"SoloAlas"

Y no soy para nada un... ángel. Aun sigo viva.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

"SoloAlas" El arte del erotismo. 34


Aquella tarde, yo no existía, simplemente no estaba, necesitaba café en vena, dormir, pegarme una paliza en el gimnasio, llorar, escribir... y no podía, no había tiempo.
Organizar los siete masajes, miércoles, jueves y viernes, sin él, sin su dietario, era imposible. Por más vueltas que le diéramos, había que llamarle, eran casi las ocho y nos había comentado que tenía un compromiso...
.- Patricia, por favor, llámale, dile que necesitamos cuadrar ahora mismo todo, que no podemos esperar a que él pueda, que son demasiados masajes para tres días.
David me miraba sacudiendo la cabeza y sonriendo.- ¿Por qué me miras así?. Y sonrió asintiendo.
.- Llámale tú, retándome. Cuando David es escueto en palabras, no es un consejo, es una orden... ¿Tan transparente soy?, hasta David sabía que estaba completamente acojonada y lo peor es que se partía el culo por ello.
Me fui a mi despacho, cogí el móvil e intenté parecer natural. Siete tonos, a punto de desistir...
.- Hola, señorita SoloAlas...
.- Hola caballero de mis próximos sueños... ni loca le iba a reconocer eso...
.- Buenas tardes Daniel, discúlpame, sé que tienes un compromiso, pero es que tenemos que cuadrar los masajes, y...
No me dejó acabar.- Lo sé, pero ahora es imposible que pueda atenderte, quedamos a las diez en Culture Club. Es una fiesta un poco particular, gala, buffet, música. Allí lo discutimos.
Pero este tío está loco, a ver, como voy a incumplir una norma estricta y necesaria, fuera de allí, las musas no pueden tener contacto. Y se lo comuniqué, tal cual.
.- No eres una musa, ya no, solo estás enseñándome tu "SoloAlas", no puedo dedicarte más tiempo ahora, si no te apetece venir o no puedes, mañana por la mañana, lo solucionamos.
.- Voy. No me quedaba otra y que narices... estaba loca por verlo.
.- ¿Quieres que pase a recogerte?, me pilla de camino, pero entonces tiene que ser cinco minutos antes. Su voz sonaba con normalidad, no había ni provocación, ni intencionalidad y ante aquello, lo único que me quedaba era la misma naturalidad.
.- Si, estaré en recepción, dame toque cuando estés fuera, saldré para que no tengas que entrar al parking, gracias.
Una despedida breve, estaba realmente ocupado y aun así, me dedicó su tiempo.
¿Quien tiene en su trabajo un vestido de gala?, aunque sea el "SoloAlas", allí solo había el vestuario de los rituales. Y yo tenía algunas mudas de ropa formal, pero nada que se le acercara a un vestido de gala...
Ocho y cuarto, no quería ni pensarlo, siempre voy con carreras de última hora, no podía recurrir a mi sobrina, estaba hasta arriba de trabajo, nadie de allí le podía dedicar ni un minuto a un vestido para mi, para una fiesta, incluso yo, estaba saturada.
Así que busqué una tienda cercana, por internet, llamé y les di instrucciones, mi talla, negro, gala y dos por lo menos, para elegir. Mandaría a recogerlos.
Terminé el papeleo que tenía entre manos, me llevó más de lo necesario, entre el atontamiento y las prisas, hice lo contrario a lo que debía. Nueve menos cuarto.
No dije nada, a nadie, no quería miradas acusadoras, interrogantes, a las diez cerrábamos, todos estarían en el cierre, recepción, administración y yo vestida de gala en la puerta... jajajaja, como no iban a enterarse. Imposible.
Sonó el teléfono de recepción... asomé la cabeza, rogando que no fuera un placiente de última hora, los de la tienda no podían ser, les había dado mi móvil.
Sonó mi móvil... Los vestidos estaban listos, recoger y pagar. ¿ A quién iba a mandar a por ellos?.- un segundo... les pedí.
