Menos cuarto, miré el reloj, sacándolo de mi muñeca, frente
al tocador.
Mi sobrina me había maquillado, ojos rasgados, negro indeleble.
De fondo, el color de la piel natural, sin carmín. El maquillaje blanco de la
cara y los labios marcados y perfilados en rojo, que utilizaban las geishas, lo
descartamos desde un principio, porque al deslizarnos con el placiente y el
aceite, se formaría la de Dios en la piel de este.
Debíamos sumergirnos, imaginaos una geisha a la que por la
cara, le recorren lágrimas en tonos negros, rojos y blancos... Un cuadro,
vamos...
El pelo alisado, planchado y recogido en la parte alta, con
dos alfileres, para soltar fácilmente. Mi Neiko a mi lado, lista ya,
impresionante. Mirándome sonriente.- Eres de las mías, Cris...
Volvían los miedos, la inseguridad, el resquemor en las
tripas...
La sala Sode, lista, únicamente, esperando indicaciones para
llenar el jacuzzi.
Móvil....- Ya está aquí, ha pasado a administración, firma y
todo vuestro.
.- Explicadle, sin dejaros detalles, los pasos a seguir en el
Ritual del silencio. Gracias Patricia.
Cogidas de las manos, yo con tintineo en la pierna
izquierda... en la antesala, esperando la famosa luz verde. Tardaban
demasiado...
Estaba a punto de salir de la antesala para ver qué pasaba,
cuando se encendió la luz, di gracias, ya me estaba poniendo demasiado
nerviosa.
Brazos recogidos en las mangas del kimono y entramos.
La mirada baja no me dejaban ver bien su cara, sus
expresiones, solo pude ver los perniles del pantalón. Nos acercamos las dos a
la misma altura, yo copiaba los gestos de Neiko, que tuvo la gentileza de
hacerlo más lento, con mucha sutilidad.
Me agaché para quitarle los zapatos, con la sensación de que
el kimono era más transparente de lo que debía, se advertía la desnudez y mi
inseguridad... con ella.
Uno de los sueños en mi vida, uno de tantos ha sido conocer a
las personas con solo mirarlas a los ojos, adivinar en ellos la posibilidad del
engaño, a veces lo he conseguido, en unos pies es imposible...
No concibo, a pesar de los años, de la vida, de un desengaño
tras otro, el que las personas no se corten en hacerlo, que se mientan así
mismos para ser el cerebro, el estafador y por el ultimo el encubridor de su
propio delito. Tenían que haberme enseñado que eso existe, que la gente hiere a
conciencia y que luego se defienden con mentiras a su corazón. Es imposible si
no, vivir contigo mismo.
Puedes cometer algún error, engañar por algún motivo, pero
por favor si eres honesto contigo mismo, cambia eso, no hay cárceles para las
conciencias convencidas con sus propias mentiras. Están liberadas de por vida,
a lo mejor en la muerte... tienes que enfrentarte a ellas... y quien ha pasado
por eso, no quiere volver a hacerlo jamás.
Sacudí los hombros, no me iba a exponer demasiado con él, así
que tenía que dejar el miedo a un lado. Justo al lado de sus zapatos.
Neiko ofreció el té, con el ritual Cha-no-yu. Yo, mientras
llenaba el jacuzzi humeante de las hojas y flores, mirando con el rabillo del
ojo, como él, completamente entregado a la belleza de Neiko, bebía a sorbos
cortos, la miraba a la cara y a los pezones, que se descubrían a través de la
seda transparente del kimono. Los pezones de Neiko son pequeños nectarios atrayentes
como los de la flor más hermosa, resulta imposible no querer beber de ellos,
como lo haría un insecto... ante tanta belleza.
Como en mis masajes, saqué con un gran suspiro el terror de
mi interior, abrí la puerta a mis miedos y dejé a la actriz que llevo dentro
salir al escenario, solo los minutos justos, el tiempo necesario, para poder
soltar las alas sin miedo, de una forma natural, que ellas solas se
desplegaran.
