Aquella tarde, yo no existía, simplemente no estaba,
necesitaba café en vena, dormir, pegarme una paliza en el gimnasio, llorar,
escribir... y no podía, no había tiempo.
Organizar los siete masajes, miércoles, jueves y viernes, sin
él, sin su dietario, era imposible. Por más vueltas que le diéramos, había que
llamarle, eran casi las ocho y nos había comentado que tenía un compromiso...
.- Patricia, por favor, llámale, dile que necesitamos cuadrar
ahora mismo todo, que no podemos esperar a que él pueda, que son demasiados
masajes para tres días.
David me miraba sacudiendo la cabeza y sonriendo.- ¿Por qué
me miras así?. Y sonrió asintiendo.
.- Llámale tú, retándome. Cuando David es escueto en
palabras, no es un consejo, es una orden... ¿Tan transparente soy?, hasta David
sabía que estaba completamente acojonada y lo peor es que se partía el culo por
ello.
Me fui a mi despacho, cogí el móvil e intenté parecer
natural. Siete tonos, a punto de desistir...
.- Hola, señorita SoloAlas...
.- Hola caballero de mis próximos sueños... ni loca le iba a
reconocer eso...
.- Buenas tardes Daniel, discúlpame, sé que tienes un
compromiso, pero es que tenemos que cuadrar los masajes, y...
No me dejó acabar.- Lo sé, pero ahora es imposible que pueda
atenderte, quedamos a las diez en Culture Club. Es una fiesta un poco
particular, gala, buffet, música. Allí lo discutimos.
Pero este tío está loco, a ver, como voy a incumplir una
norma estricta y necesaria, fuera de allí, las musas no pueden tener contacto.
Y se lo comuniqué, tal cual.
.- No eres una musa, ya no, solo estás enseñándome tu
"SoloAlas", no puedo dedicarte más tiempo ahora, si no te apetece
venir o no puedes, mañana por la mañana, lo solucionamos.
.- Voy. No me quedaba otra y que narices... estaba loca por
verlo.
.- ¿Quieres que pase a recogerte?, me pilla de camino, pero
entonces tiene que ser cinco minutos antes. Su voz sonaba con normalidad, no
había ni provocación, ni intencionalidad y ante aquello, lo único que me
quedaba era la misma naturalidad.
.- Si, estaré en recepción, dame toque cuando estés fuera,
saldré para que no tengas que entrar al parking, gracias.
Una despedida breve, estaba realmente ocupado y aun así, me
dedicó su tiempo.
¿Quien tiene en su trabajo un vestido de gala?, aunque sea el
"SoloAlas", allí solo había el vestuario de los rituales. Y yo tenía
algunas mudas de ropa formal, pero nada que se le acercara a un vestido de
gala...
Ocho y cuarto, no quería ni pensarlo, siempre voy con
carreras de última hora, no podía recurrir a mi sobrina, estaba hasta arriba de
trabajo, nadie de allí le podía dedicar ni un minuto a un vestido para mi, para
una fiesta, incluso yo, estaba saturada.
Así que busqué una tienda cercana, por internet, llamé y les
di instrucciones, mi talla, negro, gala y dos por lo menos, para elegir.
Mandaría a recogerlos.
Terminé el papeleo que tenía entre manos, me llevó más de lo
necesario, entre el atontamiento y las prisas, hice lo contrario a lo que
debía. Nueve menos cuarto.
No dije nada, a nadie, no quería miradas acusadoras,
interrogantes, a las diez cerrábamos, todos estarían en el cierre, recepción,
administración y yo vestida de gala en la puerta... jajajaja, como no iban a
enterarse. Imposible.
Sonó el teléfono de recepción... asomé la cabeza, rogando que
no fuera un placiente de última hora, los de la tienda no podían ser, les había
dado mi móvil.
Sonó mi móvil... Los vestidos estaban listos, recoger y
pagar. ¿ A quién iba a mandar a por ellos?.- un segundo... les pedí.
