Ni siquiera la buscaba
y la encontré... Selena.
Entrevistando a chicas
para la sala Árabe, la conocí a ella, no daba el perfil para nada, buscábamos
chicas rubias, que supieran danzar…
Recuerdo exactamente el
momento en que la vi, estaba sentada en un sillón de la entrada. Patricia me había
avisado de su visita. Me dijo textualmente.- Esta no sirve, nena.
Se frotaba las manos de
puro miedo… pelo negro, uf, no me sirve… aun así me acerqué a ella y de pie, me
presente:
Levanto su mirada y me
quedé sin aliento, sus ojos de un gris casi plata, enormes, llenos de misterio,
ojos en los que me perdí segundos que parecieron años. Sin mover los labios, me
habló, me contó de ella misma, todo, absolutamente todo y solo con mirarme.
Ella paseaba por la
vida completamente desnuda: Sin adornos...
Paseamos
por esta vida, a veces con pasos lentos, otras, tan rápidos que le ganan el
pulso al tiempo.
Vamos
adornándonos el cuello... con collares engarzados de lágrimas.
Con
broches que nacen del pecho, broches brillantes llenos de latidos.
De
pendientes... besos perdidos.
Como
Carmín... las bocas que a veces incluso ni deseamos, ni amamos.
Te
llegas a vestir con el orgullo, con la pena, con la ilusión y la maldita
desilusión...
Por
zapatos... a veces unos que pesan tanto que te rompen los tobillos y otras,
zapatillas de ballet, que hacen que te eleves danzando al cielo.
Pero
muy pocas veces, muy poquitas, tan poquitas que apenas la recuerdas... Paseas
completamente desnudo, al antojo de los vientos...
Selena,
lo hacía continuamente, iba deambulando por la vida, completamente desnuda, no
percibí ni tan siquiera sus alas. Pero eso me cautivó.
No
sé en que momento volví a la realidad, solo sé que pasamos a mi despacho. Sin
decirle nada, se desnudó frente a mi, mirándome directamente a los ojos,
retándome con ellos, habló con terror…- Tengo que desnudarme, ¿verdad?…
No
tenía un cuerpo irresistible, era más bien una chica de belleza normal, con
pechos medianamente corrientes, algo caídos, unas curvas poco definidas,
piernas cortas. De espaldas, tampoco decía nada…
Pero
su cara, sus ojos, su mirada, me estremeció... era tan pura, que dolía mirarla…
tan honesta consigo misma, que asustaba… A esa chica no la había herido el mundo,
ni la vida, ni el amor y si lo había hecho, lo había perdonado todo y era una
valiente, una heroína a pecho descubierto. Si vas a apuñalarme, déjame
presentarme, hablarte de mí, de lo que soy, de quien soy, de que pasta estoy
hecha. Déjame que derrame mis sentimientos a tus pies.
Le pedí que me contara
cosas de ella, eso hizo. Hablaba primero con timidez, sobre cosas tan vánales,
que ni tan siquiera yo la escuchaba, mis ojos se pararon en los suyos. Recogía
información suelta, familia de clase alta, no había trabajado nunca, estudiaba…
Y de pronto una frase que me taladró el pecho y el cerebro.- Soy virgen. Y
estoy segura de que he nacido para la seducción, para el erotismo, que sé
derramarme entera y entregarme completamente, por nada. Simplemente, por hurgar
en la debilidad humana, experimentar con ella y...
¿En estos tiempos, una
chica con veinte años?, imposible…, esa frase me devolvió a la realidad, mi
cabeza se llenó de preguntas y una sola respuesta, no puedo permitir que
trabajes aquí, no puedo dejar que te envenene la vida, mucho menos que yo sea
participe de ello… que mi “SoloAlas” te arrastre del cielo al suelo.
Le dije un...- No,
rotundo, sin dejar de sonreírle, porque no podía evitarlo, porque me recordó a
mi misma, jovencita, metida en mi burbuja de cristal, burbuja que rompieron con
bates de hierro y a patadas…
Cielo.- No voy a
permitirlo… Cielo…
Su respuesta fue clara
y concisa…- Tú te lo pierdes. Dejó de sentir miedo y completamente desnuda se
acerco a mi, yo me mantuve sentada... a duras penas, levanto con un dedo mi
cara y me besó.
Lo hizo suavemente, su
boca era húmeda, dulce… fresca, su lengua atrevida, sus dientes juguetones. Intenté
levantarme, extasiada completamente, pero reafirmó mi cuerpo con el peso de su
mano, aplastando mi hombro. Más erotismo en ese beso… imposible, gemía muy
suavemente. Vi su debilidad en un instante fugaz y llegó mi momento, tenía que
demostrarle lo duro que puede llegar a ser esto.
Me levanté de golpe y
fui yo quien la besé, con pasión. Sin darme cuenta, estaba húmeda, acaricié sus
pechos. En mi interior, esperaba una retirada a tiempo, pero se mantuvo firme,
respondiendo a mis caricias… arqueando la espalda, pidiendo más. El tacto de su
piel, era similar al de las nubes… seguro.
Mi mano bajó a su
ombligo, dibujé círculos con la yema de mis dedos… ella seguía allí, permanecía
segura, respondiendo a mis caricias, comiéndome el cuello.
Me dije… ahora te vas a
enterar. Mi mano bajó a acariciar su pelvis, su vagina, me sorprendió darme
cuenta... que era agua líquida. Introduje mis dedos, mientras jugábamos con
nuestras lenguas y caricias en los pechos, ya no había reto, solo deseo… más y
más.
La elevé, la situé
encima de la mesa del despacho y mi boca disfrutó de cada centímetro de piel.
Al llegar a los pechos, mi lengua saboreó sus pezones, pezones dulces… surqué
con la boca el rastro que había dejado mi mano, mi dedo, hasta llegar a su
clítoris.
Nunca supe a que sabe
una mujer… hasta ese día. Me supo al cielo, lo juro, disfrute tanto comiéndomela,
tanto como ella, que llegó a tener el primer orgasmo sin estar a solas, allí
mismo, en mi despacho, encima de la mesa, en mi boca...
No pude parar, yo no
estaba en este mundo, no pude pensar en nada ni nadie, vida… Ella me transportó
al cielo. Regresé a su boca, para besarla, su boca me supo al mar, sus lágrimas
habían muerto en ella. Retiré la cara para ver si lloraba de pena y no… ella
sonreía… es placer, al igual que yo… a veces no podía evitar llorar después de
un orgasmo.
Casi sin aliento,
pegada a su boca y sin saber porqué, le dije… estás contratada. Ella me besó
dulcemente en la frente, sonrío y me dijo.- Gracias vida...
Allí parada, sin
creerme aún lo que había pasado en mi despacho, solo pude mirar perpleja, como
se vestía sin dejar de sonreírme… tímidamente.
Antes de salir de allí,
me besó en la cara, como diez besos.- Gracias, gracias, gracias. Incluso pegaba
saltitos.- Gracias por todo, incluso por… esto. Y salió de allí gritando, como
quien ha ganado una lotería, yo no entendía nada, pero de aquel instante, de
Selena, nació la sala…Cielo.
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