Que alguien se atreva a desnudarse ante los ojos de
cualquiera, de un desconocido, hacerlo con sutilidad, sin que le tiemble el
pulso, con cierta seducción, a veces con unos ojos aprobadores, otras con
miradas descaradas, mostrarte tal como eres, aun sintiendo inseguridad, es un
acto de valor, es una prueba de fuego o actúas o posiblemente necesites con el
tiempo terapia psicológica.
No es un trabajo fácil, no eres tú la única que tocas, a
veces la persona no te despierta deseo en absoluto, casi todas. No hay
sentimientos, no hay química, acabas de verle y puede que hasta su físico te
parezca desagradable, pero es un ser humano, detrás de esa piel hay alguien que
necesita de tus alas, por lo que sea o simplemente te desea, necesita cubrir un
hueco y lo hace con el respeto de pagar por ello, no fuerza a nadie, no te
engaña, no te roba el corazón y para él,
tumbado, desnudo, mostrándose ante ti, tampoco es fácil, hay que respetar ese
pacto, teniendo en cuenta eso.
Hasta que las pieles no se tocan con naturalidad, el miedo
recorre las salas revoleteando como mariposas, el tuyo y el del placiente.
Aunque hay de todo, pero ante todo soy persona y hasta que no
me demuestren lo contrario, siempre miro contemplando que todos los somos.
Sin darme cuenta y absorta en mis pensamientos, el jacuzzi
estaba listo, humeante, con un aroma chispeante, que hacía que al aspirarlo,
notaras un leve cosquilleo en las fosas nasales.
Neiko y Daniel, se miraban intensamente, ambos habían
conectado mucho antes de que yo pudiera intervenir, había nacido la magia entre
ellos. En este ritual yo sería una mera observadora, acompañando al deseo, lo
creí en ese mismo momento, al mirarlos. Y sentí un pelín de celos.
Una cosa más que debía dejar que se esfumara con el vaho del
jacuzzi.
Me tocaba actuar, me dirigí a ambos, que ni tan siquiera
notaron mis pequeños pasos, con la mirada baja y en completo silencio, mi brazo
señaló la zona de baño. Me parecía ridículo el instante, ni me miraban. Neiko,
dejó de cumplir el ritual en cuanto los ojos de Daniel, la raptaron.
Imaginaos, parada con el brazo extendido, la cabeza levemente
bajada, pero con los ojos muy abiertos, viendo a dos personas, para las que el
mundo había dejado de existir, en segundos, aun más, cuando acabara en el
ritual, yo allí sobraba. Me estaba ganando la batalla el miedo...
Pero al mirar a Neiko, lo entendí, yo misma lo había sentido.
Neiko, te atrapa con solo mirarte, en sus ojos puedes volar por encima del
cielo, no hay preguntas para esos ojos, solo pura admiración. Su belleza es
absoluta, natural, sin misterios, simplemente es digna de culto. Una sonrisa de
Neiko y Daniel sería suyo...
Y lo hizo, sonrío... no me quedaba otra que salir de allí,
dejarles a solas, aceptar que yo ya no sería quien les acompañara.
Decidida, me di media vuelta, iba hacia la puerta trasera, me
esfumaría, siempre me doy cuenta, un poco tarde, pero se abandonar con un
mínimo de dignidad.
Al llegar casi a la puerta, la mano de Neiko me paró. Me miró
y susurró.- Es un ritual de dos hermanas... no hizo falta más. Me estaba
recordando la profesionalidad que a mí me faltaba en ese instante, le sonreí .-
Vamos a ello.
Y fuimos a por Daniel, decididas, de la mano.
Fue un viaje lento a sus ojos, un camino como el que los
emisores de las buenas nuevas recorren, con pequeñas ilusiones adornándonos los
cuerpos, las miradas. Nos convertimos en una, dos reflejos de la misma, Neiko
me traspasó su mirada, su misterio oriental y yo a ella, lo poco o lo mucho que
tengo de bueno para esto y mi gran ilusión por la vida y el erotismo.
Le llevamos al baño, sintiendo claramente como su dragón
tatuado, serpenteaba por el cuerpo de los tres, como mis alas, se convirtieron
en las alas de aquel dragón, como Daniel se rendía ante una mujer hecha de dos.
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