Patricia con el teléfono de recepción en las manos, haciendo
señales para pasármelo o que me acercara. Me lo tomé a risa... lo juro.
Suspiré, les dije a los de la tienda que en cinco minutos
estaban allí para recogerlos. y me dirigí a recepción.
.- Patricia, necesito un favor, ella con la cara
desencajada...
.- Yo, que atiendas personalmente esta llamada, es Claudio...
Claudio siempre nos hacía lo mismo, nos llamaba a última
hora, pidiendo la sala que fuera, no era exigente, pero era un placiente muy
asiduo, me vine abajo.
.- Buenas noches Claudio, ¿En qué puedo ayudarte?.
.- Hola, guapa, necesito un masaje, estoy allí en cinco
minutos, no me importa la sala. Patricia dice que no hay ninguna, pero no me la
creo.
Miré y Claudio tenía razón en no creerla, iba a matarla con
los ojos.
.- Podemos solucionarlo, vente, han cancelado hace nada, la
sala Universo, pero no está Zaira, estará Andrea y Cloé, de kasmijá. Él las
conocía a todas, no tenía preferencias.
.- Perfecto...
No tenía tiempo para regañar a nadie, mis ojos ya lo decían
todo.- ¿Me haces el favor?.. Coge mi coche ve a esta tienda, anoté la dirección
y el nombre, recógeme unos vestidos a mi nombre, le paré con la mano, no
preguntes, no tenemos tiempo, llévate mi coche y vuela.
.- Nena, dirigiéndome a mi princesa, Universo, Claudio, ya.
Cinco minutos máximo, que estén solo hasta menos diez.
Miré el reloj... a la mierda el reloj, corre....
Y eso hice, subí como alma que lleva el diablo, quitándome la
ropa por el pasillo interno, los tacones lo primero.
Volé hasta las duchas, sin reparar en toallas, ni ropa
interior, ya me preocuparía después de la ducha.
Salí gritando a las chicas que veía por allí, pidiendo ayuda
por favor.- Una toalla, por favor, secador, por favor, maquillajes, por favor.
Tenía a tres o cuatro chicas, ayudándome sin preguntas, por eso adoro a mis
niñas, son la ostia, son las mejores, únicas con los placientes, con sus alas y
mientras me quede un poco de aliento, ellas también serán únicas en el "SoloAlas".
.- Mi ropa interior en el armario personal, negra, por favor.
Corrieron al ropero, trajeron un montón de tangas y sujetadores negros, hasta
ligueros, sonreí.- Perfecto, medias... en dos segundos tenía medias de seda
negras en mis manos, perfectas para el liguero.
.- Tacones... oí gritar de fondo a Patricia.
.- Nena los vestidos están aquí, ya no pude oír más, el
secador a tope, una de las chicas me secaba el pelo, bajándome la cabeza. Otra
intentaba ponerme las medias, con sumo cuidado.
Levanté, la cabeza y mientras una terminaba de secarme, otra
ponerme las medias, Patricia, sacó el maquillaje y comenzó a maquillarme.
Las otras dos chicas, desembalaban los vestidos, posándolos
suavemente encima de las sillas de los tocadores, silbando y exclamando.- Que
pasada!!!!, que bonitos!!!.
Yo no podía verlos, me estaban atando los tacones, secando el
pelo, y maquillando el rabillo de los ojos.
Ya maquillada y con el pelo secado, intentaban recogérmelo.
Mi pelo es imposible, así que decidimos dejarlo suelto y que me hicieran
algunas ondas con las planchas.
.- Necesito pendientes y gargantilla.
Solo oí.- Gargantilla no, los dos vestidos son cogidos al
cuello.
En pie, cogiendo el tanga y el sujetador que Patricia me
daba, me los puse con dificultades por los tacones, el liguero... Me miré en el
espejo, había perdido algo de peso, estaba preciosa. Tuve que reconocerlo,
ellas silbaban, y Patricia...
.- Que culo tienes hija!!!
Bueno llegaba la hora de ver los vestidos y probármelos, el
primero...
Sujeto al cuello, negro, como había pedido, pero...
