tanta dulzura, que podría jurarse que es un amor
absoluto, aun tratándose solo de trabajo. Durante esa hora… el placiente… es tu
gran amor, es tu hombre o mujer e incluso a veces el tú, se convierte en tus.
Mis alas casi derruidas, con tanta caricia y tanto mimo,
sanaron, se embellecieron y podían llegar a parecer alas de ángel. Allí en
aquel rincón, mis alas crecieron tanto, que me faltó muy poquito para alzar el
vuelo.
Pasaba ya de los cuarenta, cuando en este mundo, trabajan
solo chicas muy jóvenes, con cuerpos de infarto u otras que aunque no tenían
esos físicos, llegaban más allá del límite y eso hacía que el placiente, las
eligiera.
El erotismo tiene límites, estos, dependen de las musas, en
mi caso el límite estaba en algo tan real como no sentirme usada.
Vendí mi piel, presté mis alas y regalé muchos sueños… eso
hizo que obtuviera un gran respeto hacía mi misma y que algunos placientes, se
vistieran con mis alas.
Mi primera experiencia… aluciné
La magia existe…
Reside en los recodos de la piel... reside en la entrega, en romper las
barreras del tacto, en el cuerpo de una mujer... llamémosle... Alicia.
No había nadie mejor con quien compartirla, no podía ser con nadie
solo... tú.
La luz tenue no impedía ver cada detalle, sentir cada roce, reconocer
que incluso en lo erótico, existe el respeto, a pesar de ser extremadamente
sensual.
Cuatro manos acariciando tu piel, cuatro senos y dos agitadas almas
deslizándose por tu espalda... difícil distinguir lo claro de lo oscuro, pero
me reconocías.
Atreverse a lo que muchos consideran "anormal" despertar tu
fiera interna, pero hacerlo dulcemente, como cuando despiertas a un bebé,
atreverte y concederte los deseos, porque eres tu propio hado madrino y no te
avergüenzas de ello, no lo hagas por favor, porque... cuanta belleza hay en ser
y sentirse uno mismo, sin tener que mentir, sin tener que explicar... sin
fingir.
Hay dos cosas que se acompañan tan bien, como el champán a las fresas,
la piel y la música, florecen los sentidos, renacen las sensaciones, se escapan
los gemidos... atrapan los latidos.
Sentirme acariciada por una mujer, acariciarla yo a ella, la suavidad
de su piel, el roce de nuestros pezones, aun sabiendo que no era sexo, aun
sabiendo que no estábamos haciendo el amor, fue tan mágico que se queda como
asignatura pendiente...
Tenerte allí, primero observante y acariciando con timidez, saber que
nos mirabas fascinado, que tus pupilas se llenaban de color, de olor, de
dulzura, de ternura y de deseo... pero saber que estabas allí.
Luego tenerte de nuevo, pero esta vez como quien recibe, quien siente,
quien para el mundo entre sus dedos, para quedarse con la piel de dos mujeres
tatuadas eternamente, en su propia piel.
Ha sido un acto de generosidad, de dulzura infinita, con mucho más amor
del que muchos se juran eternamente y ni siquiera nos amamos, imagínate si
alguna vez llegamos a hacerlo... perfectamente podría arder el mundo...
Voy acabar dando un consejo, no te ates a lo convencional, no te
obligues a lo que te hace infeliz. Siempre y cuando no dañes, no hieras, no
faltes el respeto y no causes dolor ajeno...
Fue
lo que escribí justo el día después de la experiencia, no fue por trabajo, fue
un regalo, curiosidad, saber si iba a ser capaz… y en ese instante, deseé usar
mis alas.
El
siguiente… ya si, ya por trabajo, fue todo un reto, quería sentirme segura,
tranquila. Acompañada de dos musas, dimos un masaje a seis manos a una pareja
curiosa, llenos de pasión, de riesgos, de los que no sabíamos nada y de los que
nos hicimos cómplices por una hora.
Nos adentramos en el salón Diamante… para describirlo, os
diré que había un flutón en el suelo, paredes y techo, llenos de espejos,
iluminados por las luces de velas.
Servidas, dos copas de champan y como banda sonora, Sade,
podría ser más exótico, más insinuante, pero jamás tan íntimo.
En el flutón, los cuerpos, completamente desnudos, de
espaldas, sus miradas dirigidas a nuestra actuación de entrada.
A pesar de notar miedo interno, me sentí crecer mientras
adentraba, exprimiéndome en ese minúsculo vestidito transparente, de ropa
interior… un tanga.