Patricia con el teléfono de recepción en las manos, haciendo señales para pasármelo o que me acercara. Me lo tomé a risa... lo juro.
Suspiré, les dije a los de la tienda que en cinco minutos estaban allí para recogerlos. y me dirigí a recepción.
.- Patricia, necesito un favor, ella con la cara desencajada...
.- Yo, que atiendas personalmente esta llamada, es Claudio...
Claudio siempre nos hacía lo mismo, nos llamaba a última hora, pidiendo la sala que fuera, no era exigente, pero era un placiente muy asiduo, me vine abajo.
.- Buenas noches Claudio, ¿En qué puedo ayudarte?.
.- Hola, guapa, necesito un masaje, estoy allí en cinco minutos, no me importa la sala. Patricia dice que no hay ninguna, pero no me la creo.
Miré y Claudio tenía razón en no creerla, iba a matarla con los ojos.
.- Podemos solucionarlo, vente, han cancelado hace nada, la sala Universo, pero no está Zaira, estará Andrea y Cloé, de kasmijá. Él las conocía a todas, no tenía preferencias.
.- Perfecto...
No tenía tiempo para regañar a nadie, mis ojos ya lo decían todo.- ¿Me haces el favor?.. Coge mi coche ve a esta tienda, anoté la dirección y el nombre, recógeme unos vestidos a mi nombre, le paré con la mano, no preguntes, no tenemos tiempo, llévate mi coche y vuela.
.- Nena, dirigiéndome a mi princesa, Universo, Claudio, ya. Cinco minutos máximo, que estén solo hasta menos diez.
Miré el reloj... a la mierda el reloj, corre....
Y eso hice, subí como alma que lleva el diablo, quitándome la ropa por el pasillo interno, los tacones lo primero.
Volé hasta las duchas, sin reparar en toallas, ni ropa interior, ya me preocuparía después de la ducha.
Salí gritando a las chicas que veía por allí, pidiendo ayuda por favor.- Una toalla, por favor, secador, por favor, maquillajes, por favor. Tenía a tres o cuatro chicas, ayudándome sin preguntas, por eso adoro a mis niñas, son la ostia, son las mejores, únicas con los placientes, con sus alas y mientras me quede un poco de aliento, ellas también serán únicas en el "SoloAlas".
.- Mi ropa interior en el armario personal, negra, por favor. Corrieron al ropero, trajeron un montón de tangas y sujetadores negros, hasta ligueros, sonreí.- Perfecto, medias... en dos segundos tenía medias de seda negras en mis manos, perfectas para el liguero.
.- Tacones... oí gritar de fondo a Patricia.
.- Nena los vestidos están aquí, ya no pude oír más, el secador a tope, una de las chicas me secaba el pelo, bajándome la cabeza. Otra intentaba ponerme las medias, con sumo cuidado.
Levanté, la cabeza y mientras una terminaba de secarme, otra ponerme las medias, Patricia, sacó el maquillaje y comenzó a maquillarme.
Las otras dos chicas, desembalaban los vestidos, posándolos suavemente encima de las sillas de los tocadores, silbando y exclamando.- Que pasada!!!!, que bonitos!!!.
Yo no podía verlos, me estaban atando los tacones, secando el pelo, y maquillando el rabillo de los ojos.
Ya maquillada y con el pelo secado, intentaban recogérmelo. Mi pelo es imposible, así que decidimos dejarlo suelto y que me hicieran algunas ondas con las planchas.
.- Necesito pendientes y gargantilla.
Solo oí.- Gargantilla no, los dos vestidos son cogidos al cuello.
En pie, cogiendo el tanga y el sujetador que Patricia me daba, me los puse con dificultades por los tacones, el liguero... Me miré en el espejo, había perdido algo de peso, estaba preciosa. Tuve que reconocerlo, ellas silbaban, y Patricia...
.- Que culo tienes hija!!!
Bueno llegaba la hora de ver los vestidos y probármelos, el primero...
Sujeto al cuello, negro, como había pedido, pero...
