Había
despedido a todos, habíamos cerrado. Mis hijos estaban con su padre. Patricia y
Melody se iban a cenar con unos amigos, no tenía nada mejor que hacer y no me
quería ir de allí. Aquel viernes noche, no...
Recorrí
sala a sala, revisando que las luces y velas estaban bien apagadas, subí a la
planta de arriba, a la cocina, me hice una pizza en el microondas, que se quedó
blanda y sabía a rayos, me serví una copa de champan y brinde sonriendo. Chapó.
Me
entraron ganas de bailar y con la botella de champan, que por cierto no me
gusta, pero aquella noche estaba exquisita, me fui a la salita, puse música y
me dejé llevar.
Llevaba
un traje de chaqueta, con falda corta ajustada, estaba ya harta de aquella
ropa, de aquellos tacones, de la chaqueta que me oprimía los pechos, de la
camisa que apestaba ya a perfume.
Bailando
fui quitándome la ropa, prenda a prenda mientras oía... Hush, hush, hush.
Me
sentí sensual y atrevida, contoneando las caderas, cerrando los ojos, incluso
llegué a acariciarme, mientras bajaba la falda.
Me
tumbé en el sofá para tirar por los aires mis tacones, de un salto me levante.
Justo cuando la canción entra en la parte de I Will Survive, acabé desnuda por
completo, y saltando a la vez que giraba. Sacudía mis pechos y bailaba las
caderas.
Con el cabello agitado, despeinado por los movimientos
agresivos de la cabeza, era aquella chica loca, nunca había dejado de serlo.
Reconozco que el champan también fue un poco participe de aquello.
Me hubiera tirado por la cristalera a la calle, completamente
desnuda... Paré en seco, mire la luna, estaba allí inmensa, frente a mí... La
canción había terminado, dejándome, palpitante y latente, completamente
desnuda, expuesta al mundo, tras esa cristalera.
Mis ojos bajaron a la calle, a las sombras de los
aparcamientos y estabas allí, parado. Mirando hacia arriba, serio, sereno,
lleno de misterio. Se me encogió el estomago de pura vergüenza y mis mejillas
se pusieron rojas como tomates.
Mi reacción, reír y retirarme corriendo de allí. Tenía la
sensación de que se me había escapado un pedo en mitad de una reunión
importante, jajajajaja.
Me enterré en el sofá, muerta de vergüenza, lo juro. No me
atrevía a acercarme a la cristalera para ver si seguías allí. Solo quería
desaparecer, menuda tonta, no me avergonzaba que me hubiera visto desnuda, o
si, lo que me avergonzó fue que un tío que no conocía de nada... creo, me viera
saltando en pelotas y dando vueltas como una loca.
Me entró pánico al oír el teléfono de recepción. En mitad de
la noche, sonó como un taladro en el corazón, a pesar de estar en la planta de
arriba, pude oírlo perfectamente. Eso me sacó de golpe de aquella tontería de
niña chica, que había vivido minutos antes.
No pensaba bajar, las alarmas de la planta de abajo estaban
puestas y todo el mundo sabía que estábamos cerrados y ni mucho menos iba a
hacerlo completamente desnuda.
Se encendieron las alarmas, mis hijos, busqué el móvil
corriendo, con la música podría no haberlo oído perfectamente. Y el teléfono no
dejaba de sonar...
Soy un puto desastre para los móviles...
No sabía dónde estaba, busqué por el suelo, nerviosa perdida
y el puñetero teléfono ring, ring sin cesar. Miré en los bolsillos de la
chaqueta sin éxito, fui corriendo a la cocina y nada...
Recordé haberlo dejado encima de la nevera de abajo, cuando
cogí el champan...
Y pasé de vestirme, bajé corriendo, desactivé la alarma, como
pude. Intentando no equivocarme. Abrí la puerta del pasillo interior, me
dije... cuando puedas, un ascensor que vaya directamente a recepción y un mando
para desactivar las alarmas desde arriba.
En ese momento entendí, las carreras de los chicos, en ese
enorme pasillo, yo tenía los pies descalzos, pero ellas iban con tacones
enormes. Me juré no regañarlas más por tardar en bajar.
Sin encender ninguna luz, solo el reflejo de la luz que
entraba a través del jardín, escasa para mi vista.
Y justo cuando llegaba al pasillo corto, cuando estaba más
cerca de la puerta a recepción, paré en seco. ¿Quien había tras la puerta de
cristal?.
Yo no me acojono fácilmente, pero estaba dentro y seguro era
el mismo hombre que vi desde arriba en los aparcamientos, nadie tenía llaves
del "SoloAlas". Patricia, David y yo, nadie más.
Mi reacción instantánea, esconderme tras el pasillo, buscar
con las manos y andando despacio, la puerta de entrada al baño de la sala
Cielo. Temblando de puro pánico y mi puto móvil, encima de la nevera de mi
despacho.
Sin hacer ruido me metí en el baño, con la puerta
entrecerrada, espiando por un pequeño hueco. Completamente a oscuras.
Quien fuera, no pasaba más allá de recepción. ¿Cómo podía
llegar a mi despacho?.
De eso nada, me quedaba allí, que robara lo que quisiera y
que se largara.
.- Cris... El grito me hizo saltar como saltan mis gatos
cuando se asustan.
No podía ser. No podías ser tú. Estaba alucinada, si por
casualidad mis oídos no me engañaban. Te hubiera reconocido perfectamente desde
arriba. Aun me sabía tu silueta de memoria. Aunque me hubiera empeñado en
borrarla con una goma desgastada, estaba ahí.
Esperé que mi nombre se repitiera...- Señorita
"SoloAlas"...
No, eras tú y yo negaba con la cabeza, no, mierda... no.
Desnuda, descalza, escondida en un baño, casi me había
orinado encima del miedo y eras tú.
Tome aire...- Espera, grité... Tenía que subir arriba,
vestirme, bajar, sonreírte y preguntarte qué coño hacías allí y quien mierda te
había dado las llaves.
Y lo más gracioso es que era incapaz de mover un pie...
estaba inmóvil, paralizada, con unas ganas locas de llorar.
.- ¿Dónde estás?, ni loca iba a decírtelo...- He llamado a tu
móvil, a recepción. La voz se acercaba más y la puerta del pasillo interno que
provenía de recepción, se abrió.
Me dieron ganas de irme a por ti y pegarte una paliza y mira
que lo sabías perfectamente, que no me gustan las sorpresas, que las odio. Me
consumió la rabia, las ganas de saltar sobre tu vientre y pegarte dos buenas
tortas.
Me enfadé tanto en ese momento, que salí del baño a tu
encuentro así, desnuda.
Retando, con la cara transformada por el profundo enfado.
Pero tú no podías verla, encima no había ninguna luz encendida.
.- Enciende la luz de recepción, fue una orden, orden y
advertencia.- ¿A qué mierda has venido?, le gritaba mientras él se giraba para
buscar las luces.
Segundos en silencio y...- ¿Donde coño están las luces?, sal,
por favor. Que no veo nada.
Cualquiera que pasara cerca de allí, pensaría que esos gritos
eran porque ocurría algo malo. Bueno, a ver si venía la Policía y se lo
llevaban preso. Que le den.
Y tomando una gran bocanada de aire, con el poco orgullo que
me quedaba, salí del baño, giré para tomar el pasillo que llevaba a recepción y
abrí aquella puerta, vestida solo con la dignidad.
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