Dos bellezas, dos musas, frente a mi, colocadas en los
pies, yo… en las cabezas, no había guión, solo reglas para el juego, reglas y
la dulzura.
La música acariciaba nuestro cuerpos, mientras, mirándonos
las tres, nos denudamos, pude mirar de reojo hacía abajo y él mantenía su
mirada fija en mi. Observó cómo me desnudaba, sonreía tímidamente, aunque su
timidez duró segundos…
Arrodillarme completamente desnuda, dejarme llevar por las
caricias, intentando relajar sus cabezas y cuellos, no me costó nada.
Ellas dilataban el aceite por los cuerpos de los placientes
y los suyos propios. Mientras se lo untaban, acariciaban sus senos y paraban
provocativas en sus vaginas. Sin darme cuenta, yo hacía lo mismo… aquellos
cuatros ojos espiaban y los míos miraban embobada… cuanta belleza emanaba del
instante.
Y comenzó, ya nadie pudo parar mis alas, solo yo misma,
sabiendo perfectamente que vendía mi piel, no me sentí así para nada. Me
deslizaba por sus espaldas, mientras mis pechos se retenían en cada trozo de
piel, acariciaban y torturaban. Creo que mis pezones duros, les llegó a tatuar
“SoloAlas” en cada pase deslizándome. Mis manos, atrevidas, incluso parecían
dueñas, amas y señoras de aquellos cuerpos. Retaban a lo impuro…
Mi aliento les acarició en sitios prohibidos, si llegar a
rozar con mis labios, mientras el quería tragarme entera y yo… decidí que parte
le dejaría que soñara con devorarme, de eso se trata de prometer la piel, de
dejar creer que estás derretida y entregada al instante y lo estás y si no es
así, lo actúas.
Dos delfines encima de los mares de piel, esas eran ellas…
las musas, mis dos compañeras, cómplices de aquel juego, maravillosas. Parecía
que se entregaban, que se habían rendido al deseo, pero nada más lejos de la
realidad, se rendían ante la magia, pero como yo… sin perder la consciencia ni
un segundo.
Daban ganas de extender las manos y acariciarlas, otro
deseo más que cumplimos, nos acariciamos, unas a otras. No habían pagado el
show lésbico, así que… nada de juegos íntimos entre nosotras, solo gemidos y
caricias.
Recuerdo susurrar promesas a sus oídos, cada una les
estremecía, podía percibir completamente, como se les erizaba la piel,
acercaban sus manos a mis senos, a mi clítoris, al culo, querían más...
Y se me hizo corto, salí de allí totalmente inflada, con
una sensación agridulce, con la certeza de que no le había sido infiel a nadie,
mucho menos a mí misma.
Odio la mentira, no me gusta fingir, pero juro que yo no
mentí, no sentí el mínimo desprecio, no hubieron gemidos falsos por el
contrario, aquellos cuerpos, aquellas personas, merecieron mi máximo respeto.
Comenzaron así los masajes, la experiencia, la preparación
física y mental, ya que estaba en completa desventaja frente al resto, por mi
piel… los años de mi piel, estaban anillados a mi cuerpo, como a los de un
árbol. Aunque contaba con algo que muchas ni habían soñado... La pasión que
pongo en casi todo lo que hago, tratándose de erotismo, más aun, soy una
provocadora.
Tuve que llorar alguna vez, pero siempre he sido buena para
secarme las lágrimas que no importan, las que no me hacen sentirme completa.
Placientes irrespetuosos, que creían que por pagarte podían
pedirte lo que se les antojara. Había que aclararles continuamente, que allí
mandabas tú. Esos si merecían mi mentira...
Forzarles, derrotarles con falsa pasión, hacerlos caer
rendidos ante el deseo, ganarles la batalla provocándoles orgasmos, orgasmos
agresivos, con tan poco tacto, como el que ellos mismos mostraron ante mí. Cuando
gemían locos, cuando casi perdían la consciencia... reconocían con un sincero
respeto, quien mandaba.
Otras tantas, el deseo me traicionó, sin querer me oí
gemir, me entregué. Me atrapaban unos ojos, unas manos y un cuerpo. Cuerpos…
por los que dejé de escapar algunos suspiros, sacudía la cabeza y me decía...- Esto... si lo
dejas, si te abandonas al deseo, es traicionarte. Instantáneamente, volvía al
trabajo y mis alas reaparecían marcándome el camino correcto.
La gran mayoría, fueron caricias atrevidas con mis alas… alas
prestadas durante una hora. Sumando aquellas horas, sin querer, sin darte
cuenta, te ibas amando a ti misma, deseándote, sintiendo la belleza de tu ser y
de tu piel.
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