"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

domingo, 15 de noviembre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 33



Se sentó y cumpliendo con el ritual, comenzó a desnudarse, mientras nosotras, nos denudamos la una a la otra, sin poder evitar rozarnos los pechos, mirándonos de frente, absortas la una en la otra. Deseándonos con el cuerpo, con los ojos y con el alma.
Neiko, derrotó mi miedo cubriéndome el cuerpo con el pequeño camisón de lino, dejándolo caer, deslizando por mi piel. La imité con la misma adoración.
En el baño, las miradas que mantuvieron ellos, se convirtieron en miradas a tres, me invitaron a su mundo y participe de ello, con los mismos deseos de ambos, los míos regalados, hacía ella y hacía él, los de Neiko, hacia Daniel y hacia mí. Los de Daniel, hacia una mujer dragón alada.
Fue un baño lento, en el que nos sumergimos los tres, nos restregamos las pieles, limpiándonos con mimos, con dulzura, unos a otros. Daniel no se quedó quieto, el quiso lavar nuestros cuerpos... también. Y lo hizo por encima del lino adherido, con las manos, con pequeños besos a nuestros pezones, algún que otro mordisco, suave... lleno de deseo.
Aquel hombre, no sentía ya, el miedo del primer ritual, no le importó mostrarse tal cual era, con la valentía de ser dulce, de ser humilde, ser sensual.
Nos besaba en la cara, con besos llenos de ternura.
Cuando su cuerpo se elevó por encima del agua, para que le laváramos los pies, vimos a un hombre que resurgía de sus propias cenizas, que elevaba el cuerpo al cielo entregándose, totalmente erecto, sin importarle algún tipo de crítica, de juicio, se declaró culpable y el mismo se condenó... al deseo.
Salimos de aquel baño, costándonos la misma vida, sin querer, necesitando más, pero sabiendo que íbamos a cumplir el pacto, el ritual.
Para secarle, me situé tras él y giró para tenerme de frente, me miró directamente a los ojos, ahora me raptaba a mi...
Dejó que Neiko le secara la espalda, mientras a mi me sujetaba del codo, para obligarme a mirarle, no quería que yo le secara, quiso que yo notara otra cosa...
Su erección en mi estomago, amenazándome con ella, directamente, sin presión. Y llegaba a mí, rozándome sin promesas, sin pretensiones. Convirtiéndose en un simple acto para demostrar que estaba entregado.
Si él estaba entregado, yo...rendida.
Lo llevamos al flutón, mojadas, caladas y no solo por culpa del camisón, chorreante.
Le invitamos a tumbarse, no quiso hacerlo de espaldas, él quería ser partícipe de cada uno de nuestros movimientos. No íbamos a poder con él y lo mostró con absoluto descaro. Sentándose en el flutón para observar cómo nos quitábamos aquel camisón mojado, la una a la otra. Cerca, muy cerca, a nuestros pies.
Y mi adoración al cuerpo de Neiko, a sus ojos y a su sonrisa, porque me sonreía... me traicionó, nos traicionó.
Nos besamos intensamente, Neiko y yo, nos derretimos la una a la otra, nos acariciamos olvidando por instantes que teníamos un hombre a nuestros pies, deseándonos con ganas, ambas nos habíamos probado y estábamos condenadas y entregadas.
Su cuerpo y su piel mojada, sus pezones, no pude evitar acariciarlos con la lengua, y ella me recorrió el cuerpo con la boca, de arriba abajo, deteniéndose en mi estomago, agarrándome el culo, con ganas, para enterrar su cara por encima de mi entrepierna.
Y Daniel sentado, nos acariciaba hasta donde llegaban sus manos, rogando un poco de aquello.
Se lo dimos. Le tumbamos ambas a la vez y comenzamos el ritual, un ritual del silencio, lleno de gemidos, de susurros. Neiko y yo, haciéndonos el amor, posadas en el cuerpo de Daniel, nuestras caricias fueron de él. Porque al acariciarnos, sosteniéndonos él, como lecho, se convirtió en testigo directo, los roces de nuestros besos y nuestros cuerpos, le acariciaban, le hacían participe sin serlo, un masaje distinto, que nunca habíamos practicado. Entre otras cosas, porque aquello no era un masaje...
Hasta que mi boca sin querer, buscó la de Daniel. Los besos con lenguas, son actos de deseo. Dependiendo únicamente de la musa, de sus ganas y su deseo. Solo ella decide si darlos y asume el riesgo, con todas sus consecuencias. Lo asumí.
Nos fundimos en un beso, me temblaron hasta las alas, su lengua era tan dulce, su boca sabía tan bien, que me morí por ella en ese mismo instante. Me dieron ganas de sacar de allí a Neiko y hacerlo mío, únicamente mío.
Me dejé llevar, como solo cuando sé que estoy perdida, lo hago. Cuando me rindo ante lo evidente, ante lo que me arrasa, hasta dejarme sin fuerzas para luchar contra ello.