No me gustaba, aunque ellas aplaudían, tenía la espalda baja, debía quitarme el sujetador y usar pegatinas de pechos.
El tejido era una gasa transparente, forrada en el interior, que se adhería al cuerpo, hasta la cintura, de ahí nacía una falda de vuelo, hasta los tobillos y que descolgaba un poco más baja, por la parte de atrás. Todo de gasa, capas y capas de tejido. Parecía una princesa negra. Aquel vestido en tonos rojos o rosas, hubiera sido una pasada, pero en negro, me recordó al video de Cristina Aguilera, Fighter, aunque el vestuario no tenía mucho que ver y ese video me encanta, pero yo no me sentía así...
Y lo descarté a pesar de las chicas. Fui por el segundo, eso era otra cosa...
Me di cuenta en cuanto me lo puse y todas se quedaron en silencio, mirándome y con una sonrisa sincera de aprobación.
Era también sujeto al cuello, con la espalda mucho más baja que el anterior, dejaba ver mi tatuaje de la espalda, así que me quité el sujetador y descarté las pegatinas. En satén negro, suave, brillante. Dibujándome las formas, descubriéndolas sin enseñarlas, intuyéndolas. Estrecho hasta el suelo, con una abertura hasta el muslo, en la parte izquierda. Le colgaba del cuello, por la espalda, una cinta de cristales negros, que se posaban en el trasero. Un poco más bajo y se me ve el tanga...
Con ese vestido el pelo suelto, era perfecto, los pendientes de lagrimas negras colgantes hasta los hombros, también.
Hasta yo me quedé sin aliento al verme en el espejo, recordando los años en los que era mucho más joven, ese día me veía incluso más bella, mucho más mujer.
Descarté las pulseras, por mi tatuaje del antebrazo, me daba un cierto tono de chica mala, malísima... Y eso es lo que se me maquilló en los ojos, en la actitud.
Es increíble lo que puede hacer el vestuario con la personalidad, yo he sido una diosa con tacones y apenas nada, con una bata de la empresa para la que limpiaba.
No se había formulado ni una sola pregunta, nadie dijo nada, todas daban por sentado, que si yo lo hacía, que si me estaba preparando, era por algo importante, al menos para mí. Eso no hay sueldo que lo pague.
Las miré y les conté lo que pasaba, la sonrisa de Patricia la iluminaba, que guapa estaba.
Respiré hondo, busqué un abrigo enorme, que apenas dejaba ver nada, tipo gabardina, quería sorprenderle y esa es una de las mejores maneras.
Sin querer, en ese instante me di cuenta... quería conquistarlo, seducirlo.
Y bajé a recepción, acompañada por todas, escoltada, algunas dándome fuerzas, ánimos, la mano y mimos.
David me miró y silbó.- Y eso que me has visto con el abrigo... Sentirte segura de ti misma, de que estás hermosa y bella, es una de las sensaciones más bonitas y con más encanto. Sobre todo cuando una vez, hace años, estabas segura de que no valías nada, ni como persona, ni como mujer. Recuperar esa sensación me costó mucho.
Sonó el móvil en el pequeño bolso que me habían dado, no sé ni de quien era, pero era precioso, lleno de cristales negros.
Despedí a todos con las manos, avergonzada y colorada como un tomate por sus aplausos y silbidos. Y salí.
Respirando hondo, llena de nervios, pero nunca me he paralizado, incluso con miedo, he guiado un pie tras el otro.
Su coche estaba lejos, en la puerta del parking externo. El aire soplaba suave, eso me ayudó a esconder la cabeza, a taparme los ojos, estaba un poco cansada de que se me adivine todo en ellos.

Aceleró y vino hacía mi, colocando la puerta del copiloto, justo delante mía, agradecí aquel gesto, me pesaban hasta los pies, por el mismo miedo. Abrí la puerta y entré, sin mirarle, me coloqué el cinturón, me temblaban los dedos...

1 comentario:

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