No me gustaba, aunque ellas aplaudían, tenía la espalda baja,
debía quitarme el sujetador y usar pegatinas de pechos.
El tejido era una gasa transparente, forrada en el interior,
que se adhería al cuerpo, hasta la cintura, de ahí nacía una falda de vuelo,
hasta los tobillos y que descolgaba un poco más baja, por la parte de atrás.
Todo de gasa, capas y capas de tejido. Parecía una princesa negra. Aquel
vestido en tonos rojos o rosas, hubiera sido una pasada, pero en negro, me recordó
al video de Cristina Aguilera, Fighter, aunque el vestuario no tenía mucho que
ver y ese video me encanta, pero yo no me sentía así...
Y lo descarté a pesar de las chicas. Fui por el segundo, eso
era otra cosa...
Me di cuenta en cuanto me lo puse y todas se quedaron en
silencio, mirándome y con una sonrisa sincera de aprobación.
Era también sujeto al cuello, con la espalda mucho más baja
que el anterior, dejaba ver mi tatuaje de la espalda, así que me quité el
sujetador y descarté las pegatinas. En satén negro, suave, brillante.
Dibujándome las formas, descubriéndolas sin enseñarlas, intuyéndolas. Estrecho
hasta el suelo, con una abertura hasta el muslo, en la parte izquierda. Le
colgaba del cuello, por la espalda, una cinta de cristales negros, que se
posaban en el trasero. Un poco más bajo y se me ve el tanga...
Con ese vestido el pelo suelto, era perfecto, los pendientes
de lagrimas negras colgantes hasta los hombros, también.
Hasta yo me quedé sin aliento al verme en el espejo,
recordando los años en los que era mucho más joven, ese día me veía incluso más
bella, mucho más mujer.
Descarté las pulseras, por mi tatuaje del antebrazo, me daba
un cierto tono de chica mala, malísima... Y eso es lo que se me maquilló en los
ojos, en la actitud.
Es increíble lo que puede hacer el vestuario con la
personalidad, yo he sido una diosa con tacones y apenas nada, con una bata de
la empresa para la que limpiaba.
No se había formulado ni una sola pregunta, nadie dijo nada,
todas daban por sentado, que si yo lo hacía, que si me estaba preparando, era
por algo importante, al menos para mí. Eso no hay sueldo que lo pague.
Las miré y les conté lo que pasaba, la sonrisa de Patricia la
iluminaba, que guapa estaba.
Respiré hondo, busqué un abrigo enorme, que apenas dejaba ver
nada, tipo gabardina, quería sorprenderle y esa es una de las mejores maneras.
Sin querer, en ese instante me di cuenta... quería
conquistarlo, seducirlo.
Y bajé a recepción, acompañada por todas, escoltada, algunas
dándome fuerzas, ánimos, la mano y mimos.
David me miró y silbó.- Y eso que me has visto con el
abrigo... Sentirte segura de ti misma, de que estás hermosa y bella, es una de
las sensaciones más bonitas y con más encanto. Sobre todo cuando una vez, hace
años, estabas segura de que no valías nada, ni como persona, ni como mujer.
Recuperar esa sensación me costó mucho.
Sonó el móvil en el pequeño bolso que me habían dado, no sé
ni de quien era, pero era precioso, lleno de cristales negros.
Despedí a todos con las manos, avergonzada y colorada como un
tomate por sus aplausos y silbidos. Y salí.
Respirando hondo, llena de nervios, pero nunca me he
paralizado, incluso con miedo, he guiado un pie tras el otro.
Su coche estaba lejos, en la puerta del parking externo. El
aire soplaba suave, eso me ayudó a esconder la cabeza, a taparme los ojos,
estaba un poco cansada de que se me adivine todo en ellos.
Aceleró y vino hacía mi, colocando la puerta del copiloto,
justo delante mía, agradecí aquel gesto, me pesaban hasta los pies, por el
mismo miedo. Abrí la puerta y entré, sin mirarle, me coloqué el cinturón, me
temblaban los dedos...