Se repetía la frase que llevo tatuada en mi hombro. La misma que adornaba la sala Alas.
Abrí mi boca, busqué su lengua y perdí mi guerra...
Neiko no me había dejado marchar, yo le debía lo mismo.
Y giré con mis manos la cara de Daniel, para que la mirara a ella. Lo hizo, pero sin dejar de abandonarme completamente. Su brazo se apoderó de mi cintura y me atrajo hacía ellos, no quería dejarme, no. Era a mí a quien quería a su lado y lo demostró, presionando fuerte su abrazo, para hacerme sentir, asegurarme, de que me quería a su lado... incluso estando con otra.
La besó, pero en la comisura de los labios y descansó la cabeza en el cojín, cerrando los ojos, para abandonarse, para sentirnos totalmente, sin que su mirada le traicionara.
Y viajamos, nadamos, nos sumergimos en Daniel. Siendo una sola, al llegar al centro de su cuerpo, yo por la cabeza, Neiko por los pies, nos elevamos, besándonos. Puedo jurar sin mentir, que yo llegué a subir volando, flotando. Aquella mujer Dragón usó sus alas.
Nos situamos a los lados de Daniel, que cerraba y abría los ojos, con los brazos extendidos, erecto, impresionante, bello como él solo, un hombre.
Y nuestras caricias al pene, fueron alternativas, con dulzura, el aceite hacia que las frotaciones, los ocho anillos, las rotaciones en el glande...se convirtieran en el dragón serpenteando por su pene erecto. Su orgasmo fue instantáneo, haciendo que se retorciera, que su estomago se doblara, elevando las piernas y emitiendo un gemido ronco, casi un grito. Un orgasmo que le arrebató, segundos de vida.
Acariciamos y limpiamos, unos minutos más.
Aunque os parezca un acto de frialdad, en los masajes se está atenta al reloj, por cumplir rigurosamente lo pactado y por los placientes que esperan. En todas las salas hay un reloj adosado a la pared, que debes mirar con disimulo, al que debes prestar atención, estando o no abandonadas y cumplido el tiempo, te levantas y sales.
En aquel masaje, no se miró ni una sola vez.
Salimos de la mano, hechizadas, sonrientes y dejándonos tumbadas al lado de Daniel, las ganas de más...
Cuando pasas la puerta de la pequeña antesala, llegan las carreras, bajas al mundo real, quieras o no. Tienes a una Patricia dando instrucciones, atenta a los placientes que esperan, rogando y exigiendo que desconectes, que te duches, que te maquilles y otra cosa mariposa.
.- Nena, hay uno dentro de cinco minutos, tenemos que sacar a Daniel de ahí... miró a Neiko, vete a prepararte, ya!, Naimie, está lista, el equipo de limpieza esperando, el placiente en el parking. Te mato, hora y media...
¿Hora y media?... no podía creérmelo.
Yo misma debía sacar a Daniel lo antes posible, entré, pero el ya estaba en la ducha.
Di instrucciones a pesar de que Daniel estuviera en el baño, de que el equipo de limpieza entrara.
Esa sala es complicada de preparar. La parte del jacuzzi, la del té, el flutón, el baño...
Golpee la puerta de papel, estaba hecha una facha, llena de aceite, el pelo, la cara, el cuerpo, con el kimono aceitado incluso.
El no me oía, claro... bajo el agua y atontadillo, al igual que yo.
Así que entré directamente, no había tiempo para reparos. Me paré en seco, me recordó a mí misma Con un brazo apoyado en la pared, mirando hacia el suelo, dejando que el agua le cayera, le borrara los sentimientos... parecía derrotado. Tan bello, hermoso, tan humilde...
Las puertas de las correderas abiertas, sin darse cuenta de que estaba empapando la alfombra del suelo. Tuve que sujetarme las piernas, para no correr a ducharme con él. Aun estaba consumida por el deseo.
No sé quién es, ni de qué pasta está hecho, no sé qué cosas le mueven en la vida. Pero nunca me había sentido con tantas ganas de rescatar a nadie de sí mismo, de sacarle de la angustia, que con tan solo mirarle, estaba segura que le consumía.
.- Daniel, sus ojos casi entrecerrados, me buscaron.- Debes salir, lo siento, si quieres continuas con tu ducha, arriba. ¿Por qué coño había dicho aquello?, ningún placiente podía subir arriba.
.- No, está bien, salgo ya. Susurraba, las ganas de consolarle me podían, no sé que vi en aquel instante, no sé qué hombre se descubrió ante mí, pero me necesitaba y yo a él y lo supe en cuanto volvió a bajar la cabeza y por vergüenza se tapó.

Salí de allí, decidida, convencida, ese hombre carecía de maldad, de crueldad, había algo mucho más hermoso y más intenso que su cuerpo y sus ojos... su alma.

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