Tu mientras parado, quieto, mirándome entre penumbras. Como
te atrevas a sonreír, te cruzo la cara... Pero no, no sonreíste, soltaste
directamente una carcajada sonora.
.- Gilipollas. Sin más, sin adornos.
.- Idiota, fue la contestación entre risas sonoras.
Mi dignidad se había caído, deslizando hasta posarse en el
suelo tapizado. Cuando ya ni le espero, cuando hace mucho que me había rendido,
aparece, es un pedazo de gilipollas. Y me pilla así, desnuda, sola a oscuras,
casi muerta de miedo. Que ganas de pegarle... pero él seguía ahí, riendo y
riendo, vamos, descojonado.
En fin, fui hasta el pulsador de la luz y tanteando le di a
la luces de la jardinera externa. Eran perfectas, así no me veía completamente.
.- No te preocupes, me conozco tu cuerpo de memoria... eso lo
dijo completamente serio.
Resoplé, acepté la situación y le di a las luces bajas,
internas.
Él sabe utilizar la mirada, sabe deslizarla, sabe traspasarte
con ella, no se corta ni un pelo, en acariciarte con los ojos. En mirarte
directamente a ellos.
Sabéis, cuando alguien está confiada, cree, está segura,
vamos. Que va a volver un fantasma del pasado y lo vas a mirar sin miedo, sin
rencor y lo que es mejor... sin amor. Eso creí yo.
Me había imaginado algún encuentro casual, un abrazo de amigos,
dos besos en la cara, charlar sonrientes e incluso reír. Sin sentir nada...
Pues no, eso son algunas mentiras piadosas que te cuentas, hasta que no lo
tienes delante... No se confirma eso o por el contrario, con solo mirarle y te
derramas en el suelo, a sus pies.
Tuve que sujetarme la piel, el estomago, los ojos... para no
derramarme, para no echarme a tus brazos, idiota.
Y tu mirándome fijamente, incluso me mirabas los pechos, que
cara más dura.
.- Voy a vestirme, quédate aquí y ahora me explicas quien te
ha dado las llaves, que haces aquí. Jurando que si había sido Patricia, le iba
a caer la de Dios.
.- Mejor te acompaño, me da miedo quedarme aquí solo.
Me dieron ganas de decirte.- Mira, no tengo ninguna gana de
luchar, que te den por culo y vete.
Pero me di cuenta de que no tenía fuerza en la voz, no tanto
para eso. Así que no me quedaba otra, ande, recorrí sin mirar atrás, el camino
de regreso, hasta mi ropa. Como siempre, me mirabas el culo... Y eso que ni se
me ocurrió encender las luces, pero no hacía falta y yo lo sabía.
Por el camino, intentabas explicarme algo, pero yo pasaba de oírte,
al menos hasta que estuviera vestida.
Lo más cercano de la escalera de subida, arriba y ya con luz,
era el ropero. Cogí lo primero que vi medio decente, esperabas apoyado en el
resquicio de la puerta, con una poca vergüenza absoluta al mirarme.
Ya con ese kimono gris de mi Neiko, me sentí más protegida y
te miré con esa mala leche, que te asustaba. Lo conseguí, bajaste los ojos con
miedo, con ganas de darte la vuelta e irte.
.- Vamos a la cocina... y una mierda iba a dejar que te
fueras ahora.- ¿Qué haces aquí Juanra?.
.- Vamos y te lo explico mientras me invitas a una cerveza.
.- Coca cola, aquí no hay alcohol y no pienso bajar a
traerlo, el champan que subí me lo he bebido todo... uf, me acordé del móvil.-
Espera bajo por dos cervezas y mi móvil. Esa es la puerta de la cocina,
espérame allí.
Mientras bajaba, volví a jurarlo, el lunes gestionaba lo del
ascensor...
Al llegar a mi despacho, cogí el móvil, las cervezas y un
poco de fuerzas que estaban esparcidas por mi escritorio.
Con pasos lentos, volvía a la vez que apagaba de nuevo las
luces, con esa presión en el pecho...
Sigo enamorada de él... eso me hizo llorar, en cada paso, una
lágrima en silencio, un reconocimiento a la derrota, una pregunta... pero ¿Tú
eres tonta, Cris?, tonta no, gilipollas perdida...
Tan abatida andaba, con las manos ocupadas, que hasta que no
me di de bruces con tu pecho, golpeándome contra ti, no me di cuenta de que te
tenía de frente. Las cervezas cayeron por el suelo con mi móvil, tuviste que
agarrarme para que no cayera con ellos. Y tiraste de mi hacia ti.
Envolviéndome completamente, abrazándome hasta casi dejarme
sin aliento. Cuanto había echado de menos el calor de tu cuerpo. Lo mucho que
me gustaba acoplarme a ti, en perfecta sintonía. Y eso hice.
Me acoplé a tu cuerpo, respirando directamente en tu cuello.
Con ganas de llorarte, pero, para que iba a hacerlo, si te tenía allí. Te besé
en el cuello, como siempre en nuestros reencuentros, la primera que ha
besado... he sido yo. Desgraciado, adorable desgraciado...
Y busqué tus labios, tu lengua, parecía dejar mi último
aliento allí...
Fueron dos amores perdidos en el tiempo, nuestras lenguas se
dijeron más de lo que nuestras bocas eran capaces de pronunciar.
Nuestras manos se entrelazaron, dedo a dedo, uno a uno,
buscando el contrario, para acariciarse entre ellos. Se echaban de menos y ellas se lo
dijeron.
Perdía de nuevo, perdedora, convertida en agua entre tus
brazos, con el miedo de que al soltarme, caería empapando el suelo enmoquetado,
dividiéndome en millones de gotas, imposibles de volver a unir, jamás.
Pero no me soltaste, solo separaste la boca, para mirar de
cerca mis ojos.- Eso no vale, idiota. Así no se puede mantener el tipo, no
puedo salir de esta, sin que me hayas radiografiado enterita.
Hay algo detrás de unos ojos, que si quien los mira, sabe
leerlos, es imposible mentir. Tu eres el mejor lector de mis ojos y no puedo
evitar odiarte por eso.
¿Que creías, que nuestras pieles iban a soltarse así como
así, o tal vez pensaste que al separarnos, no te ibas a apuñalar a ti mismo,
directamente en el corazón?. Canta nanas a ese corazón, como tú solo sabes
hacerlo, pero te va a doler, te va a doler, más de lo que nunca habrías podido
jurar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario